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Tronos Y Guerra La Prueba De Las Cuatro Tierras

Tronos Y Guerra La Prueba De Las Cuatro Tierras

Status: Terminada
Genre:Acción / Completas / Sistema / Intrigante / Futuro / Juegos y desafíos / Apocalipsis
Popularitas:1.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Andrés JC

En un futuro distópico devastado por una ola de calor, solo nueve ciudades quedan en pie, obligadas a competir cada tres años en el brutal Torneo de las Cuatro Tierras. Cada ciudad envía un representante que debe enfrentar ecosistemas artificiales —hielo, desierto, sabana y bosque— en una lucha por la supervivencia. Ganar significa salvar su ciudad, mientras que perder lleva a la muerte y la pérdida de territorio.

Nora, elegida de la ciudad de Altum, debe enfrentarse a pruebas físicas y emocionales, cargando con el legado de su hermano, quien murió en un torneo anterior. Para salvar a su gente, Nora deberá decidir hasta dónde está dispuesta a llegar en este despiadado juego de supervivencia.

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La alianza es tu peor enemiga y

El silbato resonó con fuerza en toda la base, despertando a Nora de su sueño agitado. Los primeros rayos del sol atravesaban con dificultad las ventanas sucias de la barraca, y el calor ya se sentía en el ambiente, aunque apenas comenzaba el día. El aire estaba seco y caliente, casi sofocante. El clima, resultado de la devastadora ola de calor que había transformado el mundo, hacía que cada amanecer pareciera una prueba. Nora se levantó con esfuerzo, sintiendo la rigidez en sus músculos debido al largo viaje y al entrenamiento del día anterior. Se colocó el uniforme que habían dejado a los pies de su cama: un mono gris oscuro de tela áspera, diseñado para la funcionalidad, no para el confort.

Nora se dirigió hacia el patio central de la base, siguiendo el sonido del silbato. El sol ya comenzaba a elevarse en el horizonte, un disco brillante y despiadado que parecía arder en el cielo. A medida que se acercaba al patio, pudo ver a otros participantes que también se dirigían hacia allí, sus rostros serios y marcados por la determinación y el cansancio. A pesar del uniforme, cada uno de ellos tenía una apariencia única, con rasgos endurecidos por la lucha por la supervivencia en un mundo donde los recursos eran cada vez más limitados. Algunos eran más jóvenes que ella, mientras que otros mostraban cicatrices que parecían contar historias de conflictos pasados.

En el centro del patio, Argus esperaba con los brazos cruzados, observando a los participantes reunirse. Sus ojos, oscuros y penetrantes, recorrían a cada uno de ellos con una expresión de severidad y juicio. A su alrededor, soldados patrullaban la zona, algunos de ellos moviendo grandes cajas de suministros mientras otros mantenían la guardia, sus miradas siempre alerta. Nora se unió al grupo de participantes, tomando su lugar junto a los demás. Reconoció a Marcus, de la Ciudad de Vire, quien la miró brevemente con una sonrisa torcida. Nora desvió la mirada, sin querer dar ninguna señal de vulnerabilidad.

Argus, sin perder más tiempo, comenzó a hablar con su voz fuerte y firme, que resonaba con autoridad.

—Bienvenidos a su primer día de entrenamiento, —dijo, con un tono que no permitía distracciones—. Hoy comenzaremos a preparar sus cuerpos y sus mentes para la realidad del torneo. Este no es un simple juego ni una competencia deportiva. Es una lucha brutal por la supervivencia, donde solo los más fuertes y astutos lograrán salir con vida.

Argus se movía lentamente de un lado a otro, su mirada examinando cada uno de los rostros frente a él, como si quisiera leer lo que había detrás de cada expresión, detrás de cada mirada de desafío o de miedo.

—He estado en su lugar antes, —continuó, su voz bajando ligeramente, como si estuviera reviviendo sus propios recuerdos—. Yo también fui seleccionado para representar a mi ciudad. Pasé por este mismo entrenamiento, enfrenté los ecosistemas, y logré sobrevivir. Pero fue todo menos fácil. Perdí amigos, tuve que tomar decisiones que me persiguen hasta hoy. Este torneo es despiadado, y ustedes tendrán que estar dispuestos a sacrificar todo para tener una oportunidad de ganar.

Nora sintió cómo las palabras de Argus pesaban sobre ella. Había oído historias sobre el torneo cuando su hermano murió allí solo de eso se habló en la ciudad cada segundo contaban , sobre la brutalidad de las pruebas y las vidas que se perdían en el proceso. Pero escuchar esos detalles de alguien que lo había vivido en carne propia hacía que todo pareciera más real y aterrador.

—Las reglas son simples, —continuó Argus, sin dar tiempo para reflexionar demasiado—. Serán liberados en cuatro ecosistemas diferentes, todos ellos construidos por los Padres de la Patria. Estos ecosistemas simulan las condiciones extremas de nuestro mundo, pero de una manera más controlada... o eso es lo que nos dicen. —Argus sonrió con ironía, y su expresión se endureció aún más—. El primer ecosistema es el del hielo. Allí, solo ocho de ustedes pasarán. Aquellos que no logren llegar a la meta serán eliminados, no porque mueran en el ecosistema, sino porque serán ejecutados públicamente por deshonrar a su ciudad no solo el que pierda en ese ecosistema si no todos los que pierden en los ecosistemas. La pérdida no es solo personal, sino que su hogar también perderá territorio.

Argus señaló hacia el horizonte, como si estuviera señalando algo invisible, pero que estaba claro en su mente.

—Después del hielo, aquellos que sobrevivan serán trasladados al desierto, —dijo—. El calor será insoportable, el agua será casi inexistente, y la arena hará cada paso una tortura. Allí, solo cinco de ustedes podrán avanzar. Cada uno tendrá que demostrar que es capaz de sobrevivir con los recursos limitados, que podrán encontrar el camino a la meta mientras el desierto intenta consumirlos.

Nora podía sentir cómo el miedo crecía en el ambiente. El desierto era una de las peores pruebas que podrían enfrentar. El agua era un recurso invaluable, y en un lugar donde el calor del sol podía matarte en cuestión de horas, la falta de agua sería un enemigo aún peor que los otros competidores.

—El tercer ecosistema es la sabana, —continuó Argus—. Allí, las cosas se pondrán aún más difíciles. Solo dos de ustedes podrán avanzar. Tendrán que lidiar con otros competidores, con criaturas salvajes y con la falta de recursos. Solo los dos más fuertes, más astutos y más determinados llegarán al final.

Nora miró a su alrededor, viendo las caras de sus compañeros. Algunos parecían aterrados, otros intentaban mantener una expresión de valentía. Cada uno de ellos sabía que solo dos llegarían al final de la sabana.

—El último ecosistema será el bosque, —dijo Argus, su voz cargada de gravedad—. Allí, solo uno de ustedes podrá ganar. Solo uno podrá reclamar la victoria y el premio. Suministros para su ciudad y la oportunidad de proteger su territorio. Aquellos que no lo logren, aquellos que caigan, serán eliminados. Recuerden, este torneo no se trata solo de ustedes, se trata de sus familias, de sus ciudades. Cada error, cada fracaso, tendrá consecuencias para todos los que dependen de ustedes.

Un pesado silencio cayó sobre el grupo. Nora pudo sentir el peso de las palabras de Argus, como una carga que recaía sobre sus hombros. Argus observó a cada uno de ellos antes de finalmente señalar hacia un área abierta al lado del patio, donde varias armas y equipos de entrenamiento estaban alineados.

—Ahora, comencemos, —dijo—. Quiero ver de qué son capaces. Vamos, no tenemos todo el día.

Nora se unió al grupo mientras se movían hacia el área de entrenamiento. El aire caliente hacía que cada movimiento pareciera un esfuerzo, y Nora podía sentir cómo el sudor ya comenzaba a formarse en su frente, a pesar de que apenas había comenzado el día. Mientras caminaba, sintió la rigidez de sus músculos, recordándole que no había suficiente agua para darse el lujo de rehidratarse adecuadamente. Cada participante había recibido una ración de agua esa mañana, pero era apenas suficiente para mantenerlos funcionales.

El entrenamiento fue brutal. Argus los puso a correr, a levantar pesos, a practicar técnicas de combate. Nora se concentró en cada movimiento, tratando de no mostrar ninguna debilidad. Cada golpe, cada giro, cada esfuerzo era una prueba. Argus corregía posturas, los desafiaba, y no había lugar para la complacencia. Los otros participantes también se empujaban al límite, sus caras mostrando la mezcla de dolor, determinación y agotamiento.

Al finalizar la sesión de la mañana, el sol ya estaba alto en el cielo, implacable y ardiente. Argus los despidió, dándoles un breve descanso antes de la siguiente sesión. Nora se dirigió a una zona de sombra, aunque esta era escasa, y se sentó sobre la tierra caliente. Miró la pequeña cantimplora que le habían dado, con su ración diaria de agua. No más de medio litro para soportar todo el día. Cada sorbo debía ser calculado, cada gota era un lujo. Abrió la cantimplora y tomó un pequeño trago, sintiendo cómo el agua aliviaba su garganta reseca, pero sabiendo que no podía permitirse más. Cerró la cantimplora y la guardó con cuidado.

Mientras estaba allí, escuchó una voz a su lado.

—Te ves muy segura de ti misma, —dijo Marcus, el representante de Vire. Su tono era burlón, pero sus ojos tenían un brillo de seriedad.

Nora lo miró de reojo. Marcus era alto, delgado, pero sus músculos estaban marcados, y sus ojos reflejaban la experiencia de alguien que había visto cosas que otros no podían imaginar.

—Solo hago lo que tengo que hacer, —respondió Nora, sin mirarlo directamente.

Marcus se rió suavemente y se sentó junto a ella, tomando también un pequeño sorbo de su cantimplora.

—Eso está bien, —dijo Marcus—. --Pero déjame darte un consejo, por si acaso: aquí la confianza puede ser tu peor enemiga. No importa qué tan fuerte seas o cuánto hayas entrenado, este torneo no es justo, no lo digo por ayudarte lo digo para que sepas que aunque seas mujer haré lo que sea por vivir hasta el final -- se notaba la mirada fría de Marcus cuando decía esas palabras

--Cada uno tiene sus motivos, así que también haré lo que sea-- respondió Nora, mirando su cantipora

Marcus se puso de pie y solo se fue sin decir ni una palabra haciendo saber que iba a ser un enemigo

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