— Seré directa, ¿quieres casarte conmigo? — fue la primera vez que vi sorpresa en su rostro. Bastian Chevalier no era cualquier hombre; era el archiduque de Terra Nova, un hombre sin escrúpulos que había sido viudo hacía años y no había vuelto a contraer nupcias, aunque gozaba de una mala reputación debido a que varias nobles intentaron ostentar el título de archiduquesa entrando a su cama, y ni así lo lograron, dejando al duque Chevalier con una terrible fama entre las jóvenes y damas de la alta sociedad.
NovelToon tiene autorización de huracán para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Mi señora, ese hombre es un salvaje
Margaret seguía durmiendo plácidamente hasta que en su sueño apareció cerca de una pareja. No veía bien sus rostros y sus siluetas estaban distorsionadas, pero sus voces las escuchaba con claridad.
— Mi inocencia se perdió en los rumbos del destino. Aunque quiera, no puedo amarte; no sé cómo hacerlo y tú no deberías acercarte a cristales rotos, porque saldrías herido. A lo mejor, en otras vidas será diferente y pueda corresponder a tu amor —Dijo una voz femenina, pero esta carecía de sentimiento al hablar.
— Por favor, no lo hagas —La voz de un hombre apenas se escuchó; era como si no pudiera respirar porque debía sostener con su cuerpo el peso del cielo.
El entorno se volvió tan luminoso que Margaret no pudo visualizar qué pasó con la pareja, pero despertó sobresaltada. Su cuerpo se sentía pesado y su cabeza dolía terriblemente, impidiéndole pensar con claridad. Segada por el dolor, terminó cayendo de la cama, enrollada en las sábanas.
Luego de unos minutos de estar agonizando por el intenso dolor, Margaret pudo alcanzar la campanilla para llamar a las doncellas y que vinieran en su ayuda.
Tres mujeres entraron de inmediato, socorriendo a su señora y ayudándola a sentarse en la cama. Ellas estaban extremadamente preocupadas por su señora, y el estado en que la encontraron no era nada favorable, lo que incrementó sus temores.
— ¡Mi señora, qué le pasó! Nos tenía con el alma en la boca. Como no había despertado, nos preocupamos, su padre nos mandó a primera hora a asistirla; quería que tuviera personas de confianza en todo momento. — La primera joven en hablar era Vivian, una joven pelinegra de veinticinco años que había entrado a trabajar al ducado bajo el cuidado del duque, quien prácticamente la compró a su familia para que no le hicieran daño, pues ella era hija ilegítima del señor del condado. Su madre había muerto y la condesa, al enterarse de que su esposo era el padre de la muchacha, amenazó con vender a la joven a unos comerciantes. Esta apenas tenía doce años. El duque se horrorizó al escuchar a la mujer, le ofreció una gran suma por la niña. Desde entonces, estuvo al lado de Margaret, quien apenas era una niña de cinco años.
Al ver a Margaret en ese estado vivían, pensó lo peor. Ella había estado comprometida con un caballero, pero este terminó muerto bajo el filo de la espada del duque por agredirla e intentar forzarla.
—Qué bueno verlas, me alegro de que ya estén aquí. Las eché de menos —Margaret les sonrió cálidamente, lo que dejó a sus doncellas con los rostros desencajados, su señora se veía en pésimo estado y, aun así, les sonreía con dulzura.
— Mi señora, nos enteramos de la insolencia de esa doncella, y si usted no la hubiera castigado, yo lo habría hecho por usted — Dijo una castaña, quien era dos años más joven que Margaret. La diminuta mujer se arremangaba las mangas del vestido en señal de pelea. Esta era Cloy, hija de un barón, pero prefirió unirse a las doncellas del ducado para no ser obligada a contraer nupcias, lo cual fue favorable para sus padres, ya que su hija estuviera al servicio de la unica hija del Duque Vitaly le trajo muchos beneficios; entre ellos, obtener buenos negocios. Así que, momentáneamente, su padre no le insistía a su hija con una boda, aunque su madre la presionaba todo el tiempo.
Margaret retiró la sábana de su cuerpo para levantarse e ir al baño, pero las doncellas rápidamente saltaron al lado de ella, escandalizadas y examinando cada una de sus marcas.
— Mi señora, ese hombre es un salvaje; mire cómo la dejó, debió haber sufrido mucho. Yo misma iré a encararlo mientras Cloy va por el duque — Dijo Vivian, aterrada por todas aquellas marcas en la inmaculada piel de su señora.
Adanis negaba con la cabeza y la mano en la frente al ver el alboroto que estaban haciendo sus compañeras. Esta era una pelirroja de la edad de Margaret, quien estaba acostumbrada a leer diversos libros prohibidos. Ella era plebeya, así que, de cierta forma, no estaba obligada a casarse, pero le gustaba estar informada sobre el tema. Después de que Vivían le contara lo que le había pasado, prefería estar a la defensiva.
— Nuestra señora no tiene nada malo; algunos esposos suelen ser más apasionados en el lecho matrimonial. Dejen de molestar. Vivían, ve a la cocina por agua caliente; hay que prepararle un baño relajante a la señora, y tú, Cloy, ve por un té para el dolor de cabeza. Asegúrate de prepararlo tú misma, no confíes en nadie del personal —Dijo Adanis con determinación. Ellas serían la armadura, el escudo y la espada de su señora en todo momento.
— Pues si yo voy a terminar así el día de mi boda, prefiero no casarme —dijo Cloy para luego salir corriendo antes de que Adanis la matara.