Me Muero Con Él

Marcos

Capítulo 5 - Recompensando los Esfuerzos

Mientras me pierdo en la suavidad de los labios de Alejandra, siento que el mundo a mi alrededor se ha detenido. Es como si todo a nuestro alrededor se hubiera desvanecido, dejando solo ese momento mágico y único.

Cuando finalmente nos separamos, ella me mira con una sonrisa radiante que parece iluminar cada rincón de la habitación. Siento que algo dentro de mí ha cambiado para siempre, como si esa conexión que hemos forjado fuera a trascender cualquier barrera que pudiera existir entre nosotros.

—Marcos... —susurra Alejandra, acariciando suavemente mi rostro—. No sabes lo que esto significa para mí.

La miro con asombro, aún tratando de procesar todo lo que está sucediendo. ¿Cómo es posible que alguien como ella se haya fijado en un chico como yo?

—Alejandra, yo... —comienzo a decir, pero ella pone un dedo sobre mis labios, silenciándome con delicadeza.

—Shhh... No digas nada. Solo déjame disfrutar de este momento contigo.

Vuelve a acercarse y me besa con una pasión que me deja sin aliento. Es como si en ese beso quisiera transmitirme todo lo que siente, todas las promesas y posibilidades que se abren ante nosotros.

Cuando finalmente nos separamos, veo que sus ojos brillan con una emoción que jamás había visto en nadie más.

—Marcos, sé que nuestros mundos son tan diferentes —dice, tomando mis manos entre las suyas—. Pero creo que juntos podemos lograr algo verdaderamente especial.

Asiento en silencio, abrumado por la intensidad de sus palabras y de su mirada. Nunca antes me había sentido tan conectado con alguien, como si nuestras almas se hubieran encontrado y reconocido en ese beso.

—Yo... no sé qué decir —confieso, sintiendo que las palabras se atropellan en mi boca—. Esto es tan... inesperado.

Alejandra sonríe con comprensión, apretando suavemente mis manos.

—Lo sé, Marcos. Sé que para ti debe ser difícil creer que alguien como yo esté interesado en ti. Pero quiero que sepas que mis intenciones son completamente sinceras.

Tomo una profunda respiración, tratando de ordenar mis pensamientos. Es como si mi mente se hubiera convertido en un torbellino de emociones y posibilidades.

—Pero... ¿por qué yo? —pregunto, sintiéndome abrumado por la situación—. Quiero decir, ¿qué puedo ofrecerte que otros no puedan?

Alejandra me mira con una intensidad que me hace estremecer.

—Tú tienes algo especial, Marcos. Una determinación, una fuerza de voluntad que me fascina. Y sé que, con la oportunidad adecuada, podrás lograr cosas increíbles.

Su mano acaricia suavemente mi rostro, y siento que mi corazón late desbocado. ¿Cómo es posible que alguien como ella esté interesado en alguien como yo?

—Pero... ¿qué hay de mi familia? —digo, sintiendo una punzada de preocupación—. No puedo simplemente dejar todo atrás y abandonarlos.

Alejandra asiente con comprensión, y puedo ver en sus ojos que ha anticipado esta inquietud.

—Lo entiendo, Marcos. Y no es mi intención que dejes a tu familia atrás. Al contrario, quiero que juntos encontremos la manera de mejorar la situación de todos ustedes.

Siento una oleada de esperanza recorrer mi cuerpo. ¿Será posible que realmente pueda conseguir una beca y acceder a una educación de élite, todo sin tener que renunciar a mi familia?

—Entonces... ¿qué debo hacer? —pregunto, sintiendo que finalmente me dejo llevar por la promesa de un futuro mejor.

Alejandra sonríe con satisfacción, como si supiera que había logrado convencerme.

—Solo confía en mí, Marcos. Déjame guiarte y acompañarte en este camino. Te aseguro que juntos lograremos cosas que ahora te parecen imposibles.

Asiento lentamente, sintiendo cómo poco a poco voy bajando mis defensas. Sé que, en el fondo, no tengo nada que perder. Y si existe la posibilidad de mejorar la vida de mi familia, estoy dispuesto a arriesgarme.

—De acuerdo, Alejandra —digo, con una nueva determinación en mi mirada—. Confiaré en ti.

Ella sonríe radiantemente y me abraza con fuerza. Puedo sentir la emoción que la embarga, y sé que este momento es tan especial para ella como lo es para mí.

Nos separamos y Alejandra me mira con una expresión que no puedo descifrar.

—Tengo que irme ahora, Marcos —dice, con cierta tristeza en su voz—. Pero te prometo que pronto volveré a verte.

Asiento, sintiendo una punzada de decepción al verla alejarse. Pero sé que, de alguna manera, nuestros caminos se volverán a cruzar.

—Estaré esperando —le digo, con una sonrisa que nace desde lo más profundo de mi corazón.

Ella se inclina y me da un suave beso de despedida. Luego, se desliza de vuelta por la ventana, dejándome sumido en una mezcla de emociones que me cuesta comprender.

Me quedo allí, de pie en medio de la habitación, sintiendo que algo ha cambiado dentro de mí. Es como si una pequeña chispa de esperanza se hubiera encendido en mi interior, haciéndome creer que tal vez, solo tal vez, pueda alcanzar esos sueños que parecían tan inalcanzables.

Pero justo cuando empiezo a fantasear con las posibilidades que se abren ante mí, escucho unos pasos en el pasillo. Rápidamente me doy la vuelta, temiendo que mi familia haya descubierto la presencia de Alejandra.

Para mi sorpresa, son mis padres, que entran a la habitación con expresiones de preocupación en sus rostros.

—Marcos, ¿qué está pasando? —pregunta mi madre, mirándome con inquietud—. Escuchamos voces y ruidos extraños.

Siento que mi corazón se acelera, temiendo tener que explicar lo sucedido. No quiero que mi familia juzgue a Alejandra o que piensen que me he metido en problemas.

—Nada, mamá —respondo, tratando de sonar tranquilo—. Solo estaba... estudiando.

Pero mi padre me mira con desconfianza, como si sospechara que le estoy ocultando algo.

—Marcos, dinos la verdad —insiste, con firmeza—. ¿Qué estaba pasando aquí?

Suspiro, sabiendo que no puedo ocultarles lo que acaba de suceder. Tomo una profunda respiración y comienzo a relatar lo que ha ocurrido, omitiendo algunos detalles que podrían hacerlos reaccionar de manera negativa.