La nobleza de Susan Fontaine era demasiado, tanto que por las relaciones familiares y el bienestar de su padre, ella le propuso casarse a Arturo Lacronte, el Presidente de la Multinacional más importante de la Región y prometido de su hermana, la dulce niña por cariño a su padre le propuso estar casados durante un año y es que una de las razones es que Arturo Lacronte según su madre no puede enojarse con la familia Fontaine de lo contrario sus empresas desaparecerán. El padre de Susan estaba muy enfermo, un infarto lo había dejado en cama, todo por descubrir a su hija mayor envuelta con su amigo que bien podría ser su padre, incluso Gabriela Fontaine se había escapado con su amante tres días antes de su matrimonio con Arturo Lacronte, pero Susan no podía permitir que su padre sufra más, por ende ella llegó a un acuerdo con Arturo Lacronte, por supuesto la familia había ocultado del poderoso hombre la verdadera razón por la cual se convertirá en la noble esposa del Presidente.
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CAPITULO 18
Susan puso mala cara, el hombre se había comportado como una bestia en su cuerpo, con cada embestida, Arturo utilizaba prácticamente toda su fuerza hundiéndose en lo más profundo de ella, sus manos se entrelazan, sus cuerpos estaban brillantes por el sudor, después de un intento encuentro sexual en el vehículo, Susan había caído en cuenta de que Arturo es el significado de todas sus primeras veces, y él estaba como si nada.
— ¿Por qué tengo que irme yo? No conozco a nadie de tu familia, en todo caso es Gabriela quién debería de irse - Arturo Lacronte endureció sus facciones, dedicándole una mirada fulminante y avasalladora a la mujer.
— Ya te he dicho lo que tienes que hacer ¿Qué sigues haciendo en el auto? - Arturo tenía un carácter dominante en todos los aspectos de su vida, Susan obedeció con pesar y su cuerpo adolorido había vuelto a la Villa.
Cuando estuvo en la Habitación luego de la ducha abrió el Placar y había empezado a ordenar cuidadosamente las camisas y pantalones de Arturo, en eso a la puerta fue abierta.
— Dije Playa, no me llenes la maleta de ropas empresariales, con 3 camisas y pantalones, ya basta y sobra.
— Porque no vienes y lo haces por ti mismo - Susan se maldijo profundamente por haber pensado en voz alta, supo que incluso morir era mejor que enfrentarse a la mirada de Arturo.
— Susan Fontaine, eres muy valiente, tienes una lengua muy larga ¿Tienes las agallas de volver a repetirlo?.
— Yo he cometido un error, no debí decir eso, lo lamento de verdad Arturo.
— ¿Lo lamentas? - El hombre se acercó a ella como un León a su víctima - Dime ¿De verdad lo lamentas?.— Susan había retrocedido, sin percatarse de que por detrás de ella había una pequeña mesita tropezando con ella, la mujer estuvo cerca de caer, pero los fuertes brazos de Arturo lo impidieron - ¿Por qué demonios no atiendes? - No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de que Arturo ya nuevamente estaba enojado.
— Es que una bestia feroz me está acechando - Susan se encogió de hombros.
— ¿No piensas darme las gracias? - Preguntó Arturo mirándola fijamente, una mirada que podía quemarla.
—¿Por qué debería de darte las gracias?.— Susan se había hecho el tonto.
— Vas a volverme loco en uno de estos días - Arturo se alejó de ella.
— Entonces por el bien de tu salud mental dame el divorcio - Expresó Susan, logrando que Arturo sonriera a medias.
— Sueña - Con aquellas palabras el hombre salió de la habitación, cuando la noche había caído Susan salió, claro ella tenía hambre, así que tenía que ir por algo, bajo cuidadosamente la escalera par evitar que Arturo la siguiera molestando.
— ¿Estás pensando en huir?.— Curvo sus labios en una línea recta y busco con la mirada al hombre, encontrando a Arturo al otro extremo de la escalera.
— Sé perfectamente que no podría lograrlo estando en su territorio - Susan ya tenía una mala cara.
— ¿A dónde vas? - Preguntó Arturo.
— A la cocina - Susan volvió a descender.
— Excelente idea, prepara algo que sea delicioso - Susan bufo posteriormente había sonreído.
— Sueña que voy a prepararte algo para comer - la joven se alejó ya con Arturo siguiendo sus pasos.
— Es tu obligación darme de comer - El hombre la agarró del brazo, Susan gimió ante el agarre, si las miradas matarán Arturo ya estaría muerto.
— ¿Puede dejarme en paz? - Esto fácilmente podría terminar muy mal.
— No, no puedo sírveme algo de comer - Arturo se alejó de ella y Susan quería golpearlo hasta matarlo - No abuses con la sal.
— Que vengas a preparar tu mismo - Susan se giró sobre sus talones y se dirigió a la cocina, abrió su boca hasta más no poder al descubrir que la cocina era espaciosa y demasiado grande para su gusto.
— Cada objeto grande que tengo me recuerda a ti - Una vez más Arturo estaba ahí para castigarla con su presencia— Me recuerda a tus pechos y a tus posaderas, son grandes - Susan estaba de espaldas, solamente se percató de que Arturo estaba detrás de ella cuándo un ensordecedor ruido se escuchó, el rostro de ella se tiñó de rojo, y no tenía dudas de que sus glúteos también estaban rojos.
— Eres un sinvergüenza - Gritó furiosa Susan luego de la palmada en sus glúteos que le dio Arturo.
— Soy todo un sinvergüenza con mi esposa, no tiene nada de malo - Arturo saco un sartén.
— No quiero que me vuelvas a tocar, usted y yo solamente estamos casados por.
— Cuidado con lo que vas a decir - Arturo la interrumpió - Yo voy a tocarte las veces que quiera, es más, tu cuerpo es más sincero que tu lengua venenosa, en mis brazos te derrites como gelatina, tu cuerpo se calienta con mi tacto.
— El cuerpo tiende a reaccionar a caricias, no importa quien sé las dé - Susan mostró una sonrisa victoriosa, Arturo no respondió, solamente había realizado la acción de revisar su reloj.
— Cocina algo estás perdiendo tiempo el vuelo sale en exactamente 3 horas, más el viaje en Yate, así que.
— No me quejó si me dejas - Susan no lo había dejado terminar.
— Manos a la obra - Arturo no hizo caso a las palabras de la mujer y le paso la sartén, pero entonces el que empezó a demostrar agilidad en la cocina fue el hombre, en cuestión de minutos ya tenía listo los huevos, se había preparado una rápida y listo, pero no se lo había preparado solo para él también se lo dio a la mujer - Se me olvidaba que tú no sabes cocinar.
— Deja de decir estupideces - Susan le arrebató lo que estaba ofreciéndole y salió de la cocina.
— Si cocinas como haces el amor estoy acabado - Claramente las palabras del hombre picarón a la mujer que detuvo sus pasos inmediatamente, dándose la vuelta para mirar al hombre, pero antes había sonreído.
— La solución es Fácil, dame el divorcio, Arturo.
— La respuesta es fácil Susan, no te daré el divorcio - Arturo, luego de expresar aquellas palabras ya no le prestó atención a la mujer.