Entre La Razón Y La Piel

~ Allison

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Al final, logré tipear todas las notas aproximadamente seis o cinco minutos antes de que se venciera el plazo de entrega, las manos me sudaban a la espera de que la barra de progreso del sistema terminara de cargar y el botón de guardado me confirmara que esta vez sí había hecho su trabajo. Mi corazón no dejó de galopar sino hasta que recargué la página y lo verifiqué. Mi cuerpo colapsó de puro alivio. Y la estúpida de Baudelaire ni siquiera me agradeció por ello.

Más tarde, cuando ya estaba liberada de mi carga emocional, me fui a sentar en las escaleras del edificio principal con mis apuntes, repasando para el examen que tenía que rendir esa misma noche y del cual no había tenido tiempo de ver gracias a los hechos recientes.

Todo estaba esparcido por el escalón, desorganizado en un caos que reflejaba mi mente. Me estaba frustrando conmigo misma y con mi inútil cerebro que había decidido bloquearse en ese momento y no conseguía procesar las cosas correctamente. Las palabras parecían bailar en las páginas y tenía que regresar a la misma línea reiteradas veces. Fue entonces cuando escuché su insípida voz detrás de mí, interrumpiendo aún más mi concentración. Ni siquiera tuve que voltearme para confirmar.

—¿Terminaste de arreglar el lío que hiciste?

Y luego iba diciendo por ahí que era yo la que comenzaba las discusiones. Me limité a mirarle de reojo sin prestarle mucha atención, esperando a que siguiera de largo.

—Vamos —dio pequeños golpes en mi hombro al pasar por mi costado—. Tuviste que trabajar duro para corregir esto y probablemente se debía a tu mente tan lenta.

Hablé con la tapa del resaltador en la boca mientras subrayaba cosas en mi cuaderno.

—Deja de creerte mejor que yo. Ni siquiera comprendo por qué vas por la vida anunciándolo, tenemos las mismas calificaciones.

—Tal vez en papel. Pero es obvio quién es mejor entre los dos —dijo con confianza—. Mírate, Allison. Tienes que aprovechar cada momento libre que te queda. Yo obtengo mis notas con facilidad, tú tienes que estudiar toda la noche para igualarme.

Escupí la tapa.

—¿Y tú qué sabes de lo que yo hago por las noches? —observé hacia arriba, en su dirección.

—Ambos sabemos que probablemente te desvelas estudiando hasta altas horas de la madrugada. Tienes una obsesión por superarme que es tan obvia.

Ay, no. Estaba enteramente trastornado.

—¿Te piensas que estás en mi cabeza todo el tiempo o qué? —repliqué.

—No necesito estarlo. He observado tu comportamiento más de lo suficiente para saber cómo funciona. Eres muy predecible.

¿Si quiera se daba cuenta de lo que estaba confesando?

—Así que te pasas el día observando mi comportamiento —sonreí con burla.

Cambió sus facciones súbitamente pero su tono no perdió la arrogancia.

—No te confundas —respondió, intentando recuperar su compostura—. Solo tengo las habilidades de observación adecuadas. Es fácil darse cuenta de cómo maquina tu cabeza.

Contrario a la confianza que intentaba transmitir, sentí que le había logrado incomodar con lo que dije. Tristemente, no me dejó seguir disfrutando de eso y no pude decir nada más, porque evadió el resto de la conversación y huyó, para que yo no tuviera la última palabra.

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Un día antes de su cochina conferencia, lo encontré ensayando junto a Camile en el cafetín. Apenas lo vi, quise evitarlo, pero también necesitaba hablar con ella. Así que, me acerqué, dirigiéndome exclusivamente a mi amiga, esforzándome en lo posible por mantenerme al margen de lo que hacían. Sin embargo, a Liam le picó la boca por interrumpirme descaradamente.

—¿Qué necesitas? Estamos ocupados.

Lo miré con evidente enfado.

—¿Me permites? No es contigo —le sonreí falsamente.

Me volteé para preguntarle a Camile acerca de la salida que, se supone, teníamos pendiente desde hace muchos días, y que sería después de mi examen de la noche. Todavía tenía parciales que sustentar después, pero necesitaba liberarme un poco del estrés que me estaba ahogando.

Tuve una mala corazonada al ver que vacilaba y adiviné que no sería así y que mi intuición había acertado, cuando observé su rostro lleno de disculpas.

—Es que... Liam me pidió que escuchara su discurso después de acabar con los últimos arreglos que está haciendo.

¿Era en serio? ¿Prefería escuchar esa cosa aburrida a salir conmigo?

—Sep —respondió él—. Yo le pedí que me diera sus opiniones luego de terminar de revisarlo.

Quería quemarle esas hojas de una buena vez.

—Camile, pero —suspiré, deteniendo mi objeción—. Sí, de acuerdo.

—No estés celosa por esto —intervino él otra vez—. Deberías estar agradecida de no tener que pasar por el agobio de preparar todo el discurso.

Ay diosito, permíteme ahogarlo con mis propias manos sin ser castigada por mis acciones.

—¿Por qué crees que todo lo que hago es por celos?

—Ya te dije. Eres bastante fácil de leer, Allison.

—Ya, Liam... —intervino Camile con suavidad, intentando apaciguar las cosas.

—Solo estoy diciendo la verdad —contestó él, y comenzó a recoger sus cosas—. Deberíamos irnos, tenemos que corregir muchas cosas del discurso todavía.

—Sí, ya lárgate —concordé.

Se puso de pie con los documentos en la mano, y Camile se levantó con él automáticamente, con intenciones de seguirlo.

—¿Van a dejar de discutir algún día? La verdad a veces me cansan un poco —confesó.

Liam se encogió de hombros.

—No es mi culpa que ella sea tan sensible todo el tiempo.

Me señaló con sus inmundas hojas. Deseé haberlas tomado para hacerlas pedazos a ver si tenía tan buena memoria como tanto presumía, para recordar el discurso entero.

—Se supone que son adultos, y se siguen comportando como dos niños chiquitos.

¿Disculpa? Yo solo quería saber si ella iba a salir conmigo esa noche. No planeé nada de esto, incluso traté de evitarlo. Claramente no estaba viendo la misma escena que yo. Ninguno de nosotros le contestó.

—Adiós, Allison. No intentes seguirnos, tenemos cosas muy importantes que hacer.

Caminó, y Camile lo siguió de cerca. ¿Cómo es que ella sí lograba soportarlo? No eran inventos míos, estaba siendo odioso conmigo frente a sus propios ojos y aún así me echaba parte de la culpa.

No volví a saber de ellos en todo el día. Y, efectivamente, falté a clases los dos días siguientes a su dichosa presentación. No me importó si le daba o no la razón al no ir. Sabía que estaría lleno de halagos por parte de todo el mundo durante todo ese tiempo. No tendría por qué haberse dado cuenta de mi ausencia, de todas formas, seguramente estaba lo suficientemente sumergido en su pavoneo como para notarlo.

......................

Me lo crucé terminando de comprar mi batido de mango. Pudo haberse ido a perder a la biblioteca para estudiar, donde yo nunca pisaba, pero justamente decidía irse al lugar más frecuentado por mi persona.

Tenía los libros desparramados por toda la mesa y se notaba que se estaba rompiendo la cabeza al tratar de entenderlos, mantenía el ceño fruncido.

Pero, ¿cómo era que había dicho? ¿Que no necesitaba esforzarse estudiando?

—¿Qué es? —pregunté, inclinándome por encima de su hombro con fingida curioaidad—. Oh, filosofía. Si quieres yo te explico —le di un sorbo exageradamente ruidoso a la cañita de mi vaso—. Digo, ya que es obvio que no se te da tan bien.

—¿De qué hablas? —alzó la vista de sus apuntes y se echó hacia atrás para mirarme—. Me va muy bien con esta materia, tampoco te creas Descartes por una simple respuesta insulza. Solamente estaba repasando unos temas y ya.

—Ah, pero mira. Al final, eres tú quien tiene que desgastarse estudiando un poco más, yo simplemente le di una leída, es como un cuento infantil.

—Claro, y por eso tengo mejores notas que tú, ¿verdad? —Giré los ojos, ¿y si le vaciaba el vaso en la cabeza?—. Ya, admítelo.

—¿Admitir qué? —pregunté, con una expresión incordia.

—Me tienes envidia por ser más inteligente.

Dejé reposar el vaso en la mesa antes de que la tentación fuera demasiado fuerte.

—¿No te sabes otro chiste, Liam?

—Hasta que no te lo saque de la boca, no voy a parar con eso.

Lo miré fijamente con desafío y un poco de incredulidad. Su seguridad era exasperante. Quería contestarle, lo que fuera, tenía que demostrarle que no me podía sacar de mis casillas tan fácilmente. Pero estaba atorada, simplemente nada salía. Nada.

No sé si fue la forma en que lo dijo o el regocijo que tenía en el rostro al pronunciarlo, pero me hizo perder la paciencia. Sentía la rabia subir hasta mi cabeza y seguramente eso fue lo que me nubló el razonamiento porque antes de darme cuenta y sin detenerme.

Lo besé.

¿Qué diablos había hecho?