el mundo de los sueños se despliega en toda su gloria: nubes formadas por palabras flotan en un cielo etéreo, un río de luz líquida serpentea hacia un bosque oscuro y ominoso en el horizonte, y formas abstractas se mezclan con paisajes imposibles. La niña parece semitransparente, lo que indica que se encuentra atrapada entre los dos mundos.
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El Puente de los Susurros
Emma avanzó por el pasaje recién abierto, dejando atrás el laberinto de espejos y el libro que había escrito con su determinación. El camino la llevó a un espacio vasto, donde el suelo parecía disolverse en la nada, y el cielo era una mezcla de colores oscuros y luces parpadeantes, como un mar estrellado al revés.
Ante ella, un puente se extendía hacia el infinito. Era delgado y frágil, hecho de madera vieja y cuerdas desgastadas, y oscilaba ligeramente aunque no había viento. Emma se detuvo, evaluando su próximo paso. El puente parecía interminable, perdiéndose en la oscuridad, pero sabía que debía cruzarlo.
—Esto es una trampa —susurró para sí misma, intentando convencerse de que podría haber otra opción.
Mientras avanzaba hacia el borde del puente, un sonido suave llenó el aire. Al principio, pensó que era el viento, pero pronto se dio cuenta de que eran voces. Voces familiares, lejanas, como si vinieran de un lugar inalcanzable.
—Emma...
Se detuvo en seco. Era la voz de su madre.
—Emma, por favor, vuelve con nosotros...
Emma cerró los ojos, sintiendo que un nudo se formaba en su garganta. No sabía si esas voces eran reales o una ilusión creada por el lugar en el que estaba, pero escuchar a su madre la llenó de esperanza y tristeza al mismo tiempo.
—Estoy intentando regresar —susurró, sin saber si su madre podía escucharla.
El puente crujió bajo sus pies cuando dio el primer paso. El sonido de las tablas de madera resonó como un eco en el vasto vacío, y las voces se hicieron más claras. Ahora podía escuchar a su padre también, hablando con una mezcla de preocupación y amor.
—Emma, no te rindas. Te estamos esperando.
Cada paso que daba parecía atraer más voces. No solo eran las de su familia, sino también las de amigos, maestros, y hasta desconocidos que apenas recordaba. Pero junto con las palabras de aliento, comenzaron a surgir otras.
—No lo lograrás... —dijo una voz burlona.
Emma se detuvo, mirando a su alrededor.
—¿Quién dijo eso?
—Eres demasiado débil para cruzar —continuó la voz, esta vez más clara. Era una versión distorsionada de la suya propia.
Los susurros aumentaron en intensidad, llenando el aire a su alrededor. Algunas voces la alentaban, mientras que otras trataban de detenerla.
—No te mereces regresar.
—Eres más fuerte de lo que crees.
—Nunca despertarás.
—Continúa, Emma. Estamos aquí contigo.
Emma sintió que su cabeza daba vueltas. Las cuerdas del puente crujían bajo el peso de su confusión, y las tablas se tambaleaban, amenazando con romperse. Respiró hondo, intentando calmarse.
—Esto es solo un truco —dijo en voz alta, aunque su corazón latía con fuerza.
Las voces no se detuvieron, pero Emma decidió ignorarlas. Concentrándose en sus pasos, avanzó lentamente, manteniendo la vista en el horizonte, aunque no podía ver el final del puente.
Sin embargo, a medida que avanzaba, el vacío comenzó a cambiar. Oscuras figuras comenzaron a aparecer a su alrededor, flotando en el aire. Eran sombras humanoides, con formas apenas definidas, y ojos brillantes que la observaban sin parpadear.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó Emma, deteniéndose en el centro del puente.
Una de las figuras habló, su voz profunda y resonante.
—Somos tus dudas, tus miedos, tus arrepentimientos. Somos todo lo que llevas contigo, Emma.
Emma apretó los puños.
—No voy a dejar que me detengan.
—¿Estás segura? —preguntó otra sombra—. Si continúas, tendrás que enfrentarnos. No puedes ignorarnos para siempre.
El puente comenzó a sacudirse, como si las sombras intentaran derribarlo. Emma cayó de rodillas, sujetándose a las cuerdas para no perder el equilibrio. Su mente estaba llena de susurros, un torbellino de voces que la hacían dudar.
Recordó lo que había escrito en el libro del laberinto: "Soy Emma, y no me rendiré."
—Ustedes no me controlan —dijo con firmeza, levantándose.
Las sombras se movieron rápidamente hacia ella, pero en lugar de retroceder, Emma cerró los ojos y dio un paso más. A medida que avanzaba, las figuras comenzaron a desvanecerse, como si su determinación fuera suficiente para disiparlas.
Finalmente, el ruido cesó, y las sombras desaparecieron por completo. El puente dejó de tambalearse, y Emma se dio cuenta de que había llegado al otro lado.
Delante de ella había una puerta blanca, simple y sin adornos. Emma la miró, sabiendo que cada paso que daba la acercaba más al despertar.
—Estoy lista —dijo, empujando la puerta.
La luz que la recibió era cegadora, y durante un momento, Emma sintió que flotaba. Cuando abrió los ojos, estaba en una nueva habitación. No era un hospital, pero tampoco el mundo de los sueños. Frente a ella, estaba la mujer de ojos dorados, sonriendo suavemente.
—Bien hecho, Emma —dijo la mujer—. Has demostrado que eres más fuerte de lo que creías. Pero aún queda un último paso.
Emma asintió, sabiendo que su viaje no había terminado.
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