Dalia es una mujer de carácter fuerte, a sus 23 años ella está dirigiendo la empresa familiar, su abuela que es la persona a la que más respeta le pide que se casé, pues quiere tener nietos. Dalia no está de acuerdo pero para complacerla decide casarse, aunque no será con cualquiera. Debe ser con alguien que ella pueda manejar.
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Capitulo 12
... Tres años después, Sara se entera que tiene cáncer de estómago en etapa cuatro, ella no quiere pasar sus últimos días con un hombre que odia. Asi que aprovecha una salida con sus hijas para escaparse a Argentina, a Elíseo no se lo puede llevar pues el ya tiene 17 años, además, gracias a Bernardo, su hijo y ella no tienen la mejor de las relaciones.
Después de tomar un avión, Sara se va a vivir a un departamento junto a sus hijas.
Mientras tanto, Bernardo no hace más que envenenar a su hijo contra su madre, y en general contra todas las mujeres. Eso provoca inseguridades en Elíseo.
Cuatro meses después, Sara se ve en la obligación de llamar a Bernardo, su cáncer de estómago empeoró y le quedan sólo unos días, no quiere dejar a sus hijas solas en un país que apenas conocen.
Bernardo va por ella y la regresa a casa, dónde se da cuenta del estado deplorable en qué se encuentra.
— ¿Te hice mucha falta? — Pregunta burlón mientras la arroja a la cama. Sara está tan débil que no responde. — ¿Qué te pasa? ¿No quieres recordar viejos tiempos?
— Estoy enferma. — Dice sin mucha fuerza.
— ¿Enferma de que?
— Me voy a morir en unos días.
— No es cierto. — Bernardo a pesar de verla mal piensa que está fingiendo.
— Si lo es. Y si tú, me quieres aunque sea un poco. Me dejaras pasar mis últimos días con mi familia. Sin lastimar mi cuerpo. Por favor.
— ¿Crees que con eso me apiadare de ti? ¿Qué me voy a contener después de que me abandonaste? — Bernardo la besa bruscamente. Sara no hace el intento por alejarlo, ella lo deja continuar hasta que se siente satisfecho.
... Al día siguiente, Dalia va a ver a su madre, está no la deja pasar hasta estar arreglada.
— ¿Por qué tardaste tanto en abrir?
— Estoy cansada.
— Mmm. Bueno. Mami. Ya le dije a Eliseo que venga a verte.
— Antes de que el venga quiero decirte algo.
— Dime.
— Prométeme que serás una mujer fuerte, que nunca te vas a doblegar ante nadie, y siempre harás lo que tú creas correcto.
— No te entiendo.
— Quiero decir, que nunca debes hacer lo que no quieres. Debes defender tu vida. Vívela a tu manera, sin importar lo que digan los demás. ¿Me lo puedes prometer?
— Está bien. Te lo prometo.
— Cuida a Elisa. Ella es muy pequeña y no puedo decirle lo mismo que a ti. Pero cuando llegue el momento, debes decirle lo mismo. Qué nunca debe doblegarse ante nadie. ¿Lo harás?
— Te prometo que si. La cuidaré y le diré lo que me has pedido. Aunque no entiendo por qué...
— Yo sé por qué.
— Me llamaste. — Elíseo entra a la habitación.
— Si. Ven hijo. Acércate.
— Aquí estoy bien.
— Obedece a mamá. — Dalia lo jala de la camisa, hasta la cama.
— Hijo, quiero decirte que, yo te adoro. — Elíseo se burla.
— Si tú me quisieras no me hubieras abandonado.
— Yo no te abandoné. Sabía que no irías, por eso evite contarte mis planes. Pero hijo, yo te amo tanto como a Dalia y Elisa. — Sara le toma la mano. — Por favor. Prométeme que cuidaras de ellas sí yo no estoy.
— Son mis hermanas.
— Hijo, por favor, nunca permitas que tu padre les imponga un marido. Promete que harás todo para que ellas sean felices. — Elíseo la observa con desdén y a regañadientes le hace la promesa.
— Bien.
— Y tú también, busca una buena mujer que te haga feliz, enamórate y cásate con ella.
— No tienes que decirme lo que debo hacer. No creo que un día llegué a casarme. Todas las mujeres son iguales. Tu eres el mayor ejemplo, abandonaste a mi padre aunque te lo da todo.
— Hijo tú no sabes lo que tú padre me ha hecho.
— Si lo se. El te ha dado todo, te ha tratado cómo una reina, te deja hacer todo lo que tú quieres. Pero nada de eso sirvió para que tú fueras una buena esposa. — Sara derrama unas lágrimas.
— Elíseo no le hables así a mamá. ¿No ves que le hace daño? — Dalia lo regaña.
— No te preocupes por mis hermanas, yo sabré cuidarlas.
— Hijo espera. — Sara sostiene su brazo con la poca fuerza que tiene. — Por favor, dame un abrazo. — Elíseo la observa y luego sale de la habitación. Sara llora de tristeza.
— Mami, no llores por favor.
— Tú hermano me odia.
— Mami el no te odia. — Dalia la abraza. — El está enojado, pero pronto va a recapacitar y vendrá a darte ese abrazo que quieres.
— Hija, te amo.
— Yo también te amo mamá.
— Probablemente Elisa no se acuerde de mi, si un día ella te pregunta, dile que a ella también la amo muchísimo, y que hubiera dado lo que fuera por estar junto a ella.
— La traeré y grabaré un vídeo con mi cámara. Cómo los que hicimos en Argentina. Así ella vera lo mucho que la amas.
— Está bien. Ve por Elisa y tu cámara.
— Vuelvo en un minuto. — Dalia corre a su habitación por su cámara, luego baja por su hermana y la lleva con su madre. Elisa entra a la cama y le da dos besos.
— Hola mami.
— Hola mi princesita.
— ¿Estás cansada?
— Un poco.
— ¿Dormimos?
— Está bien. — Sara la coloca en su brazo y le acaricia el cabello. — Elisa.
— Dime.
— Te amo.
— Te amo. — Responde ella.
— Dalia, Elíseo, también los amo. — Sara cierra sus ojos, Elisa la observa y también cierra los ojos. Dalia apaga la cámara y mueve a su madre un par de veces.
— Deja a mamá. Está cansada. — Dice Elisa molesta. Dalia siente que no está dormida, un dolor crece en su pecho.
— Elisa ve por Eliseo.
— ¿Por qué?
— Ve rápido. — La pequeña se baja de la cama y corre a buscar a su hermano, cuando esté llega intenta despertar a su madre, pero no logra nada, de inmediato llaman a una ambulancia pero ya es demasiado tarde. Sara ya no está en éste mundo.