En el frío norte de Suecia, Valentina Volkova, una joven rusa de 16 años con ojos de hielo y cabello dorado, se ve obligada a casarse con su padrastro, Bill Lindström, un hombre sueco de 36 años. Marcados por un pasado lleno de secretos y un presente lleno de tensiones, ambos deberán navegar entre el deber, el resentimiento y una conexión que desafía las normas. En un matrimonio tan improbable como inevitable, ¿podrá el amor surgir de las cenizas de la obligación?
NovelToon tiene autorización de Valentina Claros para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
XVIII. Slöjans falska löften (Falsas promesas bajo el velo)
El viento helado soplaba contra las ventanas de la mansión mientras Valentina caminaba por el pasillo con una expresión indescifrable. Había aprendido a perfeccionar ese rostro durante las últimas semanas, ocultando detrás de él una mezcla de rabia y determinación. Su plan avanzaba, aunque a un ritmo lento y calculado. Cada palabra que decía, cada gesto que hacía, estaba cuidadosamente diseñado para convencer a Bill de que finalmente había aceptado su destino.
—Te ves... más tranquila estos días —comentó Bill una mañana durante el desayuno, su mirada fija en Valentina mientras ella fingía distraerse con su taza de té.
Ella levantó la vista lentamente, sus ojos reflejando una calma que no sentía en absoluto.
—Quizá solo estoy cansada de pelear contra lo inevitable —respondió con voz suave, dando un pequeño sorbo a su bebida antes de continuar—. No tiene sentido resistirme más.
Bill la observó con detenimiento, como si tratara de descifrar si había algo más detrás de sus palabras. Finalmente, asintió, una sombra de satisfacción cruzando su rostro.
—Sabía que eventualmente entenderías. Esto es lo mejor para ambos.
Valentina le dedicó una pequeña sonrisa, vacía pero convincente.
—Claro, lo mejor para ambos... —repitió, casi en un susurro.
---
Las siguientes semanas fueron una danza constante entre la mentira y la verdad. Valentina jugó su papel a la perfección, mostrando una aparente docilidad mientras en su mente continuaba trazando su plan. Cada vez que Bill intentaba hablarle sobre los detalles de la boda, ella asentía y fingía interés, dejando escapar pequeños comentarios para reforzar la idea de que estaba resignada.
—¿Qué piensas de la decoración para la recepción? —preguntó Bill una noche mientras revisaba algunos papeles en su oficina.
—Lo que tú creas que es mejor estará bien para mí —respondió ella con una voz suave, casi sumisa, mientras se sentaba frente a él.
Bill levantó la vista, sorprendido por la respuesta.
—¿No tienes ninguna preferencia?
—No. Confío en tu criterio —dijo ella, con un tono que rozaba la dulzura, pero que en realidad estaba cargado de un cinismo que él no podía detectar.
---
Dos semanas después, el día que Valentina había estado anticipando finalmente llegó. Las costureras, tres mujeres de aspecto elegante y profesional, llegaron a la mansión con el vestido de prueba cuidadosamente embalado. La emoción en el ambiente era palpable, pero Valentina apenas lograba contener la aversión que sentía al ver el brillo de satisfacción en los ojos de Bill.
—Este es un momento importante —dijo él mientras se acercaba a ella con una sonrisa que intentaba ser tranquilizadora—. Verás que todo esto no es tan malo como crees.
Valentina mantuvo su expresión neutral, asintiendo ligeramente mientras las costureras comenzaban a preparar el vestido.
Cuando finalmente lo vio, sintió un nudo en el estómago. El vestido era hermoso, con líneas elegantes y una falda amplia pero no exagerada. El escote de hombros caídos añadía un toque de sofisticación que parecía casi diseñado para resaltar su figura. Sin embargo, lejos de sentirse halagada, Valentina lo veía como un símbolo de todo lo que estaba perdiendo: su libertad, su identidad, su futuro.
—¿Te gusta? —preguntó Bill, su voz cargada de una satisfacción evidente.
—Es... hermoso —dijo ella con un esfuerzo casi sobrehumano para mantener su tono neutral.
Las costureras la ayudaron a ponérselo, ajustando cuidadosamente los pliegues y asegurándose de que encajara a la perfección. Mientras trabajaban, una de ellas comenzó a hablarle sobre los detalles que podrían añadir al diseño final.
—Podríamos incorporar bordados en el corpiño, algo discreto pero elegante —sugirió una de las mujeres mientras ajustaba la cintura.
—También podemos añadir un pequeño velo, algo sencillo que complemente el diseño sin restarle protagonismo al vestido —añadió otra, mostrando un boceto que parecía salido de un cuento de hadas.
Valentina asintió distraídamente, observando su reflejo en el espejo. La imagen que veía era hermosa, sí, pero también profundamente ajena. No era ella quien estaba de pie frente al espejo, sino una versión de sí misma que Bill había creado.
Cuando finalmente terminó la prueba, las costureras comenzaron a recoger sus cosas, prometiendo regresar pronto con el vestido finalizado. Valentina se cambió rápidamente, sintiendo un alivio momentáneo al deshacerse de la opresión del vestido.
Mientras bajaba las escaleras, encontró a Bill esperándola en la sala. Su expresión era serena, pero sus ojos brillaban con una intensidad que siempre la inquietaba.
—¿Y bien? —preguntó él, inclinando ligeramente la cabeza.
—Quedará perfecto —respondió ella, manteniendo su tono cuidadosamente neutral.
Bill asintió, acercándose a ella con pasos medidos.
—Sabía que te gustaría. Quiero que este día sea especial para ti, Valentina.
Ella lo miró fijamente, sus palabras llenas de una ironía que él no podía entender.
—Claro, Bill. Especial.
Mientras se alejaba, sintió que su determinación se solidificaba aún más. No importaba cuánto intentara él hacerla creer que todo esto era por su bien. Valentina sabía la verdad, y estaba dispuesta a usar cada herramienta a su alcance para asegurarse de que este matrimonio fuera su mayor error.
y de paso es una maquiavélica...no, no, no aburre