Después de la muerte de su padre, Naomi es llevada por su padrino a la Villa Lupinville, un misterioso lugar habitado por hombres lobos, que, hasta ahora, ella creía que solo existían en los cuentos. Pero pronto, Naomi descubrirá que su conexión con este lugar siempre estuvo ligado con ella, atrapándola en una antigua profecía, que parece señalarla como la clave de una batalla y la disputa de dos lobos por ganarse su corazón.
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CAPÍTULO DIECISÉIS: LA PROFESIA
NARRADOR OMNISCIENTE
"Cuando el próximo heredero en la línea de sucesión alcance la madurez, las tinieblas lo acompañarán en su camino. Su espíritu deberá ser guiado y controlado, ya que su corazón estará dividido entre la oscuridad y la luz, cargando en su alma una maldición capaz de desatar la destrucción de toda su estirpe.
Quien intente desafiar su destino será condenado a ver cómo su manada perece y quien intente detener su ascenso, fracasará inútilmente. La diosa Luna lo ha elegido, y su regencia será inevitable. Solo una elección hecha en sacrificio podrá redimir su sangre; “El amor.”
Justo antes de que Demian naciera, los ancianos del consejo recibieron esta profecía de la boca de Circe. Ella, la hechicera más antigua y respetada de las manadas, advirtió al consejo que el hijo del Alpha, estaba destinado a reencarnar para concluir lo que, en su vida pasada, había dejado inconcluso. Su alma, herida y marcada por las manos de los humanos, le prohibía la más mínima interacción con ellos, sin embargo, en contraposición reveló:
"En su ser, la oscuridad danza, un toque humano puede ser su balanza. Si sucumbe, caerá en su prisión, pero en ese mismo vínculo, hallará redención.
El consejo, temeroso por la predicción de Circe, lo vigiló desde su nacimiento. Durante sus primeros años de vida, el descontento comenzó a aflorar entre varios de ellos. Para muchos, el riesgo que representaba Demian era simplemente, demasiado grande. No confiaban en que una sola vida valiera la pena y no dispuestos a aceptarlo, surgieron las primeras traiciones.
Conspirando en secreto, decidieron cambiar el curso de los acontecimientos, planeando silenciarlo antes de que alcanzara la madurez y la profecía se cumpliera.
Pero la muerte los encontró primero. La traición fue castigada con muerte, no solo a través de ejecuciones, sino por las propias manos del mismo alfa. Fue entonces cuando el consejo se vio forzado a aceptar lo inevitable: El destino de Demian estaba marcado y no podían ir en contra de la voluntad divina.
Tras consultar a Circe de nuevo, llegaron a una única conclusión que podria mantener a Demian, alejado de la maldición que lo acechaba, el vínculo más sagrado que existía para ellos, el amor.
—“El destino no se puede forzar, ni las marcas del destino borrar. Solo la elegida, llevará una marca única y especial. Un símbolo que solo aquellos que han sido elegidos por la Diosa, llevan consigo. Pero cuidado, — añadió —.Quienes miren sin ver, estarán condenados a fallar, eligiendo el reflejo equivocado por sobre la luz que podrá liberarlos.
Esas palabras, fueron las que dieron inicio a la búsqueda de su compañera y desde una edad muy temprana, la elegida fue: Úrsula.
Úrsula, quien había nacido bajo la misma Luna llena que Demian, fue considerada la clave para su redención. Desde su nacimiento, ella llevaba una marca única en la espalda, una media luna, que los ancianos interpretaron como una señal divina de que estaba destinada a convertirse en su reina.
Desde que eran niños, Demian y Úrsula habían sido criados prácticamente juntos, con la esperanza de que su vínculo creciera y que el destino, trazado por la diosa Luna, siguiera su curso. Los ancianos observaban con cuidado cómo su relación se fortalecía con los años y estaban casi a un paso de sellar esa unión, cuando algo impensado sucedió: La llegada de un humano a la región.
Circe, abrió los ojos, aventando los recuerdos del pasado, mientras sus huesudos dedos recorrían los papeles que contenían sus antiguas predicciones. Las divinidades ancestrales hablaban con claridad, ahora más que nunca, ella sabía que el resurgimiento de las almas estaba cerca.
Había esperado siglos por este momento, pero el saber lo que el futuro les deparaba llenaba su pecho con una inquietud amarga. "Lycaon…", murmuró para sí, con sus ojos perdiéndose en los escritos que describían lo que vendría. Una guerra sin precedentes se levantaría entre las bestias, una cacería que no solo iniciaría con la persecución de la mestiza, sino también de aquellos que osarían protegerla.
El pasado volvía a repetirse, y aunque ya lo había visto antes, esta vez, la crueldad sería mayor. El retorno del rey oscuro… Lycaon, el alfa más poderoso que existió, renacería en la actualidad.
En el pasado, su fuerza y habilidad en la magia oscura, eran tan poderosa que gobernaba sobre todas las manadas sin oposición. Bajo su reinado, su ambición desbordaba los límites de su naturaleza, y su sed de poder lo llevó a conquistar no solo a su especie, sino también a los humanos.
A lo largo de los años, Lycaon extendió sus dominios. Mientras su poder crecía, gran parte de los humanos, vendidos como mercancía por su misma especie, cayeron bajo su yugo. Sin embargo, no conforme con el terror de su creciente imperio, busco sin descanso a la mujer cuya conexión con el mundo resultaría ser el equilibrio natural que lograría trascender su forma mortal a una entidad inmortal, convirtiéndolo en un ser indestructible.
Ella, resulto ser una niña, una esclava humana, que nunca paso de ser inadvertida bajo sus ojos ni tampoco por el de su propio linaje. Lycaon fue paciente por años, hasta que la niña se convirtió en una bella joven, despertando en él una obsesión completamente ciega e irracional, que termino por sellar su caída.
Sin embargo, tras su muerte, su espíritu y su poder no desaparecieron por completo. Antes de morir, lanzó una maldición sobre su propio linaje, jurando que algún día regresaría para reclamar lo que se le había sido negado.
—Con su regreso las alianzas se romperán, los lobos se alzarán, las traiciones saldrán a la luz, y las vidas se apagarán en el camino. Tantas vidas…” —reflexionó Circe en voz alta, viendo los nombres que ya había vislumbrado.
Con un suspiro pesado, la hechicera cerró los ojos por un instante, sabiendo que no había manera de evitar lo que estaba por venir. El ciclo era inevitable. Tres hombres de sangre real se enfrentarían cuando los ecos del pasado despertaran en ella como un torrente de luz, y con cada recuerdo, su piel seria marcada con muerte, de nuevo…
Circe se detuvo frente a la ventana, fijando su mirada en las nubes oscuras que se acumulaban en el horizonte. —La tormenta está cerca. Él descubrió que es ella…
De pronto, un suave golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos. Giró la cabeza lentamente, recobrándose de la frialdad de quien ha visto el futuro. La puerta se abrió con un crujido leve y una joven discípula, de apariencia escéptica y con el rostro pálido por lo que acababa de presenciar, se adentró en la sala.
—No creerás lo que vi… —su voz tembló ligeramente, como si no pudiera darle crédito a sus propios ojos.
Circe sonrió, no necesitaba detalles. Sabía exactamente lo que había visto.
—Las bestias no lastimarán a su reina, sino que, la reverenciarán. Y eso niña, es solo el principio.
[…]