En un giro del destino, Susan se reencuentra con Alan, el amor de su juventud que la dejó con el corazón roto. Pero esta vez, Alan regresa con un secreto que podría cambiar todo: una confesión de amor que nunca murió.
A medida que Susan se sumerge en el pasado y enfrenta los errores del presente, se encuentra atrapada en una red de mentiras, secretos y pasiones que amenazan con destruir todo lo que ha construido.
Con la ayuda de su amigo Héctor, Susan debe navegar por un laberinto de emociones y tomar una decisión que podría cambiar el curso de su vida para siempre: perdonar a Alan y darle una segunda oportunidad, o rechazarlo y seguir adelante sin él.
NovelToon tiene autorización de Vicky30 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
¿Mente o corazón?
Capitulo 22
Susan se dio la vuelta para irse, pero Alan la detuvo, agarrándola suavemente del brazo.
—Espera, Susan —dijo. —Por favor, no te vayas aún. Necesito hablar contigo.
Susan se sintió un poco incómoda con el contacto de Alan, pero no se resistió. En su lugar, se dio la vuelta y lo miró a los ojos.
—¿Qué hay que hablar, Alan? —preguntó. —Ya me dijiste que te habías casado con Helena. ¿Qué más hay que decir?
Alan se encogió de hombros, su mirada intensa.
—Hay mucho que decir, Susan —dijo. —Y prefiero decírtelo en un lugar más privado. ¿Puedo acompañarte a tu casa?
Susan se sintió un poco renuente, pero Alan le prometió que no entraría en su casa, que solo quería hablar con ella desde afuera.
—Está bien —dijo finalmente. —Pero solo hablaremos desde afuera. No entrarás en mi casa.
Alan asintió, sonriendo débilmente.
—Lo prometo —dijo. —Solo quiero hablar contigo.
Susan asintió y se dio la vuelta para caminar hacia su casa, con Alan siguiéndola de cerca. La noche era fresca y silenciosa, y Susan se sintió un poco incómoda con la presencia de Alan a su lado.
Pero estaba decidida a escuchar lo que él tenía que decir, y a descubrir qué había cambiado en él desde que se habían separado.
Al llegar a la casa de Susan, Alan se detuvo frente a la puerta y se dio la vuelta para mirarla a los ojos.
—Susan, por favor —dijo, su voz llena de emoción. —Dame otra oportunidad. Te amo, y quiero estar contigo. Quiero que seas mi esposa, y que vivamos juntos.
Susan se sintió sorprendida por la propuesta de Alan, y se sintió un poco confundida. ¿Por qué Alan quería estar con ella después de todo lo que había pasado?
Pero antes de que pudiera responder, Alan continuó hablando.
—Y no me importa que tus hijos sean de otro hombre —dijo. —Puedo aceptarlos como mis propios hijos. Quiero ser un padre para ellos, y quiero que sean parte de nuestra familia.
Susan se sintió indignada por las palabras de Alan. ¿Cómo podía él hablar de sus hijos de esa manera? ¿Cómo podía él pensar que podía simplemente aceptar a sus hijos como suyos propios?
Y entonces, sin pensarlo, Susan le dio una bofetada a Alan. La bofetada sonó fuerte en el silencio de la noche, y Alan se sintió sorprendido por la reacción de Susan.
Pero entonces, Susan se dio cuenta de algo. Se dio cuenta de que Alan no sabía que los gemelos eran suyos. Se dio cuenta de que Alan no sabía que era el padre de sus hijos.
Y entonces, Susan se sintió confundida y emocionada al mismo tiempo. ¿Qué debía hacer? ¿Debía decirle a Alan la verdad sobre los gemelos? ¿O debía mantener el secreto y seguir adelante con su vida sin él?
Alan se recuperó de la bofetada y se acercó a Susan, su mirada intensa.
—No importa, Susan —dijo. —Sé que vives feliz, pero yo soy egoísta. No me importa si estás feliz o no, mientras estemos juntos.
Susan se sintió asqueada por la respuesta de Alan. ¿Cómo podía él ser tan egoísta y no importarle su felicidad?
—¿Y qué hay del otro hombre? —preguntó Alan, su mirada curiosa.
Susan se sintió confundida. ¿de qué hombre estaba hablando Alan?
—¿Qué hombre? —preguntó Susan, su voz llena de confusión.
Alan sonrió, su mirada astuta.
—El hombre que siempre está contigo —dijo. —El hombre que te cuida y te protege.
Susan se dio cuenta de quién estaba hablando Alan. Se dio cuenta de que se refería a Héctor.
—¿Héctor? —preguntó Susan, su voz llena de sorpresa.
Alan asintió, su mirada intensa.
—Sí, Héctor —dijo. —¿Qué hay entre ustedes dos?
Susan se dio la vuelta para entrar en su casa, pero antes de que pudiera hacerlo, Alan se acercó a ella y le robó un beso. Susan se sintió sorprendida y confundida por el beso, y rápidamente lo quitó de su boca.
—No te metas en mis asuntos —le dijo Susan, su voz firme. —Ya has hecho suficiente daño en mi vida.
Alan sonrió, su mirada astuta.
—No te preocupes, Susan —dijo. —Solo estaba probando si todavía hay algo entre nosotros.
Susan se sintió indignada por la respuesta de Alan, y se dio la vuelta para entrar en su casa.
—Buenas noches, Alan —dijo, su voz fría.
Alan se quedó en la oscuridad, sonriendo como si hubiera obtenido una victoria. Pero Susan no se dio la vuelta para mirarlo. En su lugar, se metió en su casa y cerró la puerta detrás de ella, dejando a Alan solo en la noche oscura y fría.
La risa infantil de los gemelos se escuchó de nuevo, y Susan sonrió, sintiendo un gran alivio al estar de nuevo en su hogar, rodeada de sus hijos y lejos de la influencia negativa de Alan.
Susan entró en su casa y se dirigió hacia la sala de estar, donde encontró a los gemelos riendo y viendo televisión. Al principio, se sintió contenta de ver a sus hijos felices y entretenidos, pero pronto su sonrisa se convirtió en un destello de enojo.
¿Cómo podían estar viendo televisión cuando ella los había dejado dormidos antes de salir? Susan se sintió confundida y un poco preocupada. ¿Quién había estado cuidando a los gemelos mientras ella estaba fuera?
Los gemelos, que habían estado absortos en la televisión, se dieron cuenta de la presencia de Susan y se volvieron hacia ella con sonrisas inocentes.
—Mamá, ¿qué pasa? —preguntó uno de los gemelos.
Susan se sintió un poco más calmada al ver la inocencia en los ojos de sus hijos. Pero todavía estaba decidida a averiguar qué había pasado mientras ella estaba fuera.
—¿Quién os ha estado cuidando? —preguntó Susan, tratando de mantener la calma.
Los gemelos se miraron entre sí y luego se volvieron hacia Susan.
—Héctor nos ha estado cuidando —dijo uno de los gemelos.
Susan se sintió un poco más aliviada al saber que Héctor había estado cuidando a los gemelos. Pero todavía estaba decidida a averiguar qué había pasado mientras ella estaba fuera.
Susan entró en la cocina y vio a Héctor sentado a la mesa, bebiendo una taza de té. Se le acercó y le preguntó qué pasaba.
—¿Qué pasa, Héctor? —preguntó Susan, su voz suave.
Héctor se disculpó por ir a altas horas de la noche, pero explicó que necesitaba hablar con ella. Le dijo que había entrado en la casa con su llave, pero que al no encontrarla en su habitación, fue a la de los gemelos y, por accidente, los levantó.
Susan se sintió un poco más calmada al saber que Héctor había estado cuidando a los gemelos. Pero todavía estaba decidida a saber qué había pasado mientras ella estaba fuera.
—¿Qué querías hablar conmigo? —preguntó Susan, su voz curiosa.
Héctor se levantó de la silla y se acercó a Susan. Su mirada era seria y preocupada.
—Quería hablar contigo sobre Alan —dijo Héctor. —Me preocupa que esté tratando de manipularte de nuevo.
Susan se sintió un escalofrío al escuchar el nombre de Alan. Sabía que Héctor tenía razón, que Alan era capaz de manipularla y hacerle daño. Pero también sabía que ella no podía permitir que eso sucediera de nuevo.
Susan preguntó a Héctor por qué pensaba que Alan estaba tratando de manipularla de nuevo. Héctor se encogió de hombros y comenzó a enumerar las razones por las que no confiaba en Alan.
—Primero, te abandonó cuando más lo necesitabas —dijo Héctor, su voz llena de indignación. —Te dejó sola y vulnerable, sin siquiera mirar atrás.
Susan sintió un escalofrío al escuchar las palabras de Héctor. Sabía que era verdad, que Alan la había abandonado de manera cruel y sin explicación.
—Y después, involuntariamente, causó la muerte de tu madre —continuó Héctor, su voz llena de rabia. —Ella se preocupó tanto por ti y por la situación que te había dejado Alan, que tuvo que viajar apresuradamente, llevándola a tomar ese autobús que la llevo a la muerte.
Susan sintió como si hubiera sido golpeada en el estómago. La muerte de su madre era un tema delicado para ella, y escuchar a Héctor hablar de ello de esa manera la hizo sentirse muy incómoda.
—Y después de todo eso, te hace daño de nuevo —continuó Héctor, su voz llena de odio hacia Alan. —Te hace sentir mal, te hace dudar de ti misma y de tus sentimientos. Te hace sentir como si no fueras lo suficientemente buena para él.
Susan solo sintió como si estuviera reviviendo todo el dolor y la tristeza que había experimentado en el pasado. Escuchar a Héctor hablar de Alan de esa manera la hizo sentirse muy incómoda y muy enojada.
—No te preocupes, Susan —dijo Héctor, su voz suave y reconfortante. —No dejaré que te haga daño de nuevo. Estoy aquí para protegerte y para ayudarte a superar todo esto.
Susan se sentía confundida y dividida. Por un lado, sabía que Héctor tenía razón en todo lo que había dicho sobre Alan. Sabía que Alan la había lastimado y que no era bueno para ella. Pero por otro lado, su corazón seguía gritando el nombre de Alan. Incluso después de todo lo que había pasado, incluso después de que Alan la había destrozado, su corazón seguía sintiendo algo por él.
Susan se sentía como si estuviera luchando contra sí misma. Su cerebro apoyaba las razones de Héctor y sabía que debía alejarse de Alan, pero su corazón se sentía pesado y no podía dejar de pensar en él.
Héctor se dio cuenta de la confusión de Susan y se acercó a ella. La tomó de la mano y la miró a los ojos.
—Susan, no te preocupes —dijo. —Estoy aquí para ti. Te ayudaré a superar esto y a encontrar la felicidad de nuevo.
Susan se sintió un poco más calmada al escuchar las palabras de Héctor. Sabía que él estaba allí para ella y que la ayudaría a superar todo esto. Pero todavía se sentía confundida y dividida. ¿Qué debía hacer? ¿Debía seguir su corazón y regresar con Alan, o debía seguir su cerebro y alejarse de él para siempre?