La historia sigue a un militar sin nombre, en medio de una guerra, al que todos se refieren como Ergo.
El mundo del futuro está en crisis debido a una guerra que ha asolado cada región desde hace años y de la cual parece ser que ningún compañero o militar cercano a Ergo sabe algo.
Un día cualquiera, durante una batalla campal, Ergo es herido y se ve orillado a reparar su extremidad tras acabar la batalla. Luego de su reparación, Ergo descubre a sus altos mandos hablando acerca de él, de su ineficiencia y de como lo eliminarán para traer a otro soldado en su lugar. No obstante y sin poder negarse, es enviado de nuevo en una última misión en los límites del mapa sabiendo que las batallas libradas allí son sinónimo de muerte.
Poco a poco, Ergo irá descubriendo la clase de mundo en el que habita y los secretos que se han ocultado ante el y cualquiera de sus compañeros.
En esta historia el lector se sumerge en un delirio y cuestionamiento filosófico y político acerca de la moralidad.
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XXIV
Ergo vio el vehículo frente a la casa de Ludwig y tocó la puerta de ventanas polarizadas. Se abrió por si sola y Ergo asomo la cabeza, escéptico, hasta ver la figura de Alfred al volante. Subió al asiento trasero dejando ambas maletas a lado suyo con cierto temor y finalmente vio a Ludwig salir de su hogar y subir en el asiento del copiloto. Todas las puertas del vehículo se cerraron finalmente.
—¿Cómo estás, todo bien, muchacho?—preguntó Alfred mientras movía algo en una pantalla digital en el tablero.
—No hay tiempo para preguntar ahora, tenemos que irnos rápido—interrumpió Ludwig con un tono desesperado y miro a Ergo a través del espejo retrovisor—. Ergo activo el muro que colinda con el enrejado...
Alfred cambio su expresión de golpe y comenzó a mover sus dedos más rápido en la pantalla. El vehículo hizo un sonido similar a un click y una franja azulada recorrió el techo del vehículo por dentro.
—Bienvenido, señor, ¿a dónde irá hoy?—preguntó una voz formal y masculina desde alguna parte del auto.
—Llevanos rápido a la estación de tren más cercana, por favor—respondió Ludwig acercando su cabeza ante la pantalla.
—Con gusto, siéntase cómodo.
El vehículo comenzó a moverse sin que Alfred metiera las manos por ningún lado. Ergo quedó fascinado; en sus años en la guerra solamente había acceso a vehículos manuales y pilotados por expertos.
—¿Entonces, que hiciste chico?—preguntó Alfred ya estando el vehículo alejado del lugar.
Antes de responder Ergo noto la calma que comenzaba a asomar por las arrugas y comisuras en el rostro de Ludwig.
—Yo... Salí fuera, pero no había nada ni nadie extraño, o ruido... Jamás había salido y al ver toda la extensión detrás, quizá investigar, llegué a la zona enrejada e intente comprobar si podía escalar por mera curiosidad—su tono de voz realzó la última palabra—. Y entonces escuché un sonido enorme y caí del enrejado y vi un enorme muro que se veía igual al de las pantallas como la de la sala o la que tiene ahí—concluyó apuntando con el dedo el panel frente a Alfred.
Alfred miro también a Ludwig, quien había cruzado sus manos y miraba por el exterior a través de la ventana.
—Creo que no era tan alarmante, ya hemos huido. Aunque... Capaz si tardábamos un poco más hubiera acabado fatal, mira—añadió y señaló el retrovisor. El espejo pareció cambiar y de forma curiosa hizo un zoom hacia la entrada hasta dejar ver cómo algunos oficiales llegaban a pie al lugar—. Ellos no serán capaces de seguirnos, hemos analizado sus cascos con ayuda de algunos miembros y no pueden observar ante tal distancia... Encima de que el auto no tiene placas—concluyó y se burló.
Ergo estaba decidido, a pesar de notar a Ludwig con algo de temblor en su cuerpo, a preguntar para satisfacer su curiosidad. Quería saber que demonios había pasado y que era ese muro, sobre el por qué nadie en el otro lado del enrejado parecía verlo, por qué no había seguridad y el por qué todos parecían indiferentes ante el enorme muro.
—Alfred, ¿qué es el muro? Nunca lo había visto.
Ergo evito notarse extraño, no quería levantar sospechas para Alfred sobre quién era. Aunque, inevitablemente, parecía que Alfred ya conocía un "poco" de él. Quizá por las conversaciones que seguramente habría tenido con Ludwig por mensaje o aquella vez en que salió de noche. No había certeza de eso, pero se convenció a sí mismo de que Alfred era de una simpatía igual a la de Ludwig al ayudarlo a él y a su amigo, y eso era suficiente para él.
—¿Jamás...?—intentó preguntar Alfred a Ludwig, pero se tragó su pregunta ante la negativa de cabeza por parte de él—. Bueno...—volvió la cabeza hacía Ergo—. Recuerdo que era para evitar que los soldados pudieran observar del otro lado, hacía la ciudad o escuchar los sonidos de la misma, y viceversa en el caso de los ciudadanos. Cuando esa cosa se activa emite una señal que informa si hay un ciudadano cerca, y al momento de aparecer, como en tu caso, es algo que se nota a kilómetros a la redonda; se construyó hace años para resguardar a los ciudadanos de lo que ocurra en los campos de guerra en los límites.
Ergo se quedó un momento en silencio procesando la información. Rememoró y observo a Ludwig con los labios apretados.
<<¿Activarse con los ciudadanos? ¿Cómo es que Ludwig la evito entonces?>> pensó mientras el auto giraba por una calle desconocida.
—Alfred, ¿por qué giro aquí el auto?—preguntó Ludwig interrumpiendo el pensamiento de Ergo.
—Las demás calles están cerradas a causa de los oficiales, el número de ellos aumentó en solo un día desde la muerte de Javier, y no han parado de revisar casa tras casa y apresar a cualquiera con comportamientos extraños, por eso tracé una ruta que rodeará el lugar hasta poder llegar a la estación. La mayoría de compatriotas ha huido, pero la primera base en el subterráneo está repleta y por eso los llevaré a tomar el transporte hacía los invernaderos y viveros de Wilhelm.
Ergo se interesó más en el diálogo de Alfred e ignoro inconscientemente el torrente de pensamientos. Ludwig cambio su expresión repentinamente y de golpe frente a Alfred y Ergo, a un nivel tan alarmante que incluso Alfred, sin mayor dificultad, pudo leer lo que intentaba decir.
—No, cálmate Ludwig, la información viaja demasiado rápido y para estas alturas todos allá están enterados del chico y de... lo otro.
Ludwig volvió a apretar sus labios y volvió a mirar hacia el frente.
El vehículo se movía con tranquilidad por las calles y giraba con un apuro extraño cada cierto tiempo. Pese a esos movimientos, nadie pareció indagar mucho en el vehículo e incluso había algún par más idénticos al auto por las calles dónde transcurrieron, por lo que definitivamente, pasar desapercibidos era la mayor ocurrencia.