ASCENCIÓN EN CAÍDA

Punto de vista de Clarissa Graymond:

Las manos de Dariel se envolvieron alrededor de mi garganta, apretando sin piedad, exprimiendo la vida de mí con cada segundo que pasaba.

Mis pulmones ardían, rogando por aire, pero todo lo que podía hacer era raspar inútilmente su agarre de acero, mis uñas dejando rastros de desesperación en su piel.

No podía acabar así, no quería que me pasara esto.

Mi vida siempre había sido un desastre, abusada durante mi infancia en mi pueblo natal, víctima de una violencia que para entonces era normal sufrir.

Lo único que siempre había anhelado era escapar de esa violencia, de esa brutalidad que siempre me había perseguido a donde quiera que fuera, haciéndome sufrir y derramar lágrimas amargas.

Ahora, me encontraba atrapada en una casa en ruinas en la oscura ciudad de Monreal, lejos del país de Eldoria, donde todo comenzó.

La vida era sosa y aburrida en estas calles olvidadas por Dios, impregnadas del aire irresponsable emanado por todas las fábricas que había.

Pero aun así, yo me aferraba a la idea de estar junto a Dariel, el único hombre que había amado verdaderamente, y el único que me había prometido formar una familia feliz, olvidando todo lo que ambos hemos sufrido.

Algo que siempre había deseado con todo mi corazón.

Desgraciadamente, Dariel aún se lamentaba por la pérdida de Anna, su difunta esposa y mi antigua amiga. Verlo sumido en la tristeza me partía el alma. Intentaba consolarlo y devolverle su antiguo brío, pero la verdad era que ni siquiera yo misma estaba bien.

Me sentía culpable, inquieta y frustrada. Pero por sobre todas las cosas, estaba terriblemente atormentada.

Desde que Anna descubrió mi relación con Dariel, su espectro me acosaba sin descanso.

Tenía sueños recurrentes en los que ella me maldecía, generándome una ansiedad insoportable.

Nunca valoré su amistad en vida. Estaba cegada por la envidia, convencida de que ella me había robado todo.

Pero eso no era cierto. Incluso cuando había sido mi salvavidas en un mar de miseria.

Cuando yo estaba en las profundidades del infierno, cuando era abusada por aquellos que debían amarme, fue ella quien me rescató.

A pesar de ello, yo le hice algo terrible...

Su muerte provocada por el daño que le causé, hizo que el arrepentimiento y la culpa me estuvieran carcomiendo.

Intenté seguir adelante, pero cada vez que cerraba los ojos, podía verla observándome con odio desde la oscuridad.

Tal vez hubiera podido superar eso con ayuda psicológica, sanar esa herida y eliminar esas imágenes atormentadoras.

Pero eso era imposible, porque los ojos de Anna ahora estaban puestos en su hijo, Ademir.

Ademir es un niño precioso, con su piel suave y blanca que resaltaba su cabello castaño y sus hermosos ojos marrones.

Pero su rostro era un calco del de su madre.

El parecido es asombroso y me perturbaba profundamente.

Desde muy pequeño, Ademir mostró una inteligencia superior a su edad.

Cuando comenzó a caminar, exploraba la vieja casa con sus grandes ojos curiosos, atento a todo su entorno.

Y a veces, su mirada se posaba fijamente en mí.

Sentía que ella me observaba a través de los ojos del niño, reprochándome por haberme quedado no solo con su marido, sino también con su propio hijo, el niño que tanto había deseado tener.

Dariel tomó la decisión de ir a la guerra, a tratar de enmendar su pecado y corregirlo dejándome a mí encargada de cuidar al pequeño Ademir.

Pero como mencioné, me sentía constantemente observada, juzgada y culpable.

Intenté persuadir a mi esposo para que se quedara conmigo y aceptara que ahora yo era su esposa, quise recordarle nuestros felices momentos juntos, cuando disfrutábamos apasionadamente el uno del otro, pero siempre me rechazaba con una terrible indiferencia.

"Necesito ir, debo ir... No puedo vivir así, necesito enmendar ese error... Pero te prometo que todo cambiará para bien cuando regrese, así que espérame", fueron sus palabras antes de marcharse.

Yo, como una estúpida ingenua, le creí nuevamente.

Estar sola con el pequeño Ademir, mientras poco a poco crecía y desarrollaba su inteligencia, a la vez que su aspecto físico se asemejaba cada vez más al de Anna, me recordaba constantemente lo que le había hecho.

La veía en sus ojos, veía cómo ella me reprochaba y me maldecía. "¡YA DÉJAME EN PAZ! ¿Porque me sigues atormentando cuando simplemente quiero ser feliz....? ¡DÉJAME VIVIR EN PAZ!", era lo que pensaba una y otra vez, pero ella seguía ahí.

Todo empeoraba con la preocupación que sentía por Dariel después de la batalla de Canarias.

No volvía y lo busqué por varios medios, esperando que viviera para poder cumplir la promesa que me hizo.

Cada cosa traumática que veía, sumado a la preocupación y los recuerdos dolorosos... hizo que perdiera el control con la única persona que tenía al alcance.

**Recuerdo**

Incluso en mis momentos de ansiedad extrema, donde me encontraba con dificultad para respirar y sufriendo alucinaciones, Ademir hacía un esfuerzo por ayudarme, abrazándome y repitiéndome "mamá, todo está bien".

Eso me enfurecía, pues sabía que nada estaba bien, y nunca lo iba a estar.

Me enfurecía su rostro empático, su inteligencia para entender el momento bajo en el que me encontraba, la simpatía y lástima que me tenía, como si ya hubiera vivido toda una vida para comprenderlo.

Me enfurecía cada vez que me decía "mamá", pues me recordaba a Anna maldiciéndome y me hacía estallar.

"¡YA CÁLLATE NIÑO, YA CÁLLATE!" Le gritaba con ira, mientras el niño cambiaba su expresión a una de terror.

El rostro en shock que puso cuando lo tomé de la camisa y lo arrojé fuertemente contra la pared, la expresión de horror que tuvo al verme llegar con un cable de luz después de azotarlo contra el muro.

Las lágrimas rodaban por su rostro mientras trataba de aguantar el dolor en silencio, sin gritar, sin pedirme compasión, sus gemidos silenciosos, soportando el sufrimiento.

Ademir entendía perfectamente que me estaba desahogando con él.

"¡¡ERES UN BASTARDO!!, ¡LÁRGATE!, TE ODIO NIÑO, TE ODIO."

Después de abrirle heridas en la espalda con el cable de luz, el niño seguía con su mirada, aunque mojada e hinchada, seguía transmitiendo un: "está bien, está bien..."

**Fin del recuerdo**

¿Cómo podía aguantar tantos golpes y no pedir piedad? ¿Cómo después de eso, podía darme esa mirada compasiva y cálida?

¿Cómo el niño podía seguir tratando de consolarme, sabiendo que lo único que iba a recibir de mí era una paliza brutal?

Sea como fuere, no resistió, pues tarde que temprano, hubo un momento en que solo le provoqué miedo, no volvió a tratar de consolarme, ni a dirigirme una sola palabra desde entonces.

Y yo... Me hundí más en la miseria, pues a pesar de todo lo que le dije, a pesar de todo lo que le hacía, su suave abrazo, sus palabras y su mirada sí me hicieron mucha falta tiempo después.

Luego de eso, me desquitaba con él, mediante golpes más intensos, entrando a su habitación y verlo aterrorizado, solo para desahogarme de todo.

Hace unos momentos Dariel me había dicho lo asquerosa que soy, la mujer fácil que una vez fui, y la mala esposa.

En todo tenía razón.

Y ahora, al borde de la muerte, donde la típica proyección de tu vida se manifiesta en tu mente con tal claridad, me he dado cuenta de todo... He buscado la felicidad desde que salí de ese pueblo, quería sentir el amor que nunca tuve de nadie.

Creí que lo había encontrado con Dariel, pero no fui más que una estúpida ingenua.

Es triste, escapar de la miseria buscando la felicidad que nunca tuviste, hacerle daño a las personas que te trataron bien por encontrar a una persona que finalmente te acepta con tu pasado de abuso y de traumas.

En el fondo, sabes que es demasiado para ti, sabes que no lo mereces, pero te dejas llevar, crees tener finalmente la felicidad que siempre anhelaste por esperar las promesas que te hizo.

Pero desde entonces no has tenido más que el mismo sufrimiento, y ahora mientras esa persona a la que elegiste te está matando, te das cuenta de que el amor que buscaste siempre lo tuviste en tu amiga que te ayudó, en el anciano lisiado que te acogió en la ciudad, incluso en el hijo de Anna, quien a pesar de aguantar tanto daño hecho por ti , te quiso mucho, pero por ser una mujer tan estúpida, esperando esas malditas promesas que te hicieron, no hiciste caso y lo has dañado.

En medio de mi arrepentimiento, observo como atrás de mi asesino aparezco yo de 15 años, Clarissa Vildorial.

La niña abusada, la niña que soñaba con convertirse en una cheff y formar una felíz familia. La niña que se recostaba en los campos de cultivo de Eldoria, viendo el cielo despejado e imaginando su futuro brillante, lejos de la violencia que vivía en ese momento.

Ella se acerca con un rostro de decepción a preguntarme cara a cara.

"¿Valió la pena, Clarissa Graymond? ¿Valió la pena arruinar la vida de tu mejor amiga por este asesino? ¿Valió la pena provocar la muerte de Angel Balestin? ¿Valió la pena arruinar la infancia de Ademir Graymond? ¿Valió la pena arruinar tu futuro por este hombre?

Me pregunta, clavando sus ojos decepcionados en los míos.

La respuesta era clara: No, nada de lo que hice para conseguir mi ilusoria felicidad lo valió.

No valió la pena en lo más mínimo.

Y ahora me arrepentía de todo, de no haber valorado los pequeños momentos de felicidad que tuve en la vida, ni siquiera la amistad de Anna, ni los momentos en que su hijo trató de consolarme, dejándose golpear tan brutalmente por mí.

No quería morir, no quería morir a manos de este hombre, no quería morir sin haber tenido mi felicidad... Rogue a Clarissa Vilorial por una segunda oportunidad desesperadamente, Rogue a dios, a los santos, al universo.... incluso a la misma Anna, que sé que me está observando, esperando para arrastrarme al infierno.

En un momento de desesperación por una oportunidad más, clavé mi vista en un brillo que provenía desde la oscuridad de las escaleras de la casa, era la luz de la habitación rebotando en las lágrimas del pequeño Ademir, observando mi muerte totalmente aterrorizado.

Sin nada de esperanzas, le pedí que por favor me ayudara a darle la felicidad que merecía como niño, a demostrarle mi genuino amor de madre.

Pero las palabras no salieron más allá de un: "A-demir..."

Finalmente me resigné.

"Lo siento, Anna, lo siento..." pensé arrepentida. "Me arrepiento de todo lo que hice, de hacerte sufrir como tu supuesta amiga.

Esa repulsión que sentías por mí, yo también la siento ahora mismo.

Siento mucho haber golpeado tanto a Ademir. Siento que no puedas estar aquí para amarlo y darle la infancia que yo nunca le dí..."

Rogué a Dios por última vez, para que cuando llegara al infierno, los demonios no me atormentaran tanto como lo merecía, tanto como yo atormenté al hijo de Anna.

Finalmente, los recuerdos cesan y el sueño comenzó a apoderarse de mí.

El oxígeno finalmente dejó de entrar.

Lo último que observo es la cara aterrorizada de Dariel, quien estaba mirando con los ojos totalmente saltados a Ademir, sus manos aflojándose alrededor de mi garganta.

Y Ademir... Mi dulce niño Ademir...

Él está envuelto en sombras poderosas, mientras runas brillantes trepan por su piel, esparciendose desde la marca de nacimiento en su costado.

Una sonrisa se formó débilmente en mi rostro.

Entonces, supe que mis plegarias habían sido escuchadas.