Lo que empezó como una noche de copas y diversión termina por unir los destinos de dos personas con vidas completamente opuestas.
Marcos Ashford es un hombre frió, arrogante y calculador, acostumbrado a tener todo a sus pies.
Miranda Gonzales es una chica amable y extrovertida que no tiene miedo a divertirse.
¿Podrán ambos sobrellevar las adversidades y abrirse paso al amor?
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Recuerda
Después de las fiestas regresé a la oficina temprano como de costumbre. Por suerte no era la única en la empresa, pero si se podía notar la cantidad de cubículos vacíos por doquier.
Me adentré en el ascensor para subir hasta el piso donde se encontraba mi escritorio pero justo cuando las puertas comenzaban a cerrarse mi jefe cruzó de prisa por ellas.
Nuestras miradas se cruzaron pero rápidamente cada uno desvió la vista. Estaba de más decir lo incómodo de la situación, ambos nos encontrábamos en completo silencio y algo estáticos, como si tuviéramos miedo de decir algo que pudiera empeorar las cosas con el otro.
Por fortuna la espera no fue tan larga, las puertas se abrieron y salí del ascensor a toda prisa caminando directo hacia mi escritorio.
Tomé asiento y lo vi pasar frente a mi directo hasta su oficina sin decir una palabra. Su actitud me tranquiliza un poco, a simple vista pareciera estar comportándose como siempre, sin mostrar emoción alguna más que interés por el trabajo.
—¡Gonzales!— Si, definitivamente todo está bien. Tomé la carpeta en mi escritorio y me dirigí a su oficina. Era la primera vez que él dejaba la puerta de esta abierta por lo que no tuve que tocar, tan solo ingrese en cuanto vi el gesto que hacía con su mano para que me acercara. —¿Cuál es mi agenda de hoy?
Feliz año nuevo Miranda o al menos, buenos días señorita Gonzales, pero no, este hombre se pasa las reglas de cortesía por el... —Hoy solo tiene que ir al puerto para verificar con el capitán algunos problemas que hubo con las cargas— Lo bueno de comienzo de año es que no hay mucho trabajo por hacer, en especial si nada se acumuló ya que no hubo vacaciones.
—Bien, si es solo eso puede retirarse— Me di media vuelta lista para volver a mi área de trabajo lejos de esos lujuriosos e imperturbables ojos grises. Despierta Miranda. ¿En qué momento comenzaste a detallar tan profundamente su rostro? —Gonzales usted...— Me detuve a mirarlo algo extrañada por el tono dudoso con el que me llamó.
—¿Señor?
—Olvidelo. Puede irse— Nunca lo había visto dudar en algo, espero que no esté pensando en qué debe tomar alguna responsabilidad por lo que sucedió. Digo, somos adultos, no es como que eso fuera a ser un impedimento para nuestra convivencia.
La mañana transcurrió con tranquilidad y por suerte debido a varios trámites que requerían que hablara frecuentemente con mi jefe las cosas se fueron alivianando un poco y ya no estaba tan presente esa tensión incómoda del ascensor.
Justo a medio día estaba por levantarme para ir a comer cuando vi a la señorita Pamela salir del ascensor, ella es la ex de mi jefe pero por alguna razón se las ha ingeniado para seguir rondando por aquí.
—Hola Miranda, feliz año— Pasó de largo resonando el sonido de sus tacones sin darme tiempo a contestarle, ella sabe perfectamente que si se detiene aunque sea un segundo el señor Ashford jamás la dejaría pasar.
Terminé de acomodar mis cosas y me dispuse a marcharme, para el poco disfrute de mis ojos, mi escritorio tenía una vista perfecta hacia el interior de la oficina de Marcos Ashford, muchas veces me ha tocado ver cosas que de verdad me gustaría olvidar.
—No estoy de humor, Pamela. ¡Vete!— La pelirroja segura de si misma hace uno segundos si había esfumado, en su lugar una muy avergonzada chica salió prácticamente corriendo de la oficina.
Llevé mi vista a la entrada de la oficina me encontré con él recostado del marco de la puerta observándome fijamente.
—¿Qué me está viendo?— Si planea desquitarse conmigo el enojo producto de esa mujer no se lo voy a permitir.
—¿No tengo permitido hacerlo?
—No de ese modo.
—¿Y a que modo te refieres?— Me contestó acercándose despacio a mi y como agradezco tener mi escritorio separándonos.
—Usted sabe cual.
—¿Te refieres al modo en el que te miraba la otra noche?— ¿Él...él lo recuerda? Todas las cosas que dije e hice, ¿las recuerda?
—Señor Ashford, no se a que está jugando ahora, pero ya es mi hora de comer. Debo irme— Rodee mi escritorio alejándome lo más posible de él pero se apresuró y me tomó del brazo. —¿Qué está haciendo?— ¿Y ahora que le pasa? Él mismo había estado de acuerdo en mantener nuestra distancia.
—Lo pensé mejor y no creo que podamos seguir actuando como si nada hubiese ocurrido.