"Mi vida cambió en un abrir y cerrar de ojos. Tenía todo lo que siempre había deseado: padres amorosos, una hermana que era mi mejor amiga y un novio que se suponía que me amaba desinteresadamente. Pero un día, al descubrir secretos ocultos que giraban en torno a mí, sentí que el suelo se desvanecía bajo mis pies. ¿Cómo podría haber estado tan ciega?, ¿cómo puede confiar tanto en esas personas?; estos secretos estaban a punto de sacudir los cimientos de mi familia y destruir mi relación."
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Capitulo IV Tu papá está enfermo
Punto de vista de Kristen
Estando en el club el arrogante hombre del aeropuerto se acercó a mí y me llamo ¡cariño!, sabía que algo no estaba bien, así intenté salir de la situación, pero un fuerte mareo se apoderó de mí, entonces supe que me habían drogado, era tan estúpida como fui a caer en un juego tan básico. Al final de la barra en un área privada estaba un sujeto que no me quitaba la vista de encima, sentí temor y la oscuridad me abrazo, la droga había hecho efecto en mí.
Al día siguiente desperté en una habitación desconocida, sentí un poco de miedo, así que empece a temblar al escuchar que la puerta se estaba abriendo. Escuche pasos, acercándose a mí, sentí como me ponían una sábana encima y por instinto abrí los ojos, encontrándome en un más oscuro de deseo.
Mi primera reacción fue revisar mi cuerpo y preguntarle al desconocido que me había hecho, pero su respuesta me dejó desconcertada. Sabía que no era deseable para nadie, pero que un desconocido me lo dijera me hizo sentir muy mal; sin embargo, no se lo iba a demostrar. Por algunas clases que tome de paramédicos, sabía que nuestros cuerpos reaccionan a cualquier estímulo así no les gustará, así que haciendo uso de ese conocimiento, deje que ese desconocido me besara y así despertar sus instintos. Me estaba arriesgando mucho, pero mi ego fraccionado se negaba a que lo pisotearan. Después de que lo tenía como quería, lo rechace. El sujeto se molestó muchísimo entrando a su clóset, dejándome en la cama sin intentar nada más. Mi autoestima estaba por el suelo, así que me mire en el espejo y vi mi horrible apariencia, el cabello desordenado y mi maquillaje corrido. En eso salió el desconocido del armario y me dijo algunas palabras. Realmente ya le daba igual lo que él dijera, los cinco minutos de autocompasión se habían terminado, así que salí de esa enorme casa sin mirar atrás.
No tenía idea de dónde estaba, así que camine algunas cuadras hasta que conseguí un taxi. Le pedí que me llevará a la casa de mis padres. Tenía que ir por mis cosas, era eso o andar toda la vida con esta ropa. Cerré mis ojos pensando en lo tonta que fui, yo estaba tranquila en el extranjero, tenía un buen trabajo como relacionista pública en una buena empresa y con un futuro prometedor. ¡Ah!, pero tenía que dejar todo botado por ese idiota que no merecía nada. Ahora me toca buscar trabajo y además donde vivir, porque ni loca me quedaba bajo el mismo techo que mi querida hermana.
Al llegar a mi destino respire profundo y tome el valor de entrar a la casa. Sabía que me iban a recriminar por pasar toda la noche fuera de casa y además llegar en estas condiciones, pero lo que mi familia pensara o dejará de pensar me daba igual.
“Al fin apareces, eres una desconsiderada, hemos pasado toda la noche preocupados por ti. ¿Dónde demonios estabas?”, me pregunto Emperatriz gritando.
“Divirtiéndome, ¿acaso no es obvio?”, respondí de mala gana y con altanería.
“Mira muchachita malcriada, estás en mi casa y aquí no vienes a hacer lo que a ti te dé la gana”, Emperatriz empezaba a perder la paciencia y su voz revelaba el descontento hacia su hija mayor.
Estaba por contestarle a mi madre cuando la hipócrita de Irene apareció con su cara de mustia e interrumpió la discusión. "Mamá, por favor. Recuerda que tenemos visitas”.
No podía seguir en esta casa, estaba segura de que Emperatriz sabía lo que estaba ocurriendo, pero para cubrir las apariencias prefería hacerse la loca y dejarme a mí como la oveja negra. Sin prestarles más atención subí a la habitación, me bañé, cambie mi ropa por algo más decente, recogí lo poco que había desempacado dispuesta a irme de ahí. Tenía algo de dinero y con eso pretendía empezar mi nueva vida. Les demostraría que no los necesitaba para surgir en esta vida y mucho menos venderme a un rico para llegar lejos.
Baje las escaleras y al parecer la visita que tenía esta familia aún no se había ido. Sin voltear a ver de quién se trataba me dirigí a la puerta. Pero para mi mala suerte la estúpida de Irene me vio y con voz chillona llamo la atención de mis padres.
“Kristen, ¿a dónde vas con esa maleta?”, dijo Irene parándome en seco.
Ignore su pregunta y continúe camino a la puerta, pero esta vez fue la voz de mi padre quien no había dicho nada desde que llegué. “Alto ahí jovencita, ¿qué piensas que estás haciendo?, esto no es un hotel en el que entras y sales a tu antojo”, mi papá sonaba molesto, pero no pensaba detenerme, me daba pena por él, pero él solo escogió ser el títere de mi madre.
“Solo vine a visitarlos, me tengo que regresar a Inglaterra hoy mismo”, respondí con la única excusa que se me ocurrió.
“¿Pensabas irte sin despedirte?”, pregunto mi papá con una tristeza en sus ojos.
“No quería molestar, sé que están ocupados planeando la boda de Irene”, conteste bajando mi tono altanero.
“Ya no quiero que te vuelvas a ir, puedes conseguir un mejor trabajo en este país y así estar cerca de nosotros”, la cara triste y melancólica de mi papá me partía el corazón, se podía decir que él era el único en esta familia que valía la pena. Pero quedarme era lo mismo que dejar que Irene me restregara todos los días lo feliz que era con mi ex. Me di la vuelta para salir de la casa, cuando, Emperatriz intervino.
“Tu padre está muy enfermo, ahora más que nunca necesita a su familia unida”, esas palabras atravesaron mi pecho, como cuchillos ardientes. Saber que mi papá estaba enfermo me hizo sentir miserable. Yo preocupándome por un par de infelices, mientras que el único que no me ha lastimado está mal.