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Cuando Abrió Los Ojos, Descubrió El Amor

Cuando Abrió Los Ojos, Descubrió El Amor

Status: Terminada
Genre:CEO / Amor-odio / Amor eterno / Enfermizo / Completas
Popularitas:420
Nilai: 5
nombre de autor: Luciara Saraiva

La puerta chirrió al abrirse, revelando a Serena y a la enfermera Sabrina Santos.

—Arthur, hijo —anunció Serena—, ha llegado tu nueva enfermera. Por favor, sé amable esta vez.

Una sonrisa cínica curvó los labios de Arthur. Sabrina era la duodécima enfermera en cuatro meses, desde el accidente que lo dejó ciego y con movilidad reducida.

Los pasos de las dos mujeres rompieron el silencio de la habitación semioscura. Acostado en la cama, Arthur apretó los puños bajo la sábana. Otra intrusa más. Otro par de ojos recordándole la oscuridad que lo atrapaba.

—Puedes irte, madre —su voz ronca cortó el aire, cargada de impaciencia—. No necesito a nadie aquí.

Serena suspiró, un sonido cansado que se había vuelto frecuente.

—Arthur, querido, necesitas cuidados. Sabrina es muy experta y viene con excelentes recomendaciones. Dale una oportunidad, por favor.

NovelToon tiene autorización de Luciara Saraiva para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 4

-- ¡No me importan tus horarios! ¡Sal de aquí ahora mismo! -- vociferó Arthur, su voz cargada de irritación.

Sabrina mantuvo la compostura, a pesar del tono áspero. -- Señor Maldonado, entiendo que no quiera mi presencia, pero necesito asegurarme de que tome la medicación. Es importante para su salud.

Se dirigió a la pequeña mesa de noche, donde divisó algunos frascos de medicamentos. Tomó uno de ellos y leyó la etiqueta, confirmando que era el medicamento de las dos de la tarde. Luego, tomó un vaso y fue hasta la botella de agua sobre la cómoda, sirviendo un poco.

-- ¡Ya te dije que te vayas! ¡No necesito tu ayuda! -- insistió Arthur, volteando el rostro hacia el lado opuesto.

-- Sé que está siendo difícil para usted, pero estoy aquí para ayudar. Por favor, tome el medicamento. Se sentirá mejor -- Sabrina habló con un tono calmado, intentando transmitir seguridad.

Arthur permaneció inmóvil, testarudo. Sabrina se acercó a la cama con el vaso y la pastilla en la mano.

-- Señor Maldonado, por favor. Es solo un instante. Piense en su salud. Y no voy a salir de aquí hasta que usted no tome la medicación.

El silencio reinó en el cuarto por algunos segundos tensos. Sabrina esperó pacientemente, sin forzar la situación, pero manteniéndose firme en su decisión. Finalmente, Arthur suspiró pesadamente.

-- Usted es muy insistente, no me está gustando nada esto. -- Su voz era de arrogancia, pero después de mucha hesitación... -- Déjelo ahí. Yo mismo lo agarro -- dijo él.

Sabrina acercó el vaso y la pastilla a la mano extendida de Arthur. Él tanteó el aire hasta encontrar los objetos. Llevó la pastilla a la boca y bebió el agua con dificultad, desviando el rostro así que terminó.

-- Listo. Ya puede irse ahora -- dijo él, con la voz aún cargada de impaciencia.

-- Estaré cerca en caso de que necesite algo -- respondió Sabrina con gentileza, colocando el vaso de vuelta en la mesa. Ella sabía que aquella pequeña victoria era apenas el comienzo de un largo camino. -- Con permiso, -- Sabrina se retiró educadamente cerrando la puerta sin hacer ruido.

-- Qué mujercita fastidiosa, esa es la peor de todas las que han pasado por aquí. Nunca vi a alguien tan insistente así. -- Arthur refunfuñó bajito sintiéndose incómodo.

Sabrina fue hasta el cuarto que a partir de aquel día sería suyo. Ella arregló sus ropas en el clóset. Después de todo organizado tomó el celular para mirar la hora. Había muchas llamadas perdidas de su novio.

-- ¿Qué será que quiere Vitor?

Luego después de todo debidamente arreglado, Sabrina bajó hasta la cocina de la mansión. Vera había preparado un delicioso café de la tarde. -- Siéntase a gusto, mi querida. Aliméntese bien para cuidar del muchacho Arthur.

La enfermera quedó admirada y al mismo tiempo curiosa por la forma en que Vera se refería a su jefe.

-- ¿El Sr. Maldonado vive aquí solo? Pensé que la señora Serena Maldonado vivía aquí también.

Vera suspiró al oír el cuestionamiento de la nueva integrante de la casa. -- Hay muchas cosas, mi hija, que no puedo hablar. Ya vio cómo quedó la señora cuando yo hablé sobre Arthur ser más apegado a mí. A ella no le gusta que los empleados hablen sobre eso.

Sabrina bajó la cabeza sintiéndose avergonzada. -- Me disculpa, señora. No tocaré más ese asunto.

Vera quedó en silencio sirviéndose de una taza de café.

-- Hay cosas, mi querida, que necesitamos quedarnos callados para que no sobre para nosotros.

Vera hablaba de una forma enigmática. Sabrina luego comprendió que la familia Maldonado escondía secretos sombríos.

Ella terminó su comida y luego subió para el segundo piso de la casa. Sabrina retornó al cuarto de Arthur. Era la hora del baño de él.

-- ¿Pero qué está haciendo aquí de nuevo, enfermera? -- Cuestiona Arthur al oír la puerta del cuarto abrirse.

-- ¿Cómo sabe que soy yo? -- Preguntó Sabrina curiosa.

-- Sus pasos ya son conocidos, enfermera -- argumentó él bastante estresado. -- ¿Pero cómo sabe, señor Maldonado? Nos conocemos hoy y el señor ya grabó el sonido de mis pasos?

-- Es... es que... no acostumbro a recibir visitas en el cuarto, ¿sabe? Principalmente... tantas veces así -- Arthur tartamudeó, desviando el rostro. La explicación sonó forzada, y él sabía de eso.

Sabrina arqueó una ceja, percibiendo la hesitación y la falta de convicción en sus palabras. -- Entiendo. Pero vine para ayudarlo con el baño, señor Maldonado. Es importante para su higiene y bienestar.

Ella se acercó a la cama, manteniendo un tono profesional y gentil, a pesar de la evidente irritación de él. Arthur crispó los labios, demostrando su desagrado.

-- ¡No necesito de su ayuda para tomar baño! ¡Puedo hacer eso solo! -- Él protestó, intentando sonar firme, pero la voz aún cargaba un trazo de debilidad.

-- Yo sé que lo consigue, señor Maldonado, pero el médico recomendó que yo lo auxiliase. Es para su seguridad -- Sabrina explicó pacientemente, - y también su madre me dijo que yo lo ayudase en eso.

Arthur bufó, volteando la cabeza para el otro lado. El silencio se instaló nuevamente en el cuarto, cargado de tensión. Sabrina esperó, sin insistir, dándole a él un momento para procesar la situación.

En realidad, la explicación de Arthur era una farsa. Desde el momento en que Sabrina entrara en el cuarto por primera vez, un aroma sutil e inconfundible impregnara el aire. Era un perfume masculino, fuerte y amaderado, que de alguna forma se armonizaba con la presencia de ella. Arthur, con su olfato agudo, había registrado aquel olor peculiar. Y ahora, al sentir nuevamente aquella fragancia suave invadiendo el cuarto, él supo, antes incluso de que ella hablase, que era Sabrina quien estaba allí. Era un detalle íntimo e inesperado que su mente se empeñaba en registrar, a pesar de la irritación que sentía por la presencia constante de la enfermera.

-- Sr. Maldonado, por gentileza. Necesito hacer mi trabajo y está actuando como un niño mimado, dificultando las cosas.

Arthur se gira rápidamente en la dirección de la voz de ella. -- ¿Quién piensa que es para hablar conmigo de esa manera? Usted es insoportable, enfermera.

Un silencio agonizante hizo eco en el cuarto. Sabrina lo encaraba sabiendo que había exagerado en el habla, pero retroceder ahora sería una cobardía.

-- Con el respeto Sr. Maldonado. Pero su acción se asemeja a la de un niño mimado. Sabe que necesita tomar baño, sabe que necesita de mi auxilio para ayudarlo y aun así se queda actuando como si no importase con nada.

-- Usted es una atrevida, enfermera. -- Arthur dice irritado. Yo soy el CEO más importante de ese país y usted actúa como si yo no fuese nadie.

-- No me considero así. Pero si piensa de esa manera, no puedo hacer nada. El señor necesita colaborar para que su recuperación no sea tardía.

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