Conquistando El Paraíso

Escucho el lamento del piso por el martillazo. Por suerte, Asha no lo lanzó contra mi cabeza.

¡Estoy vivo de milagro!

—Y la cobarde era yo —Brilla se burla de su hermana. Asha solo se estruja la cara con las manos.

—¡Cállate! —le grita Asha.

—Tú cállate —se defiende Brilla.

—¡Cállense ambas o mi mamá nos descubrirá! —mi regaño endereza la realidad de ambas gemelas—. Créanme, si mi mamá nos descubre tendremos que clavarnos ese martillo por la cabeza.

—¡Esto es culpa tuya! —me espeta Asha.

—¿Mía? Yo ni siquiera las conozco, pero ustedes abrieron un tremendo hoyo en mi pared, invadieron mi habitación, me ataron y hasta querían matarme y... ¿Soy el culpable?

—Sí —Asha resopla—, la culpa es tuya por tener tu maldita habitación al lado de la mía.

O sea, esto es el colmo de los colmos.

—La culpa es mía —acepta Brilla—, fui yo la que marqué la pared errónea.

—Tu hermana es demasiada bondadosa al echarse todo el carro encima —o sea, demasiado.

—Lo admito, no eres tan tonto como los tontos comunes —Asha hierve, en serio, creo que hasta echa fuego por la boca.

—¿Pero sigo siendo un tonto? —trato de enojarla más. No sé, me gusta verla furiosa.

—Sí, pero ahora no te conviene seguir siendo tonto.

—Es un tonto lindo —añade Brilla. O sea, ella es genial.

—Te dejaré vivir, pero... —hay que admitirlo, todo va bien hasta un "pero", y los "peros" son unos hijos de puta.

—¿Matarme era una opción? —replico en su larga pausa.

—Tu única opción es callar —Asha ríe—, porque ahora tu alma me pertenece.

—No tengo alma —no está científicamente comprobado que eso del "alma" exista.

—Ahora la tienes —ella insiste—, porque te he permitido conservarla en ese cuerpecito tuyo.

—No estaré seguro hasta estar desatado.

Brilla mira a Asha, y esta última afirma. Brilla me desata las manos y me ayuda a levantarme. Las piernas me tiemblan, no sé si por los calambres o por la maravilla de mujer que tengo enfrente.

—Si vas a lloriquear con tu mamá, te arrancaré la lengua —Asha toma el pendón de Scarlett Johansson aún en el piso y sonríe—:  De eso puedes tar seguro para siempre.

—No tendrás tanto talento sin tu lengua —Brilla completa la frase entre risas.

—Es cierto—admito—, en lo absoluto no me conviene, pero a ustedes tampoco.

—¿Es una amenaza? —Asha entrecierra sus ojos.

—Es una sugerencia.

—Sugeriría que te calles o tendré que volverte a atar —Asha redobla sus energías.

—Hazlo y grito como una niñita —ahora es mi turno de causar algunos malestares.

—¿No estás entendiendo tu situación? —Asha se sonroja.

—Entiendo que me gusta un "ganar – ganar" —propongo ente ironías— ¿Y a ti?

—A ella solo le gusta andar amargada —Brilla también ataca a su hermana.

—¡Brilla! —las venas de la ira brotan en Asha.

—Lo siento —se disculpa Brilla.

Las gemelas siguen peleando, y yo aprovecho el descuido para mirar más allá del hoyo en la pared. La habitación de al lado tiene una cama más grande que la mía, y almohadas más grandes que las mías, y una luz rosa mucho más intensa que los latidos de mi corazón. Hay atrapa sueños por todos lados, colgando desde cuerdas negras junto a las cabezas cercenadas de un montón de peluches. Estoy tan perdido en lo que veo que no me dan ganas de prestarle atención a nada.

De pronto Asha bloquea mis pupilas, y yo repunto con mis intenciones.

—No sé en qué andan metidas —necesito saberlo—, pero un hoyo en la pared no se hace por amor al arte —suelto mi estocada—: Quiero entrar.

—Puedes entrar en mi habitación cuando quieras —insinúa Brilla, guiñándome el ojo.

Asha no se sorprende con mi sugerencia. Se acerca y con su alargada mano en mi cuello me empuja a la pared. Siento su respiración demasiado fría, y elevo mis ojos para poder ver los suyos.

—Tu alma es mía —me recuerda Asha— y mientras sea mía no tendrás derecho a exigir nada.

—¿Eso quiere decir...? —hablo sin aliento en mis pulmones.

—No quiere decir nada que no esté relacionado con que mantengas la boca cerrada.

—Hablando amablemente —Brilla también se une a su hermana, pero ella solo me acaricia las mejillas— callar es lo que necesitamos de ti ahora.

—Y siempre —agrega Asha, afincando sus manos en mi cuello.

Se aparta de mí, y cuando se aleja noto que mueve mucho la cintura. Se agacha y toma el afiche, y lo sacude, y luego vuelve a mirarme.

—Toma —Asha me lanza de mala gana el afiche de Scarlett Johansson—. Cubre el hoyo, y agradece que te dejara algo lindo para decorar esta habitación horrenda.

Asha se aleja de mí aún más. Camina hasta el hoyo en la pared y, antes de escabullirse al otro lado, me lanza una señal de recordatorio: pone su dedo sobre sus labios para que yo guarde silencio. Luego desaparece y su hermana sigue su rastro.

—Si fuera tú no durmiera —Brilla se detiene en el borde del agujero—, puede que alguien te observe del otro lado —me lanza un guiño y un besito con la mano, y la sopla como para que el beso imaginario llegue a mis mejillas.

Lo que veo después es cómo Brilla coloca un afiche desde su lado de la habitación (no sé si también de Scarlett Johansson) y ahora no veo la luz rosa del interior, ni atrapa sueños, ni cabezas de peluches, ni nada más que un pedazo de pendón azul. Me acerco y me dejo caer en el suelo con Scarlett Johansson en la mano, y aun sin poder creer en lo que ha sucedido.

Scarlett se ríe, y yo me río con ella. O sea, ¡es una locura!  Pero no tanto cuando escucho que tocan a mi puerta. Son tres golpes consecutivos, secos y desesperados. Luego oigo a la persona que se encuentra del otro lado de la puerta, y se oye muy asustada:

—Gabriel, ¿estás bien? Escuché una explosión y juraría que fue en tu cuarto.

¡Diablos! Es mi madre, ¡y quiere que abra la puerta!