Alejandro es un exitoso empresario que tiene un concepto erróneo sobre las mujeres. Para él cuánto más discreta se vean, mejores mujeres son.
Isabella, es una joven que ha sufrido una gran pérdida, que a pesar de todo seguirá adelante. También es todo lo que Alejandro detesta, decidida, libre para expresarse.
Indefectiblemente sus caminos se cruzarán, y el caos va a desatarse entre ellos.
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Un hombre de palabra
Isabella pasó una noche intranquila, sumida en un duermevela que no le permitió descansar del todo. La promesa de don Rafael de que no perdería su empleo había sido un rayo de esperanza, pero la duda persistía. Sabía que Alejandro, el hijo cavernícola de don Rafael, no sería fácil de convencer. Aun así, decidió enfrentar el nuevo día con una sonrisa, pensando en Ian, quien era su mayor motivación.
Se levantó con determinación, dispuesta a demostrar su valía. Preparó el desayuno mientras escuchaba el sonido del agua hervir. El aroma del café recién hecho llenó la cocina. Encendió su móvil y luego fue a despertar a Ian, quien se removía entre las sábanas con su carita de sueño.
-Ian, cariño, es hora de levantarse- le dijo suavemente, acariciando su cabello revuelto.
El niño abrió los ojos lentamente y esbozó una sonrisa adormilada.
-Buenos días, Isa.
-Buenos días, campeón. Vamos, levántate y ve al baño. El desayuno está listo- respondió ella, animándolo a levantarse.
Mientras Ian se aseaba, el móvil de Isabella sonó. Ella atendió de inmediato, esperando fuera una buena noticia.
-Buenos días, Isabella- saludó María al otro lado de la línea- Solo llamo para confirmarte que el señor Martínez te espera a las nueve para comenzar el trabajo.
La felicidad iluminó el rostro de Isabella.
-Gracias, María! Estaré allí a tiempo.
Ian, que había terminado de asearse, entró en la cocina justo a tiempo para ver la expresión de felicidad en el rostro de su hermana.
-Isa, ¿Que pasa? ¿Está todo bien? - preguntó viendo que la expresión de su hermana era una mezcla de alegría y llanto.
-¡Todo está perfecto! -respondió ella con una sonrisa.- Ahora, termina tu desayuno mientras me preparo, ¿de acuerdo?
El niño asintió, contento de ver a su hermana feliz. Isabella se dirigió a su habitación y escogió un conjunto elegante, una blusa blanca y una falda lápiz azul marino. Se miró en el espejo, se arregló el cabello y se aplicó un poco de maquillaje. No podía evitar sentirse un poco nerviosa, pero estaba decidida a enfrentar el día con la mejor actitud posible.
Una vez lista, volvió a la cocina y encontró a Ian terminando su desayuno.
-Vamos, campeón. Tenemos que llegar a tiempo al colegio.
Ian sonrió y terminó su última cucharada de cereal. -Estoy listo, Isa.
Ambos salieron de la casa, Isabella con su bolso al hombro e Ian con su mochila escolar.
En el trayecto hacia la empresa, Isabella no podía evitar que su mente divagara. ¿Qué habrá hecho cambiar de opinión al cavernícola?
Cuando llegó, respiró hondo antes de entrar al imponente edificio, salió del ascensor en el piso donde trabajaba y se dirigió directamente a la oficina de María.
-Me alegra que hayas llegado- la saludó la mujer.
-A mi me alegra estar de regreso- respondió ella- solamente espero que el caverní.... -replicó la muchacha dándose cuenta de lo que estaba por decir- Yo lo siento.
-Está bien, niña- le dijo María con una sonrisa- entiendo, Alejandro tiene todas las características de uno- afirmó con un dejo de pena en su voz.
-Bueno, por eso mismo. Me voy a preparar su café- dijo Isabella apresurada por ir hacia la Sala de café.
-No, vamos a la oficina de don Rafael- dijo María- Él quiere hablar contigo- agregó guiándola por el pasillo. Isabella asintió, sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo, al entrar a la oficina de don Rafael, lo encontró revisando algunos documentos. Él levantó la vista y le sonrió cálidamente.
-Isabella, gracias por venir. Siéntate, por favor- dijo don Rafael, señalando una silla frente a su escritorio, ella se sentó, tratando de leer la expresión de don Rafael.
-Gracias a usted por su ayuda- dijo ella. El hombre negó con la cabeza.
-Quería hablar contigo sobre eso- le dijo don Rafael con algo parecido a la decepción en su mirada- A partir de hoy, ya no serás la asistente de Alejandro.
-Oh, pensé que me había llamado porque él... - balbuceo la muchacha sintiendo otra vez él peso de la angustia sobre sus hombros.
-Quiero que seas mi asistente personal- le interrumpió- Alejandro tiene sus propios criterios, pero yo confío plenamente en tus capacidades. María se hará cargo de Alejandro.
La noticia la tomó por sorpresa, ya que ella pensó que sus esperanzas por recuperar el empleo se desmoronaban.
-¿De verdad, don Rafael? No sé cómo agradecerle- le dijo ella.
-No hay necesidad de agradecerme. Sé que harás un excelente trabajo. Solo quiero que te sientas cómoda y puedas desarrollarte plenamente aquí- afirmó don Rafael con sinceridad.
Isabella sonrió aliviada y agradecida.
-Haré todo lo posible por no defraudarlo, don Rafael- afirmó.
-Estoy seguro de que no lo harás. Ahora, ve a casa y descansa. Nos vemos mañana temprano- concluyó don Rafael.
Isabella salió del edificio con una sensación de alivio y felicidad. La promesa de don Rafael de mantener su empleo y, aún mejor, de trabajar directamente para él en lugar de Alejandro, había levantado su ánimo. Con una gran sonrisa en su rostro, caminó hacia el estacionamiento, ignorando por completo que estaba siendo observada.
Desde el interior de su auto, Alejandro la miraba con el ceño fruncido, se había retrasado en llegar a la oficina y, justo cuando estacionaba su coche, había visto a Isabella saliendo del ascensor del estacionamiento con una expresión casi jubilosa. La presencia de la joven lo descolocó por un instante.
-¿Qué hace ella aquí?- se preguntó mientras ajustaba el retrovisor para seguirla con la mirada. Sin saber muy bien por qué, decidió esperar a que ella subiera a su vehículo. Observó cómo ella encendía el motor y se alejaba unos metros antes de seguirla a una distancia prudente.
Isabella, completamente ajena a ser seguida, condujo con el corazón ligero hacia el colegio de Ian. La idea de que ya no tendría que enfrentarse al hostil Alejandro la hacía sentirse más segura y confiada en su nuevo puesto. Al llegar al colegio, estacionó su auto y caminó hacia la entrada. En cuanto Ian la vio, corrió hacia ella con los brazos extendidos.
-¡Mamá!- gritó el niño con alegría, saltando a sus brazos.
Isabella lo abrazó con fuerza y le besó la frente. -Hola, campeón. ¿Cómo te fue hoy?
Ian le sonrió ampliamente.
-Bien, mamá. Te extrañé mucho.
Mientras Isabella abrazaba a Ian, Alejandro observaba la escena desde la distancia, oculto en su coche. Al ver al niño correr hacia ella y llamarla mamá, un pensamiento desagradable cruzó su mente.
-Definitivamente, su manera de ser y de vestir la han llevado a ser una madre tan joven- murmuró para sí mismo con desdén.
Alejandro sintió una punzada de irritación y prejuicio. En su mente, la imagen de Isabella se volvía más negativa.
-¿Qué clase de ejemplo puede dar a su hijo?- pensó, sin poder evitar que su desconfianza hacia las mujeres que consideraba demasiado expresivas y coquetas se reforzara con cada observación.
Isabella e Ian subieron al automóvil, y ella le preguntó con cariño
-¿Te gustaría ir al parque un rato antes de volver a casa?
-Sí, Isa- Quiero jugar en los columpios.
Ella sonrió y arrancó el coche, dirigiéndose hacia el parque más cercano. Mientras conducía, su mente vagaba por los eventos del día. La generosidad de don Rafael y el apoyo de María habían sido un bálsamo para su incertidumbre.
-Todo va a estar bien- se repetía a sí misma, sintiendo un renovado sentido de propósito.
Alejandro, aún en su coche, decidió regresar a la empresa después de ver a Isabella y a su hijo partir. Su mente estaba enredada en pensamientos contradictorios.
-No puedo creer que mi padre haya insistido en mantenerla en la empresa- pensaba mientras conducía de vuelta a la oficina- Esa mujer no es adecuada para trabajar aquí. Pero por suerte es un problema menos para mí.