Me Enamoré, Del Despiadado CEO

Capítulo cuatro

El hermano del médico era amigo del esposo de Emilia, por lo que sabía algo sobre el matrimonio arreglado de estos dos. De todas maneras, nunca pensó que ella fuera tan agradable, tal vez la chica era poco culta al hablar así, y eso era lo que le molestaba a Marco de ella. Porque por el resto parecía ser un buen partido, ella era amable, bella y tenía unos ojos que te permitían ver lo más profundo de su alma. ¿Por qué le gustaba tanto?

—Entonces se lo agradezco. Podría no decírmelo, y quedarse con los recursos de la familia de mi esposo si lo deseara. Eso habla muy bien de usted —dijo ella haciendo que el hombre se sonrojara. No era tan ingenua como creyó en un primer momento. Entonces, ¿qué era lo que ella tenía de malo a los ojos de Marco?

—Aquí está, con esto sabremos cómo se encuentra su salud —dijo él tratando de despacharla rápido. No quería seguir pensando tonterías.

Emilia le dio las gracias y salió del consultorio con todas las órdenes. Paseó por todo el hospital haciéndose innumerables pruebas. En su vida había visto a tantos profesionales realizándole estudios. Ella preguntaba de qué se trataba y se emocionaba al saberlo. Era como si hubiera ido de viaje a un mundo extraño, la estaba pasando muy bien. Una vez que le hicieron todo tipo de pruebas y le sacaron sangre, Emilia volvió al consultorio médico, ajena a lo que era capaz de provocar en su nuevo médico de cabecera.

—Señora Echeverría, todos los resultados estarán listos para el viernes —dijo el médico tratando de mostrarse discreto y le dio la mano para saludarla—. Esta es mi tarjeta personal por si necesita algo.

—Muchas gracias, doctor Donéis —dijo Emilia y se puso de pie, después de ver que tendría el número de su médico quedó tan impresionada que le dio un abrazo.

El hombre se puso de todos colores, pero Emilia no lo notó. Estaba tan feliz de saber que tenía su propio médico que no se percató de lo ocurrido. Cuando esta salió al recibidor, la secretaria estaba hablando con otra chica, por lo que no sabía si debía molestarla.

—Señora Emilia —dijo la muchacha llamándola—. La estaba esperando.

—¿A mí? —preguntó Emilia avergonzada, al parecer si tendría la oportunidad de hablar con ella.

La secretaria la miró preocupada. ¿Acaso Emilia se estaba burlando de ella? Había sido ella la que le había pedido que le diera la dirección donde compraba su maquillaje.

—Sí, usted quería la dirección para comprar maquillaje. ¿Verdad? —preguntó la chica recordándole su conversación anterior, esperaba que no fuera solo un decir y que en realidad Emilia se comportara como la mayoría de las mujeres que se atendían ahí, sin embargo, su compañera se rio.

—Eres tremenda Fátima. Mira si la esposa de un hombre rico te pediría a ti consejos sobre maquillaje —dijo la otra muchacha y la secretaria que había atendido a Emilia se sintió mal.

—Claro —dijo Emilia dándole las gracias e ignorando los agravios de la otra mujer—. Pero, ¿tu turno ya terminó?

—Sí, pero la estaba esperando —dijo ahora con un poco más de valor.

—Entonces podemos ir juntas —Emilia estaba sonriendo, y tapándole la boca a la compañera de Fátima.

—Me parece bien —dijo la secretaria y salieron juntas.

Y así fue como comenzó la amistad entre Fátima y Emilia, una que sería muy importante para esta última. Fátima la llevó a varios locales y le mostró todo lo que necesitaba para poder hacerse el mismo maquillaje que ella.

—No sé cómo agradecerte todos los consejos que me has dado. Aunque no pensé que sería tan costoso comprar maquillaje —reconoció Emilia mirando la tarjeta de su esposo. El mayordomo dijo que podía usarla cuanto quisiera, pero al mismo tiempo le daba miedo hacerlo. ¿Qué opinaría Marco de eso? ¿Diría que era una compradora compulsiva?

—Supuse que eras la esposa del CEO de empresas Echeverría —dijo Fátima bromeando.

—Sí, pero no quiero que mi esposo suponga mal de mí. Después de todo este es su dinero y no el mío. ¿Sabes que me llevo si nos divorciamos? —preguntó Emilia con tristeza.

—Supongo que mínimo te dejará la casa —indicó la muchacha riendo.

—Nada, y si encima le dejo una deuda no podría con mi conciencia. Por lo que te pido disculpas por hacerte perder el tiempo—Emilia había desistido de la idea cuando Fátima la miró con una sonrisa.

—¿Cuánto dinero tienes? —preguntó Fátima y ella dio vuelta la cara para verla—. No quise mostrarte el lugar a donde suelo ir porque pensé que alguien como tú querría ir a los mejores lugares. Pero yo solo soy una empleada, no podría pagar esos productos al cien por ciento de su valor.

—¿Dices que se pueden comprar más barato? ¿Por qué no lo dijiste antes? —Emilia estaba muy emocionada.

—Ven conmigo —dijo su nueva amiga y tomó su mano.

La llevó a una tienda de segunda mano donde tenían los mismos productos, solo que en ese sitio estaban los descartes de otras tiendas. Maquillaje que vencía en tres meses o que tenían alguna falla en el empaque y las otras tiendas no podían ofrecer.

—Fátima, viniste la semana pasada ¿Qué haces aquí amiga? —dijo una de las vendedoras saludándola.

—Traje a una amiga —dijo ella y le presentó a Emilia.

—Te veo cara conocida, pero no sé de dónde —dijo la vendedora y cuando Fátima estaba por decirle quien era, Emilia le pidió que no lo hiciera.

—Tenemos poco dinero y necesitamos un kit completo para el día —dijo Fátima haciendo como si no hubiera escuchado el comentario de la vendedora.

—Han venido al lugar indicado —dijo esta y le mostró algunas cosas, también le enseñó a Emilia como debía maquillarse para lucir fresca.

Una vez que salieron de la tienda, Emilia tenía ganas de llorar, la había pasado muy bien y estaba muy feliz.

—¿Qué ocurre? —preguntó Fátima, preocupada. Pensó que Emilia tenía algún problema.

—Hace mucho que no me siento tan bien, gracias por acompañarme hoy. No sé cómo pagarte esto —aclaró ella.

—Algún día te llevarás mejor con tu esposo y me presentarás a uno de sus amigos millonarios —dijo Fátima bromeando.

—Hecho —Emilia lo tomó más en serio de lo que ella esperaba. Era una buena chica.

Autora: Osaku