Entre Dos Mundos: El Encanto De La Mitad Y Mitad

Mientras el autobús avanzaba por la ciudad, Liz miraba por la ventana, aunque sus pensamientos estaban muy lejos del paisaje que pasaba a su alrededor. Seguía dándole vueltas a la decisión que había tomado esa tarde: ¿había sido una buena idea cantar? Siempre había amado la música, pero la experiencia había traído consigo un nuevo tipo de ansiedad. Sabía que como sirena, su canto podía ser peligroso. Se había perdido en la melodía, olvidándose de todo, y ese olvido la asustaba.

Sabía bien que las sirenas podían afectar a quienes las escuchaban, llevarlos a un estado de trance, o peor. Había historias de marineros que, después de escuchar el canto de una sirena, habían perdido la razón o incluso se habían arrojado al mar. Era un poder que Liz nunca había querido ejercer, pero a veces, cuando se sumergía en la música, sentía que estaba al borde de perder el control. Se preguntaba si había hecho algo mal, si alguien en la audiencia había sentido ese tirón hacia la oscuridad.

El autobús llegó a su parada. Liz se bajó y comenzó a caminar hacia su casa. Por lo general, este tramo del camino la deprimía; el paisaje era el mismo de siempre, y sus padres solían ser estrictos con ella cuando llegaba tarde. Pero esta vez, no sentía esa pesadez en el corazón. Había pasado un día increíble con su mejor amiga, y eso le daba algo de esperanza. Por primera vez, el camino hacia su casa no se sentía como un regreso a la rutina, sino como un paso hacia algo mejor.

La brisa de la noche le acarició el rostro mientras caminaba lentamente por la calle. El vecindario, que solía parecerle opresivo, ahora le parecía acogedor. Tal vez porque se sentía un poco más libre, un poco más conectada con el mundo exterior. Sabía que sus padres tendrían algo que decirle sobre llegar tarde, pero esa preocupación ya no la consumía. Había encontrado algo que valía la pena, y eso le daba fuerzas para enfrentar cualquier cosa que viniera.

Liz tomó un respiro profundo, dejando que el aire fresco llenara sus pulmones. Por primera vez en mucho tiempo, no se sentía una extraña en su propia ciudad. Sintió que estaba empezando a encontrar su lugar, y aunque el miedo de su canto seguía presente, ya no era lo único que definía su existencia. Con el tiempo, aprendería a controlarlo y, mientras tanto, disfrutaría de las cosas buenas que la vida le ofrecía.

¿En qué estás pensando? —preguntó Demian mientras caminaba al lado de Liz, sorprendiéndola con su repentina aparición.

¡Ahh! ¿Qué rayos haces aquí? —exclamó Liz, sobresaltada por el brusco sonido de su voz. Su corazón latía rápido, pero ella intentaba aparentar calma.

¿Te asusté? —dijo Demian con una sonrisa socarrona. Su actitud era relajada, casi juguetona.

No le veo la gracia, Demian. ¿Qué haces por aquí? —dijo Liz, intentando sonar enojada, pero había algo en sus ojos que la traicionaba, una chispa de interés.

Tranquila, preciosa. Vivo cerca. Solo quería saludarte, ¿o acaso eso está prohibido? —respondió Demian, con ese tono de arrogancia que lo caracterizaba.

Liz levantó una ceja y lo miró de reojo. Demian siempre aparecía en los momentos más inesperados, y aunque nunca lo admitiría en voz alta, le intrigaba esa actitud misteriosa.

¿Es por eso que te vi por primera vez en ese callejón? —murmuró Liz, sin darse cuenta de que Demian la escuchaba.

¿Qué dijiste? —preguntó Demian, mirándola fijamente, su rostro ahora serio.

Nada importante... No te enojes —dijo Liz con una sonrisa forzada. Había algo en la mirada de Demian que la hacía sentir un poco nerviosa, pero no de una manera desagradable.

Detesto a la gente que no puede decir las cosas claramente —respondió Demian, su voz ahora dura, casi fría.

Liz sintió la tensión en el aire y, antes de que él pudiera alejarse, alcanzó a sujetar su chaqueta. Fue un gesto impulsivo, pero no quería que se fuera sin entender por qué de repente estaba tan distante.

Demian se giró bruscamente, sus ojos fijos en los de Liz. Había algo intenso en su mirada, como si estuviera evaluando cada palabra antes de decirla.

Puedes soltarme, debo irme —dijo Demian, su tono era más gélido de lo habitual.

Liz lo soltó, pero no quería dejar que el momento se rompiera así. No entendía qué había dicho para que Demian reaccionara de esa manera. Tal vez había sido demasiado dura con sus palabras.

Te soltaré si me dices qué hice para que te molestaras —dijo Liz, tratando de sonar comprensiva.

Ya te lo dije, odio que la gente murmure en lugar de decir lo que piensa —respondió Demian, su voz era tan cortante como una hoja de acero.

Liz sintió una punzada de remordimiento. No quería que las cosas terminaran así. Había algo en Demian que la atraía, como un misterio que quería desentrañar.

Lo siento, me agradas. Me gustaría seguir en contacto contigo —dijo Liz, intentando suavizar el momento.

Demian suspiró, como si estuviera decidiendo si debía ceder o no. Finalmente, accedió con un gesto leve de la cabeza y dijo:

De acuerdo, ¿quieres intercambiar números?

Liz asintió, con una sonrisa genuina. Le pasó su teléfono para que él anotara su número, y Demian hizo lo mismo. Mientras ella escribía, Demian la miraba con un toque de desinterés, pero había algo en sus ojos que no podía ocultar.

Después de intercambiar números, Demian señaló la casa que estaba frente a la de Liz.

Vivo allí —dijo casualmente.

Liz abrió los ojos sorprendida. ¿Cómo no lo había notado antes?

¿Vives enfrente de mi casa? —preguntó, incrédula.

Sí, me mudé recientemente. Mis padres y yo vivimos en el extranjero varios años, pero ahora hemos vuelto —respondió Demian, como si no fuera nada especial.

Liz sintió una extraña mezcla de emociones. Todo este tiempo, Demian había estado tan cerca, pero ella nunca lo había visto antes.

Demian comenzó a alejarse, sin dar más explicaciones. Liz lo miró mientras cruzaba la calle y entraba en su casa. Ella también hizo lo mismo y entro a su casa, una vez dentro, ella subió rápidamente a su habitación, se arrojó sobre su cama y gritó en su almohada. Estaba emocionada, confundida y, al mismo tiempo, intrigada por ese chico que ahora vivía justo enfrente.

¿Quién es realmente Demian? —se preguntó Liz, su mente girando con preguntas sin respuestas. No podía dejar de pensar en él, y eso la hacía sentir un torbellino de emociones nuevas y emocionantes.

Debo contarle esto a Mel, seguro no me lo va a creer - se dijo a si mismo Liz, mientras tomaba su celular y le escribía a su mejor amiga Mel.

Adivina que acabo de descubrir!! No me lo vas a creer !! - escribió Liz.

Cuéntame, de que se trata? Te sucedió algo ? - escribió Mel. No me dejes en suspenso!!

Recuerdas a Demian? - escribió Liz.

Si, obvio que lo recuerdo, es un chico muy guapo, con una voz increíble, como lo iba a olvidar - escribió Mel.

Vive enfrente de mi casa !! - escribió Liz.

Queee!!! Debes estar bromeando, no juegues conmigo Liz!! - escribió Mel.

No bromeo, es verdad, me lo tope cuando caminaba hacia mi casa - escribió Liz.

Esto es increíble Liz!! Tienes a un chico súper guapo frente a tu casa, es la oportunidad perfecta para que te conozca mejor y quien sabe, tal vez pueda ser tu primer amor!!  O el mío si consigues llevarte mejor con el - escribió Mel.

Que dices Mel… es lindo pero no se si yo le intereso de esa manera, además aún debo conocerlo mejor. -escribió Liz al tiempo que dejaba el teléfono y soltaba un suspiro.

Las chicas siguieron conversando un rato más, hasta muy tarde, para entonces ya habían llegado los padres de Liz, pero todo lo que ella había hecho el día de hoy, había pasado desapercibido, por lo que se despreocupó y se fue a dormir.

Ahora bien, ¿Quien es Demian? Para eso regresaremos en el tiempo...

Demian Duat despertó en una habitación desconocida, un espacio lleno de objetos extraños y modernos que ya no reconocía. Es un joven alto y fornido, con piel morena como la arena del desierto y ojos de un intenso color miel que reflejaban su desconcierto. Su cabello negro caía en rizos desordenados sobre su frente y tenía un rostro que cualquiera podría considerar atractivo, pero en ese momento, su expresión era de completa confusión.

Había dormido como cualquier noche normal, pero cuando abrió los ojos, algo había cambiado. No sabía cómo, pero estaba seguro de que ya no era solo Demian Duat; algo más habitaba en su cuerpo, algo antiguo y poderoso. Memorias extrañas inundaban su mente: templos antiguos, rituales en el crepúsculo, el sonido del Nilo fluyendo lentamente. Y sin embargo, estaba en una habitación moderna, con paredes blancas y muebles que de momento no entendía.

Demian descrubio que el fue Anubis, el antiguo dios egipcio de los muertos y protector de tumbas. Pero en esta vida, era solo un joven más, sin poderes ni la sabiduría ancestral de su yo anterior. Se encontró rodeado de objetos que para la mayoría de la gente eran cotidianos, pero para él eran enigmas en ese momento: un televisor, un teléfono móvil, incluso la ropa que vestía le resultaba extraña, como si nunca los hubiera visto antes, su mente estaba hecha un desastre.

Mientras se levantaba de la cama y exploraba la habitación, trató de mantener la calma y pensar en qué hacer a continuación. No tenía idea de por qué estaba ahí, ni cómo había llegado a esa situación. Lo único que sabía era que no podía permitirse mostrar su desconcierto. Tendría que fingir qué aún seguía siendo sólo el joven al que ahora pertenecía su cuerpo, mientras intentaba descubrir su propósito en esta nueva vida y la razón del porque de pronto recordaba parte de su vida pasada.

Demian aún vivía con su familia, lo que lo hacía todo más complicado. Había pasado tiempo desde que fue Anubis, y la ciudad donde ahora residía, Cynopolis, había cambiado mucho. Las calles ya no tenían la misma vibra, y las personas parecían muy diferentes a las que recordaba. Los rascacielos y las luces de neón eran nuevos para él, pero se obligó a actuar como si todo fuera normal, su mente estaba hecha un remolino, confundiendo el antes con el ahora, olvidando un poco lo que ya era normal para él, mientras intentaba recuperar los fragmentos de su antigua identidad.

Sin embargo, la estabilidad no duró mucho. Poco después de que a Demian le regresaran algunas de sus memorias pasadas, sus padres recibieron una transferencia laboral y se mudaron a Freshber, una ciudad totalmente distinta. El traslado fue rápido y eso lo dejó aún más confundido, ya que apenas había tenido tiempo de familiarizarse con Cynopolis.

Ahora, en un entorno nuevo, Demian debía empezar de nuevo, fingiendo ser el joven que todos conocían mientras trataba de encontrar sentido a las memorias y visiones que lo asaltaban. Sabía que había un propósito en su regreso, pero esa razón seguía oculta en las sombras de su mente. Lo único claro era que el viaje apenas comenzaba.