Haneul lleva años lidiando con su smor no correspondido hacia Dongho, un alfa su mejor amigo. Haneul está harto de que Dongho no pueda corresponder sus sentimientos por esa relación fraternal que han desarrollado desde pequeños, así que en un esfuerzo por superar y olvidar su amor no correspondido, renuncia a su trabajo y a su amor.
NovelToon tiene autorización de Unknown para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Sin retorno
Los segundos se sentían eternos mientras ambos nos manteníamos allí, frente a frente, con una distancia que, aunque física, parecía inmensurable emocionalmente. No estaba seguro de qué esperaba exactamente, pero sabía que, después de todo lo que había dicho y hecho, no podía soportar una reacción que no fuera auténtica.
El aire a nuestro alrededor seguía pesado, cargado de todo lo que había pasado. Yo me quedé allí, de rodillas frente a él, esperando, pero en lugar de ver la aprobación o algún indicio de lo que sentía, vi cómo el rostro de Dongho se endurecía. Esa seriedad que conocía tan bien se instaló en su expresión, su mirada perdiendo la calidez que había percibido momentos antes. Me sentí vulnerable, desnudo emocionalmente, a pesar de que la ropa seguía en su lugar.
Con un movimiento rápido y casi brusco, Dongho me apartó suavemente, sin ser agresivo, pero con la clara intención de marcar una distancia. Me quedé en el suelo, observando cómo acomodaba su ropa, sus manos torpes mientras abrochaba sus pantalones. No levantaba la vista hacia mí, y eso me preocupaba. Un nudo comenzó a formarse en mi garganta, esa sensación de haber dado un salto sin saber si aterrizaría en terreno seguro o en el vacío.
-¿Qué pasa?- Pregunté en un susurro, tratando de sonar más calmado de lo que realmente me sentía. Mi corazón seguía latiendo con fuerza en mis oídos. -¿No te gustó…?-
Me odié un poco por esa pregunta, por la inseguridad que dejó escapar. No quería sonar necesitado, pero la pregunta había salido antes de que pudiera detenerla. Dongho, sin mirarme, se quedó en silencio por un momento que se sintió como una eternidad.
-No se trata de eso.- Respondió al fin, su voz baja y con un tono que me era familiar pero distante al mismo tiempo. Parecía hablar con más peso de lo que la situación pedía, como si lo que acababa de suceder le estuviera pesando demasiado.
Eso solo me confundió más. Lo miré fijamente, esperando que continuara, que me explicara lo que estaba pasando por su mente, pero él seguía evitando mi mirada. Se levantó del sofá, frotándose las manos con una mezcla de incomodidad y frustración que nunca le había visto antes.
-Es tarde.- Dijo de repente, casi en un murmullo, como si hablara más para sí mismo que para mí. -Creo que es mejor que me vaya.-
Me quedé allí, mirándolo como si no entendiera lo que acababa de decir. Toda esa intensidad, todo lo que habíamos compartido, y ahora de repente iba a irse.
-¿Qué?- Solté, la sorpresa y la incomodidad colándose en mi voz. Me levanté rápidamente, acercándome un paso hacia él, aunque manteniendo una cierta distancia. -Dongho, es muy tarde. No tiene sentido que te vayas ahora. Mejor quédate...- Mi tono era más suave, intentando razonar con él, recordándole que siempre habíamos pasado la noche juntos cuando las cosas se ponían difíciles o incómodas.
Dongho negó con la cabeza, con una firmeza que dolía.
-No, Haneul.- Repitió, su voz más decidida esta vez. -Es mejor que me vaya.-
Sentí el golpe de sus palabras como un puñetazo en el estómago. No entendía por qué se estaba comportando así. Todo había cambiado tan rápido. Hace unos momentos, estaba entregado a lo que sentíamos, y ahora parecía querer huir de todo, de mí. No pude evitar sentir una oleada de frustración mezclada con dolor. Esto no podía terminar así.
-¿Qué diablos está pasando?- Le solté, incapaz de ocultar mi enojo. -¿Es porque me ves como un hermano pequeño?¿Es por eso, verdad?¡Siempre vuelves a eso!-
Dongho no respondió. En lugar de enfrentarse a mis palabras, se dirigió a la puerta, sus pasos decididos, como si cada segundo que pasaba en mi apartamento fuera un error que necesitaba corregir de inmediato. Mi pecho se apretó aún más.
-¡Dongho!- Lo llamé, casi desesperado, mientras lo seguía hasta la puerta. -Por favor, no te vayas. Es tarde, no tiene sentido…-
No se detuvo. Agarró la manija de la puerta y la abrió, sin siquiera volverse para mirarme.
-Lo siento, Haneul- Fue lo único que dijo antes de salir, cerrando la puerta detrás de él con un suave "clic" que sonó mucho más fuerte de lo que debería.
Me quedé allí, solo, en medio de mi apartamento, mirando la puerta cerrada. La frustración que sentía ahora no tenía nada que ver con el deseo no correspondido, sino con la sensación de haber perdido algo más importante. Había dado un paso hacia él, hacia algo que había estado conteniéndome durante años, y Dongho se había marchado sin darme la oportunidad de entender lo que realmente estaba pasando.
El silencio en la habitación se sentía abrumador, y la soledad que había intentado ignorar toda la noche se instaló con fuerza en mi pecho.
En ese instante, una oleada de frustración y enojo me inundó. No podía creer que se hubiera ido así, dejándome solo con un torbellino de emociones. Era como si todas las inseguridades y el dolor acumulado durante años hubieran explotado en un solo momento.
Sin pensarlo, tomé la botella que había estado bebiendo momentos antes y, con un grito ahogado de frustración, la lancé contra la puerta que él había cerrado. El cristal estalló en un millón de pedazos, y el sonido resonó en la habitación, mezclándose con el eco de su ausencia, pero en lugar de sentirme liberado, lo único que sentí fue el peso del vacío que había dejado atrás.
-¡Maldita sea, Dongho!- Grité, mi voz quebrándose mientras me dejaba llevar por la ira y la impotencia. La rabia me quemaba por dentro, pero a medida que las palabras salían de mi boca, también me invadía una profunda tristeza.
-¡Eres un idiota! ¡Siempre has sido un idiota!- Lo insulté, sintiendo cómo mis ojos se llenaban de lágrimas. Cada palabra que salía de mi boca parecía reflejar el dolor que había guardado en silencio durante años. No entendía por qué tenía que ser así, por qué no podía simplemente dejarme ser lo que necesitaba ser para él.
Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, calientes y pesadas, y me maldije a mí mismo por mostrarme tan vulnerable, pero ya no podía contenerme. La frustración me superaba, y la idea de que todo lo que habíamos construido, toda esa complicidad de años, se estaba desmoronando ante mis ojos me llenaba de desolación.
Me dejé caer contra el sofá, sintiendo cómo el peso de la situación me abrumaba. Las lágrimas continuaron cayendo, cada una llevándose un poco de la ira que había sentido. En mi mente, la imagen de Dongho se repetía una y otra vez, su expresión seria, su decisión de marcharse, el dolor que había dejado en mí.
-Siempre has querido protegerme.- Susurré en voz baja, casi para mí mismo, tratando de entenderlo. -Pero, ¿de qué?-
Me quedé allí, sumido en mis pensamientos, sintiendo cómo el dolor y la tristeza se entrelazaban, creando un nudo en mi pecho que no parecía querer deshacerse. Dongho era mi amigo, mi hermano, pero había deseado algo más, y ahora, con él fuera de mi vista, todo parecía aún más complicado.