Cuando Marion se muda al complejo de departamentos de su familia, se encuentra con su vecino, el playboy Adrián, quien constantemente necesita su ayuda para alejar a sus conquistas de una noche. A medida que su vecindad se desarrolla, la tensión sexual entre ellos aumenta y el juego de ayudar a Adrián se vuelve cada vez más complicado y emocionante. Aunque Marion está decidida a independizarse y enfocarse en su carrera como contadora y en sus pasantías en la empresa de su padre, se descubre a sí misma cada vez más atraída hacia Adrián, y la línea entre la amistad y algo más comienza a difuminarse. Hay mucho en juego para ambos y puede que estén a punto de descubrir que la conexión entre ellos va más allá de la simple vecindad, pero ¿serán capaces de manejar las consecuencias de sus acciones? Sigue a Marion y Adrián en esta emocionante historia llena de romance, risas y intrigas.
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quemazón
La noche en el bar está cargada. Mas la mirada de una rubia despampanante me tiene atraído. No es como mi vecina, pero al mal tiempo, buena cara. Y acá voy como el buen servidor que soy, la dama necesita que le hagan mimos y yo soy bueno con los mimos.
No necesito de mucho, la chica va al grano. La fama me precede al parecer y ella solo quiere un buen revolcón. Llegamos a mi departamento luego de que sierro el bar. Al parecer mi vecina ha hecho de las suyas porque se escucha música y el coro de unas mujeres algo ebrias por como suenan cantando.
La rubia a mi lado besa mi cuello mientras busco las llaves de mi departamento. Doy con ella al fondo de los bolsillos de mi pantalón, abro la puerta y siendo empujado por la dama que me acompaña entramos sin demora alguna.
Comenzamos el recorrido en la sala del departamento. Y terminamos en el dormitorio. Diría que fue bueno, pero hasta ahora no he encontrado ese no sé qué, que te deja ansioso, solo es algo físico. Nada más. ¿Sera la falta de afecto en el acto? No lo se.
Por el momento me siento saciado pensando en mi vecina. La rubia a mi lado duerme de espalda a mí, con su cuerpo desnudo. Lindo, pero no es la gran cosa. Decido levantarme por algo refrescante para tomar.
Me pongo un bóxer y camino a la cocina, saco de la nevera una botella de agua mineral y mientras la destapo camino a la ventana que da al frente del departamento de mi vecina. Corro la cortina y mientras le doy un sorbo veo que la puerta se abre y un grupo de chicas algo tambaleantes se despiden de mi vecina. Suelto la cortina para que no vea que la estoy espiando y cuando solo queda ella saludando en la puerta, me percato que lleva un pantalón tan corto que fácilmente pasa por bóxer y un sostén deportivo cubriendo sus enormes pechos, redondos, jugosos, parecen fruta madura que deseo morder.
De pronto su mirada se fija hacia mí. Creo que no me ve porque tengo todo apagado y la cortina me oculta de su visión, pero tiene la mirada tan fija en mí que lo estoy dudando.
Veo como pasa una de sus manos de manera sugerente por el contorno de su cuerpo hasta llegar a sus labios y morder un dedo a la vez que ladea la cabeza.
Mi pequeño juan quiere salir a jugar.
Luego suelta su dedo y sonríe para meterse de nuevo en su departamento. Si fuera lobo estaría aullando. Creo que tendré que despertar a la rubia que duerme en mis aposentos de manera urgente.
Vuelvo los pasos a mi habitación y sin preliminares me hundo en las piernas de la rubia que me recibe con un quejido. Toco sus caderas pensado en mi vecina y siento que en loquesco.
Es como si un salvaje se despertara en mi interior y descargo todo mi deseo en el cuerpo que yace debajo de mi gimiendo sin parar.
—Ho Marion me enloqueces —murmuro apretando la carne de la rubia cuando el éxtasis me sorprende. Me sigo moviendo como poseído mientras la rubia no deja de disfrutar.
—Esa Marion se está perdiendo la mejor revolcada de la historia —dice agitada la rubia a mi lado—. Cuando queras, llámame del nombre que quieres siempre y cuando no te contengas como recién.
Me quedo sorprendido escuchando las palabras de la rubia que sale de mi cama y toma su ropa para vestirse. Mira la hora y suspirando me mira.
—¿Quién eres? —pregunto sorprendido de saber que no tendré que hacer ese teatro de todos los días.
—Nadie, pero gracias —toma su bolso y deja algo sobre la cómoda, me tira un beso y sale de mi habitación dejándome algo descolocado, pero con la mente en mi vecina.
¿Estará dormida todavía? Seguro que debe tener una resaca de los mil demonios. Me levanto de la cama, la hora en mi reloj marcan las diez de la mañana. Me acerco al mueble para tomar un pantaloncillo y veo un par de billetes. Recuerdo que la rubia dejo algo y al parecer es dinero, ahora si me siento un gigolo. Creo que hoy desayuno gratis, le restó importancia y tomo lo billetes los guardo en mi pantaloncillo para correr. Me pongo una musculosa y unas zapatillas deportivas.
Siendo algo tarde para hacer deportes, me preparo para descargar energía, necesito descargar la ansiedad que tengo. Si cierro los ojos veo a mi vecina mordiendo su dedo de manera sexy, o recuerdo la escasez de ropa que tenía y siento que me empino.
Tomo las llaves de mi departamento y salgo. Le doy una mirada a la puerta del departamento de mi vecina y por el silencio apuesto a que duerme plácidamente.
Dejo las llaves de mi departamento debajo de una roca que hay en el pequeño jardín y salgo a trotar. A esta hora las mujeres de mi barrio están haciendo sus quehaceres y cuando me ven pasar siento la mirada depredadora que me dedican, sonrió, soy tan humilde.
Sigo corriendo por alrededor de una hora. Llego de vuelta a mi departamento notando que el de mi vecina sigue igual que antes. Saco la lleve de debajo de la piedra y cuando la introduzco en la cerradura creo escuchar un quejido.
Me quedo quieto y vuelvo a escuchar el mismo quejido, pero más profundo, como si de una exhalación se tratara. Miro a mi alrededor buscando la procedencia y me percato que viene del departamento de mi vecina. ¿Sera que le pasa algo?
Pruebo de tratar de abrir la puerta de su departamento y para mi sorpresa esta sin cerradura. Me adentro y los quejidos son más nítidos. ¿Estará vomitando? Aunque suena más a.… no... seguro que es imaginación mía.
De todos modos, necesito cerciorarme que está bien y a paso sigiloso me adentro al interior del departamento. Paso por el pasillo y los quejidos son más sonoros. Llego a las inmediaciones de la habitación de mi vecina, la puerta está abierta, paso saliva sabiendo que lo que vea me dejará atolondrado.
Asomo mi rostro por el marco de la puerta y lo que veo es a la diosa de mi vecina tocando su cuerpo, una de sus manos sostiene un aparato en su zona húmeda y la otra aprieta uno de sus pechos. Sus caderas se mueven desesperada, levanta la pelvis dejándome ver con lujo de detalles su rosada piel lubricada. Mueve el aparato de forma frenética, debe estar por llegar.
Mi pequeño juan está ansioso por ocupar el lugar de ese juguete que tiene entre sus dedos. Nunca creí presenciar algo tan sexy y excitante en toda mi existencia. Esta mujer me tiene perdido en su cuerpo, sus manos, su vos. Todo en ella me tiene encendido, a flor de piel.
De pronto sierra las piernas manteniendo su mano en su zona húmeda y ahoga un gemido a la vez que su cuerpo tiembla competa.
—¡Adriannnn.....! —gime y me quedo de piedra al pensar que me vio espiándola, pero no, ella sigue con los ojos cerrados. Saca de su cuerpo el aparato que estuvo entre sus piernas y lo lanza a un costado de la cama.
Se mueve acomodando su cuerpo de diosa, al parecer va a seguir durmiendo y yo acá con mi pequeño juan apuntándola como si de un arma se tratase. De pronto caigo en cuenta de que mi pequeña princesa se estuvo masturbando pensado en mí, solo eso significa que haya gemido mi nombre.
Lentamente me acerco a la cama, su cuero desnudo es un manjar para la vista. Su mirada somnolienta me mira y me sonríe. Una especie de corriente recorre mi cuerpo ante ese gesto tan efímero. Me quedo mirándola hasta que su respiración acompasada me anuncia que duerme profundamente. Miro alrededor de su cama y veo sus sabanas arrugadas en la esquina, me acerco y las tomo para cubrir su desnudez.
Luego de cubrirla con las impecables sabanas, salgo inmediatamente de su departamento y al ingresar al mío lo primero que hago es meterme al interior, más específicamente al baño. Sin tiempo que perder abro la ducha y así como estoy me meto debajo del agua.
El agua fría cae sobre mi calmando la inminente quemazón de mi sangre. Si ver a mi vecina mordiendo su dedo me altero, luego ver como su cuerpo se contrae al exclamar mi nombre mientras llega al clímax, no quiero ni imaginar cómo será probar su piel.
Siento como mi pequeño juan pugna por liberarse. No puedo ser egoísta con esa parte de mi cuerpo, bajando la ropa mojada me encargo de exclamar el nombre de mi princesa mientras libero todo lo que ella en mi provoca.
Felicidades
me encantó
me encantó
bien escrita candente sin enredos