Adriano Mancini, un mafioso de Sicilia, dueño de varios casinos, frío y despiadado, le hará una propuesta a Alice, una bella joven que acaba de entrar en uno de sus casinos para ayudar a su hermano que ha contraído una elevada deuda de juego.
Alice tendrá que elegir, o firma el contrato de matrimonio, o su único hermano muere.
El sueño de Adriano es ser padre, pero quiere una mujer pura, que dé a luz a su hijo, con un pasado que no le gusta recordar, se niega a volver a amar a una mujer, pero será imposible luchar contra el amor que sentirá por Alice, su esposa por contrato.
Una historia de amor de un gángster con un corazón tan frío como el hielo, que acabará derritiéndose por su mujer que para él, sólo era un contrato.
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Capítulo 11
La ve subir al último escalón y corre a la nevera y bebe mucha agua helada, se mete hielo en la boca y empieza a masticar todos los cubitos que tenía.
Coge un helado y se lo mete en la boca para quitarse el ardor que aún le queda en la garganta.
Después de unos veinte minutos en la cocina intentando quitarle el sabor condimentándolo, sube y ella ya estaba vestida y acaba flipando.
-Quítate la ropa-ordenó.
Al ver que lo que intentaba no funcionaba, empezó a quitarse la blusa, luego los pantalones cortos y se quedó sólo en lencería.
Se sienta en el sillón, se siente mal y dice:
-Es para quitarse todo.
Alice se avergonzó, pero aun así se quitó el sujetador y cuando estaba a punto de quitarse las bragas, se levantó y corrió al baño, la pimienta hizo efecto, le entraron náuseas, dolor de estómago y lo apagó todo.
-Adrián, ¿estás bien? -preguntó desde la puerta del baño, mientras se ponía la ropa.
Se sentía débil y sudaba mucho, por lo que dijo:
-Vístete, vamos al hospital.
Entonces entra en el baño y lo ve pálido, sentado en el suelo, lo lleva a la ducha y lo ayuda a ducharse, luego lo ayuda a quitarse la ropa y al tocar su cuerpo, se excita, aunque el momento no era propicio.
Los dos salen del baño y ella le ayuda a ponerse algo de ropa y se cambia la suya que estaba toda mojada.
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Mientras tanto, en el piso de Eugenia...
Llevaba una hora en el baño desde que llegaron, en cuanto sale, se viste coge una almohada y una sábana, se la da a Lorenzo y le dice:
-Buenas noches, como mañana es sábado, puedes dormir hasta la hora que quieras, yo no trabajo los sábados, mañana después de comer puedes irte.
-¿Estás bromeando? He ganado la apuesta, así que me debes una cita-dijo acercándose a ella y tocando la cintura de Eugenia.
-¿Te debo? -Te dejé ganar, pero no porque quisiera salir contigo, sino porque querías dejar a tu hermano y a Alice solos esta noche-dijo.
-¿Así que sólo querías ayudar a tu amiga a pasar una noche a solas con mi hermano?
-Sí, incluso si no lo hicieras, no perdería la apuesta a propósito sólo para cenar contigo, lo que me recuerda el hecho de que todavía me sujetas la cintura.
En realidad, Eugenia se sentía motivada por estar cerca de Lorenzo, pero su temperamento nunca le permitiría admitirlo ante él.
Lorenzo se baja los pantalones y luego se quita los calzoncillos y dice:
-Garantizo que gano con tu vibrador, ¿o me equivoco?
-Lorenzo, ¿me has estado ocultando esta dote tuya todo este tiempo? Confieso que estoy tentado y no poco, siempre me ha gustado el béisbol, me encanta usar el bate, y ciertamente sé reconocer uno, pero será mejor que te vistas, hoy no estoy preparado para él no.
-¿Temes no ser capaz de satisfacerme?
-Realmente no sabes con quién estás hablando, nena, no tengo problemas en este sentido, pero como decía mi madre: el tamaño no importa, no puedo negar que es enorme y surrealista lo que estoy viendo, incluso puedo decir que estoy salivando, pero si hay algo que he aprendido y no volveré a cometer ese error, es que no cedo fácilmente, sólo porque un hombre me desee, sin olvidar que eres tú quien debe satisfacerme y no al revés, un hombre que es bueno en la cama deja huella.
Lorenzo se acerca a ella y ella huye de él, pero la atrapa y ella de espaldas a él empieza a reírse nerviosamente y le pone la mano en el bastón.
-Así que ahora quieres tocar- habla.
Se vuelve hacia él y lo besa, apretando su trasero y lo tira en el sofá y lo sigue besando, deja de mirarlo y dice:
-Buenas noches.
Corre directamente a su habitación y cierra la puerta, se quita toda la ropa y va directamente a la ducha, donde se moja y habla consigo misma en voz alta:
-No salgas hoy de esta habitación Eugenia, no hagas nada de lo que te arrepentirás mañana mujer, sé fuerte, eres una guerrera, aunque te guste un palo, eres más grande que ese palo. A quién quiero engañar, la carne es débil, ese palo es lo que más quiero.
Lorenzo mira a su amigo y, bastante agonizante, dice en voz alta
-Cómo voy a aliviar esto ahora, Eugenia, cuando te meta en una cama, te lo haré pagar.
Sigue...
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