En un mundo de apariencias perfectas, Marina creía tenerlo todo: un matrimonio sólido, una vida de ensueño y una rutina sin sobresaltos en el exclusivo vecindario de La Arboleda. Pero cuando una serie de mentiras y comportamientos extraños la llevan a descubrir la verdad sobre Nicolás, su esposo, su vida se desmorona de manera inimaginable.
El amor, la traición y un secreto desgarrador se entrelazan en esta historia llena de misterio y suspenso.
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Sombras de otra vida
La casa de Nicolás estaba sumida en un silencio inquietante. Desde la muerte de Marina, el espacio parecía más grande, más vacío, y al mismo tiempo, opresivo. Las noches eran las peores. El insomnio se había convertido en su compañero constante, y los ruidos del entorno, antes insignificantes, ahora tenían un eco siniestro.
Una madrugada, mientras intentaba conciliar el sueño en el sofá, un golpe sordo lo hizo incorporarse de inmediato. Era un sonido metálico, como si algo pesado hubiera caído en la cocina.
—¿Quién está ahí? —preguntó, su voz rompiendo el silencio.
El eco de su pregunta fue la única respuesta que recibió. Sin embargo, la sensación de ser observado lo envolvía. Nicolás se levantó con cautela, encendiendo las luces a su paso.
Al llegar a la cocina, todo parecía estar en orden, excepto por un cuchillo que yacía en el suelo. Se agachó para recogerlo, pero un escalofrío recorrió su cuerpo antes de que pudiera tocarlo. Giró la cabeza bruscamente, convencido de que algo o alguien estaba detrás de él.
Nada.
Tomó el cuchillo rápidamente y lo dejó sobre la encimera, sintiendo un peso invisible en el aire.
La culpa y las sombras
El amanecer trajo consigo una falsa sensación de normalidad. Nicolás se obligó a seguir su rutina. A pesar de sus intentos por ignorar lo ocurrido, el recuerdo de Marina lo perseguía.
En un intento de distraerse, tomó el relicario de Marina, que había guardado en un cajón de su escritorio. Era el único objeto que había decidido conservar. Lo observó bajo la luz del día, esperando que le revelara algún significado, pero el metal frío no ofrecía respuestas.
De repente, un susurro rompió el silencio.
—¿Por qué lo hiciste?
Nicolás giró rápidamente en su silla, pero estaba solo. El sudor comenzó a perlar su frente.
—Esto no es real, —murmuró para sí mismo, apretando el relicario en su mano.
El susurro volvió, esta vez más claro.
—Sabes lo que hiciste, Nicolás.
Dejó caer el relicario, que rodó hasta el otro lado del escritorio. Su respiración se volvió errática, y sus manos temblaban.
El encuentro con lo inexplicable
Esa noche, el ambiente de la casa se volvió más pesado. Las luces titilaban sin motivo aparente, y los ruidos extraños eran cada vez más frecuentes. Nicolás intentó ahogarlos con música, pero incluso los acordes parecían distorsionados, como si las melodías se burlaran de él.
A las tres de la mañana, el timbre sonó. Era un sonido agudo, inesperado y completamente fuera de lugar. Se acercó a la puerta con cautela, mirando por la mirilla.
No había nadie.
Abrió la puerta lentamente, y el aire frío de la noche lo envolvió. No había señales de vida, pero al mirar hacia abajo, vio un sobre. Lo recogió, sintiendo cómo el papel pesaba más de lo que debería.
Adentro, solo había una fotografía: Marina y él en tiempos más felices. En el reverso, una frase escrita a mano: “No puedes escapar de lo que hiciste.”
—¡Basta! —gritó, arrojando la foto al suelo.
El grito resonó en la casa, pero no alivió la presión que sentía en el pecho. En ese momento, las luces se apagaron por completo.
El espectro de Marina
En la oscuridad, Nicolás sintió que no estaba solo. Un susurro comenzó a llenar el espacio, suave al principio, pero luego cada vez más fuerte. Era la voz de Marina.
—Nicolás...
Él giró sobre sus talones, buscando el origen de la voz.
—Marina, ¿eres tú? —preguntó, su voz temblando entre incredulidad y desesperación.
Una figura comenzó a materializarse en la penumbra. Era ella. Su cabello caía en cascadas oscuras, y sus ojos brillaban con una intensidad sobrenatural.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó, dando un paso hacia él.
Nicolás retrocedió, tropezando con el borde del sofá.
—¡No quería que nada de esto sucediera! —gritó.
—¿No querías? —repitió Marina, su voz cargada de ira. —Entonces, ¿por qué me traicionaste?
—Yo... yo no sabía, —balbuceó Nicolás, sintiendo que las lágrimas llenaban sus ojos.
—Sabías exactamente lo que hacías, —dijo ella, acercándose más. —Sabías que tu ambición, tus mentiras, y tu cobardía nos destruirían a todos.
La figura de Marina comenzó a temblar, como si su rabia la desestabilizara.
El peso de la verdad
Nicolás cayó de rodillas, incapaz de sostener la intensidad de su mirada.
—¡Lo siento! —gritó, su voz quebrándose. —No quería lastimarte, no quería...
—Pero lo hiciste, —interrumpió Marina, su tono ahora más frío, más distante.
El relicario, que aún estaba en el suelo, comenzó a brillar con una luz extraña. Marina lo señaló.
—Ese objeto guarda más de lo que crees, Nicolás. No solo mi vida, sino todas las vidas que destruimos juntos.
Nicolás alzó la vista, sus ojos llenos de confusión.
—¿Qué significa eso?
—Significa que esto no es solo nuestra historia, —respondió ella. —Es un ciclo que hemos repetido una y otra vez, siempre con el mismo final.
La elección final
El relicario comenzó a vibrar, llenando la habitación con un zumbido inquietante. Nicolás lo tomó en sus manos, sintiendo que el calor del metal quemaba su piel.
—¿Qué se supone que haga? —preguntó, mirando a Marina con desesperación.
—Rompe el ciclo, —dijo ella. —O cede a él y deja que todo vuelva a empezar.
—¿Cómo?
Marina no respondió. En su lugar, comenzó a desvanecerse lentamente, su figura convirtiéndose en un remolino de luces y sombras.
—¡Espera! —gritó Nicolás. —¡No me dejes!
Antes de desaparecer por completo, Marina susurró:
—La elección siempre ha sido tuya.
El silencio antes de la tormenta
Cuando la luz del relicario se apagó, Nicolás quedó solo en la oscuridad. El aire estaba cargado, como si el universo entero contuviera la respiración, esperando su próximo movimiento.
Se sentó en el suelo, el relicario aún en sus manos. Por primera vez en mucho tiempo, sintió un atisbo de claridad. Sabía lo que debía hacer.
Pero justo cuando estaba a punto de actuar, un ruido ensordecedor sacudió la casa, y las paredes comenzaron a temblar. Una risa, profunda y gutural, resonó a su alrededor.
—¿De verdad crees que puedes escapar? —dijo una voz desconocida, resonando desde las sombras.
Nicolás levantó la mirada, su cuerpo paralizado por el terror. Frente a él, una figura que no era humana emergió de la penumbra, sus ojos brillando como dos brasas encendidas.
El relicario comenzó a calentarse nuevamente en sus manos, pulsando como si tuviera vida propia.
Y entonces, todo se oscureció.
La llegada de un nuevo y temible jugador cambia las reglas del juego. ¿Qué secretos esconde realmente el relicario? ¿y a qué costo puede romperse el ciclo?