Águila Harpía
Rakia es una joven que desde el día de su nacimiento es despreciada por su madrastra y su media hermana, y a su padre poco le importa lo que le ocurra, por lo que la joven debe de luchar cada día para sobrevivir, pero todo cambia un día en el que un antiguo poder despierta en su interior, lo que provoca que toda su vida cambie por completo, entrelazando su destino con el de otras tres personas para derrotar un mal ancestral que se acerca.
En un camino lleno de cambios, Rakia deberá de enfrentar muchos obstáculos para lograr su objetivo, pero no lo hará sola, ya que a su lado estará alguien quien sin conocerla, la esperado toda su vida y que la protegerá aun cuando no sea necesario.
Esta es la segunda historia de la tetralogía Los 4 Guerreros de los Elementos, la primera lleva por nombre “El Guerrero de la Tierra”
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Capítulo 4
NARRADOR
- Un poco más, usted puede hacerlo – dice la doncella, quien puede ver cómo la pequeña niña llega al mundo entre llanto y los gritos de dolor de su madre – es una niña, es una niña – decía la señora Celeste, quien era la única que estaba ayudando a Nasima con el nacimiento de su hija.
- Es tan hermosa – le dijo Nasima a Celeste mientras tomaba a su hija entre sus brazos – eres tan pequeña, mi bella Rakia, estás destinada a grandes cosas, yo lo sé – le decía Nasima a su hija y lentamente beso su pequeña cabeza, la cual tenía un pequeño mechón de pelo blanco azulado, mientras que los ojos de la pequeña eran de un gris muy claro, y miraban a su madre con tristeza, como si supiera que esta era la última vez que la vería.
Tras estas palabras, lo inevitable pasó. Con sumo cuidado, Nasima le dio a su bebe a Celeste.
- Cuídala, yo ya no pobre hacerlo, así que hazlo por mí – le dijo Nasima a su doncella y poco a poco la vida fue escapando de su cuerpo, el esfuerzo fue demasiado para ella, además de que debido a la falta de atención médica, a pesar de que Celeste hizo todo lo que pudo, Nasima sufrió de una hemorragia que fue lo que termino matándola.
- Lo haré, lo haré, la cuidaré como si fuera mi propia hija – decía Celeste, quien lloraba junto a la pequeña, quien parecía sentir la ausencia de su madre.
Horas después nació la hija de la concubina, quien también fue una niña, a la que le pusieron por nombre Auretta.
La pequeña Auretta fue recibida con mucho amor por parte de su padre, y satisfacción por parte de su madre, quien no podía estar más que satisfecha de que su hijo fuera una niña, el único problema era que su dama le había informado que la hija de Nasima había nacido horas antes que la suya, por lo que debía de hacer creer a su marido que eso no era cierto.
Convencer a todos que Auretta era mayor que Rakia no fue muy difícil, puesto que la única testigo del nacimiento de Rakia era Celeste, y puesto que Nasima había muerto durante el parto, no había quien respaldara la versión de la doncella, a quién tacharon de mentirosa, pero aun así existía la incertidumbre, por lo que se esperaría a que ambas niñas cumplieran 8 años, ya que a esa edad ambas serían presentadas al templo y allí se resolvería la duda, puesto que su nivel de magia dejaría en claro quién era la verdadera primogénita.
Así Rakia creció con Celeste como única compañía, puesto que nadie en la mansión le brindaba ni el más minino cuidado, puesto que Kapehria, quién se había convertido en la nueva duquesa, había ordenado que nadie atendiera las necesidades de Rakia, dejando en claro que solo Auretta era la señorita de la casa, algo que Celeste le quiso hacer saber al duque Torm, puesto que Rakia también era su hija, pero al hombre poco le importaba lo que pasara con Rakia, él solo tenía ojos para la hija que tuvo con la mujer a la que ama.
Así por 8 años Rakia fue ignorado por toda la servidumbre, e incluso maltratada por alguno que otro sirviente de la casa, puesto que estos veían como la duquesa maltrata a la niña y el duque no hacía nada, por lo que ellos, empezaron a hacer lo mismo para ganarse el favor de aquella horrible mujer.
Celeste, como podía, defendía a la niña, pero los castigos que le daban por hacerlo eran terribles, y con solo 5 años la niña le pidió que dejara de hacerlo.
- Ellos te lastiman por mi culpa, Rakia es fuerte, puedo soportar cualquier cosa, menos que te lastimen por mi culpa – le dijo la pequeña, después de que Celeste fuera azotada por defender a la niña y evitar que la duquesa la golpeara, por supuestamente faltarle al respeto.
- Mi pequeña – le dijo Celeste llorando, quien a pesar de sus heridas abrazó a la niña, a la que veía como una hija.
Rakia no merecía pasar por todo lo que pasaba en esa casa, pero Celeste poco podía hacer, en más de una ocasión pido ayuda a los antiguos duques, y a la hija de estos, les pido que se llevaran a la niña con ellos, puesto que Celeste temía que mataran a la pequeña en cualquier momento, puesto que a veces los castigos que le proporcionaba la duquesa eran muy severos para una niña tan pequeña, pero esto solo causo que el duque Torm, rompiera lazos con su familia, puesto que estaba harto de que le dijeran que hacer, envenenado por Kapheina, esta lo convenció de que su familia solo buscaba quitarle lo que le pertenecía, y que estos nunca lo habían valorado y que lo consideraban inferior, así que sin dudarlo, el duque corto lazos con ellos.
Entonces llego el momento, ambas niñas habían cumplido 8 años, y Kapheina se encontraba nerviosa, puesto que temía que se revelara la verdad sobre el nacimiento de las niñas, desde entonces había intentado acabar con Rakia de varias maneras, pero Celeste siempre lo evito, y ahora temía que todo se arruinara.
Pero las cosas no pudieron salir mejor para Kapheina y su hija, esta tenía un nivel de magia relativamente alto, mientras que Rakia no poseía magia alguna, lo que aseguraba que su magia sería muy débil cuando creciera.
- Te dije que nuestra pequeña Auretta era la primogénita, era obvio que esa sirvienta mintió, personas como ella no son confiables – le dijo Kapheina a su esposo, convenciéndolo así de que despidiera a Celeste, quien se negó rotundamente a irse, pero fue expulsada sin miramientos del ducado.
- Lo siento, mi señora, le he fallado – lloraba Celeste, al saber que su pequeña a partir de ahora se encontraría sola en aquella casa.
Por su parte Rakia, lloro la partida de quién para ella es su madre, pero a la vez se alegraba de su partida, puesto que, aunque Celeste oculto mucho de lo que sufría, Rakia sabía que muchas veces Celeste se ofrecía para recibir los castigos por ella, y aunque una vez pidió que dejara de hacerlo, la mujer siempre la protegió.
- Ya no sufrirás más, mamá, y yo te prometo que saldré de aquí y nos volveremos a ver – le prometió Rakia a su madre mientras la veía partir.
A partir de ese día las cosas empeoraron para Rakia, ahora que se sabía que Auretta era la primogénita, los pocos sirvientes que aún la trataban mínimamente bien, dejaron de hacerlo, convirtiéndose así en una esclava en su propia casa, siendo castigada físicamente por cualquiera en la casa, pero quienes más la maltrataban eran su supuesta hermana y su madrastra, pero sin importar cuanto la golpearan o la insultaran, Rakia nunca dejo vencer su espíritu, ella había hecho una promesa y se aseguraría de cumplirla.