Después de una tarde de amor pasión Hannah desaparece de la vida de Sebastián, dejándolo sumido en la más cruel desesperación. Pero él no escatimará en gastos, ni en esfuerzos para traerla de regreso a su vida. ¿La traerá para amarla o para hacerle pagar todo su dolor?
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CAPÍTULO 21
Máximo se bajó del Jeep y empuñó su arma para adentrarse a la hacienda.
Todos al ver la trágica escena imaginaron lo peor. El corazón de Cristiano se contrajo al ver todos esos cuerpos sin vida. No por la presencia de la muerte en sí, sino porque no parecía haber sobrevivientes y solo pensar que el pequeño haya estado en este lugar durante el ataque era algo que lo hacía estremecer.
Cristiano de pronto sintió una mano en el hombro y volteo a ver a Santiago que venía a su lado.
—Ni lo pienses Santoro. Porque Genoveva es capaz de freírnos en aceite. Mi nieto debe estar bien.
Cristiano suspiró, pero en el fondo sabía que Santiago estaba incluso más nervioso que él y que solo trataba de convencerse a sí mismo del bienestar del pequeño.
Máximo se adelantó y subió hacia las habitaciones y en cada habitación había cuerpos mutilados e incluso las mujeres de servicios fueron asesinadas.
Estaban frente a una verdadera masacre. Máximo continuó con su búsqueda y al abrir una puerta blanca se encontró con una habitación decorada con motivos infantiles.
El corazón de Máximo se paralizó al ver sangre en el piso. Él se acercó a la cuna y encontró el cuerpo de una mujer joven sin vida. Esto era una muestra de la crueldad del enemigo al que se había enfrentado Marco Aurelio y le daba a Máximo la certeza de que ese hombre debería estar muerto o malherido.
El equipo de Máximo recorrió toda la hacienda y sus alrededores son éxito. Ni Marco Aurelio, ni su familia estaban en el área.
En este caso, esta era una buena señal, porque aún había esperanzas de que estuviesen con vida, Pero también podían haber sido tomados como prisioneros para ser torturados.
Máximo se negó a esa posibilidad y le pidió a Dios un milagro para ese pequeño inocente que no tenía culpa de los errores de los adultos.
Uno de los hombres de Máximo le reportó un sobreviviente.
Máximo corrió para interrogar al hombre. Afortunadamente, solo tenía una herida en la pierna, al parecer se hizo pasar por muerto y con esto salvó su vida.
—¿Dónde está tu jefe? ¿Dónde está Marco Aurelio? ¿Dónde está su familia?
El hombre desconfiaba de estos hombres, pero cuánto Máximo le pidió a uno de sus hombres que le atendieran la herida y lo ayudara a levantarse del piso. El hombre entendió que no estaba frente al enemigo. Aunque había visto a Máximo discutir algunas veces con su jefe.
Máximo se acercó y volvió a preguntarle.
El hombre comenzó a hablar
—La patrona y el pequeño no están aquí. Ellos están seguros en otro lugar, pero solo el patrón conoce su paradero. El patrón salió por el pasadizo secreto, debe estar montaña arriba, espero que esté a salvo.
—¿Quién ordenó este ataque? —le preguntó Máximo y el hombre hizo silencio antes de responder.
—Tanta crueldad solo puede venir de Carlos Meléndez.
Máximo le hizo señas a uno de sus hombres y le dio algunas órdenes en secreto. El hombre asintió y salió del lugar con dos hombres más.
—¿Qué piensas hacer? —le preguntó Cristiano.
—Proteger al niño por encima de todo. Por ahora vamos por Marco Aurelio.
Todos subieron al helicóptero y el hombre herido los guio hasta la montaña. Después de algunos minutos, vieron entre la maleza a un Jeep viajar a toda velocidad. Ellos comenzaron a seguirlo y ahí se dieron cuenta de que Marco Aurelio iba al volante y que lo perseguía una camioneta que le disparaban para obligarlo a detenerse.
Máximo y sus hombres comenzaron a dispararle a la camioneta y lograron sacarla del camino. Esto le dio a Marco Aurelio algo de ventaja, aunque algunos metros más adelante, perdió el control y el Jeep se fue por un barranco.
El helicóptero aterrizó lo más cerca posible y dos hombres se bajaron corriendo para terminar con los hombres de la camioneta. Mientras, Máximo se bajó para tratar de salvar a Marco Aurelio.
Pero al acercarse, se percató de que el hombre tenía una herida en el abdomen y que se había desmayado por la pérdida de sangre, por eso había perdido el control del Jeep.
Sus hombres lo ayudaron a sacarlo y el Jeep terminó de caer por el precipicio.
Máximo se acercó a él y comenzó a golpear levemente sus mejillas, para tratar de hacerlo reaccionar.
—Vamos, vamos Marcó Aurelio. Dime ¿Dónde está tu familia? Necesito protegerlos. —le preguntaba Máximo lleno de angustia, no había que ser muy listo para saber que este hombre estaba muriendo.
Marco Aurelio comenzó a toser y a buscar aire. Él trataba de hablar, pero la sangre lo estaba ahogando.
—Ha-cien-da Aure-lia-no Cór-do-ba. Medellín. Cui-da a mi hijo. Es tu san-gre. —Fue lo último que dijo Marco Aurelio, antes de perder de nuevo el conocimiento.
—¡Ayúdenlo! ¡Ayúdenlo! —le gritó Máximo a sus hombres. Mientras él se levantaba del piso y caminaba hacia su padre y su padrino.
Los dos magnates fijaron su mirada en él.
—El pequeño es un Santibáñez. Marco Aurelio me lo acaba de confirmar. Tengo su ubicación. Vámonos, mis hombres se encargarán del resto.
Los tres hombres subieron a un helicóptero y a Marco Aurelio lo subieron muy malherido al otro.
Ya la misión del equipo había cambiado de rumbo, pero debían apresurarse antes de que la posible muerte de Marco Aurelio se riegue como pólvora y la viuda decida cambiar de escondite.