¡LA TEMPORADA DE ESCÁNDALOS HA COMENZADO!
Tras haber salvado la vida de su hija, casada con el príncipe heredero y madre del nieto de la reina regente, se enfrenta a la insistencia de esta última para que vuelva a casarse y disfrutar de su jubilación en compañía. A pesar de sentirse desalentado por la idea de encontrar pareja como un divorciado de mediana edad, que para nada es atractivo, accede a asistir a los bailes debut para complacer a su hija. Lo que no imagina es que en ese ambiente hipócrita podría hallar una nueva oportunidad en la duquesa de Rosaria, la primera mujer en heredar un título nobiliario y formar parte de la guardia real. ¿Podrá un hombre marcado por el estigma de un divorcio, su edad y de su fealdad, encontrar nuevamente el amor en alguien como ella, que desafía las convenciones sociales con su posición y poder?
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CAPÍTULO 4
Jeremy pasó toda la noche en el hospital más cercano, que era el hospital de caridad, debido a que el tiempo había sido apremiante y no podían tardar tanto en transportar a la mujer; sin embargo, en la madrugada de esa misma noche, la mujer dio a luz a su bebé, pero la vida fue cruel al arrebatarle su aliento apenas se escuchó el llanto del niño.
Su esposo, al saber la mala noticia de la muerte de su esposa, estuvo varios minutos solo en el corredor, mientras Jeremy estabilizaba al niño. No obstante, una bruma oscura se posó en su corazón, sintiendo frustración al ver como las personas en el parque perdieron tiempo en no ayudarlos.
Después de dejar en buenas manos al niño, Jeremy fue a tramitar los papeles de defunción y algunos protocolos más. Luego de que las enfermeras le comunicaran que su hijo había sido puesto en cuna, el viudo caminó hasta la habitación donde encontró a su bebé recién nacido.
—Perdóname hijo—respondió con la voz tembloroso mientras acariciaba la cabeza de este—si le hubiera dado una mejor vida a tu mamá, ella no hubiera muerto y no hubiera tenido que pasar por aquellas personas crueles. No mereces tener a un pobre hombre como padre, ¡lo lamento tanto!
Jeremy, luego de hablar con el médico y la enfermera a cargo, salió de la oficina en búsqueda del mendigo; sin embargo, observó como varios guardias corrían desesperados a la azotea, por lo que sintiendo un presentimiento agobiante en su corazón, los siguió hasta darse cuenta de lo que estaba pasando.
—¡No lo haga!—gritó Jeremy—¡¿A acaso va a dejar a tu hijo solo?!
El mendigo volteó, aun estando al borde del precipicio, dejando ver como su cabello ondulado se movía por la leve brisa. Sus ojos desproveídos de brillo y rojos por el llanto que emanaba desde lo más profundo de su alma, hicieron que recuerdos vagamente tristes azotaran al padre de la princesa consorte.
—Soy un mendigo que vivía en una carpa en el bosque—le respondió—ni siquiera pude darle un techo decente a mi esposa, mucho menos le daré una vida buena a mi hijo. Tendrá mejor suerte como huérfano que como hijo de un mendigo que no sabrá si podrán comer al día siguiente.
El hombre dio un paso atrás, provocando que tanto los guardias como Jeremy se asustaran e intentaran acercarse para detenerlo; sin embargo, no sabía si era el dolor o la oscuridad de tener un futuro sin el amor de su vida, que el médico real pudo ver por un segundo como una bruma oscura arrastraba al hombre al precipicio.
Con las piernas temblorosas, Jeremy sucumbió y terminó por caer bruscamente, lastimándose un poco las rodillas. No obstante, mientras todos a su alrededor corrían para ver si ahora el cuerpo del hombre en el primer piso seguía con vida, mantuvo su mirada al piso, ignorando la presencia fría que ahora estaba frente de él.
—Vete, tú no eres real—susurró aún con la cabeza gacha.
—Je...je...je—la bruma oscura comenzó a reirse—¿aún seguirás negando que la muerte siempre vence a la medicina?
Ignorando las palabras de la bruma, con cuidado, Jeremy se levantó y se acercó al precipicio, observando como varias personas intentaban auxiliar en vano al mendigo. Un nudo en su corazón se formó, ni siquiera había sabido el nombre de los padres del niño, ni siquiera estos le habían dicho como se llamaría.
—Es cierto—le respondió—la muerte es la única cosa que llegará por más que se postergue... pero, si tanto me odias, ¿por qué no me matas?
—Eso es porque aún no ha llegado tu turno—le respondió la bruma.
Jeremy se volteó, observando con enojo a la bruma, comenzando a caminar con firmeza, haciendo que esta retrocediera un poco. El brillo del cuerpo que emanaba el cuerpo del médico real estaba haciendo que empezara a disiparse. Detestaba el brillo de todos los que se dedicaban al campo de la salud, los consideraba engendros que su maldita contraparte puso en el mundo para evitar que él se llevara a la gente cuando era su hora.
—No sé si eres real o solo una alucinación que comencé a tener cuando era niño—espetó con crudeza Jeremy—pero hasta el fin de mis días seguiré defendiendo la vida por encima de la muerte, ¡ahora lárgate!
Sintiéndose mareado, por primera vez después de tantos años como médico, Jeremy sentía que su integridad profesional estaba siendo derrumbada. Había sido entrenado para separar lo más que fuera sus sentimientos, de su profesión; sin embargo, momentos como esos hacían que se pusiera a prueba su entereza.
—¡Maldición!—espetó golpeando la pared—si tan solo esas personas la hubieran llevado a tiempo al hospital... ¿Por qué la nobleza es tan cruel?
Jeremy se quedó varios minutos en las escaleras, intentando calmarse. No debía mostrarse en ese estado, debido a la reputación de la familia real y de su propia hija; sin embargo, en su corazón aún había odio por aquellos crueles nobles en el parque. Limpiándose las lágrimas, con una sonrisa irónica pensando que pronto debía escoger a una mujer de la nobleza como esposa, se fue de las escaleras rumbo al piso de recién nacidos.
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Tras la insistencia de Serena de ir al hospital para ver a Sir Jeremy y a la pareja de mendigos, su albacea y esposa aceptaron llevarla. No obstante, cuando al fin descendían del carruaje, tras un viaje de media hora, se horrorizaron ante lo ocurrido. No fue, sino dar un paso en la acera, cuando el cuerpo del hombre del día anterior chocó contra el piso, provocando que todos e inclusive Serena escucharan como sus huesos se quebraban.
—¡Por Dios bendito!—exclamó Miranda desviando su mirada.
—Dios guarde al pobre hombre—respondió abrazando a su esposa.
Serena, quien ya había visto morir frente a ella a su propia familia, caminó un poco sin importar que al acercarse sus zapatillas se manchasen un poco con sangre. Su corazón se aceleró, recordando el cuerpo de su padre frente a él, llegando a pensar un segundo que ese hombre era él. No obstante, al ser apartada por varios guardias del lugar, pudo volver en sí.
—¡El bebé!—gritó.
Sin importarle el que dirán, la duquesa de Rosaria subió los cinco pisos mientras corría por las escaleras. Era tanto su miedo por pensar que el bebé no hubiera sobrevivido al parto, que incluso dejó caer sus zapatillas; sin embargo, al llegar al piso de recién nacidos, terminaría chocando contra un hombre.
—¿Es usted una insensata o qué?—Jeremy la regañó—¿Es que no entiende que está en un hospital? ¡¿Cómo se le ocurre...?!
—¡El niño!—gritó Serena sin dejar que él terminara su regaño—¿Dónde está el bebé y su madre?
Jeremy frunció el ceño confundido, antes de soltar a Serena quién yacía en sus brazos. En ese momento vio detrás de ella a sir Anthony y su esposa, quiénes habían salido tras el rastro de la duquesa. Luego de que estos fueran brevemente presentados, la ex soldado siguió insistiendo por saber lo ocurrido, quedando devastada al enterarse de la muerte de la madre.
El médico, en consideración a su viejo amigo y por respeto a la duquesa, permitió que fuera guiada a la sala de recién nacidos, donde el bebé estaba durmiendo. Con una sonrisa, la mujer ser acercó y acarició su mejilla, provocando que el bebé de manera inconsciente comenzara a mover su pequeña boca.
—¿De verdad ella es la nueva duquesa de Rosaria?—preguntó en un susurro Jeremy—perdona por la pregunta, es solo que...
—No se preocupe, sir Jeremy—respondió Anthony—en efecto, aquella joven es la nueva regente del ducado de Rosaria.
El médico real seguía sin creerlo, era increíblemente mal educada aquella joven como para pertenecer a la nobleza. Así mismo, por más que no hubiera tenido una buena educación, le costaba creer que alguien de su estirpe quisiera pisar un lugar solo para plebeyos.
—¿Qué pasará con el niño?—preguntó Miranda.
—Por protocolo, será mantenido una semana en el hospital—respondió Jeremy—luego será entregado al orfanato de la ciudad.
Serena se quedó pasmada a lo que había alcanzado a escuchar, no podía creer que un niño tan pequeño pasara por lo mismo que ella y que tan joven fuera condenado a ser un huérfano. Si bien era cierto que un infante tenía mejor vida en un orfanato que como hijo de un mendigo, seguía siendo una vida cruel.
—¿Tú también perdiste a tu familia, eh?—preguntó al ver que el niño medio abría sus ojos—¿Te gustaría vivir conmigo y mi abuelo? No nos gustan los lujos, pero crecerás en una casa llena de mucho cariño.
—¡Espera!—la regañó Anthony—sabes cuál es tu situación, si ahora adoptas como protegido a un huérfano de la plebe todo se va a complicar más.
—Si ya de por sí nadie querrá casarse conmigo por lo que soy—respondió cargando el bebé—¿qué más da si ayudo a este niño?
Con una mirada llena de alegría, sintiendo como el recién nacido se movía un poco en sus brazos, se acercó hasta Jeremy para darle una reverencia acompañada con una sencilla sonrisa.
—¡Muchas gracias, doctor, por salvarle la vida a mi protegido!—le dijo mirándolo directo a los ojos—aunque no poseo una buena reputación, el ducado de Rosaria estará agradecido con usted, así que cualquier cosa que necesite lo ayudaré sin problema alguno.
—No es necesario, es mi deber—habló Jeremy.
Luego de preguntarle al médico real el nombre del niño, Serena se puso un poco triste al saber que sus padres no habían logrado decirle el nombre que le habían decidido poner cuando este naciera. Por eso, tras varios segundos en el pasillo fuera de la sala de recién nacidos, mientras acunaba al bebé, se detuvo al saber qué nombre le pondría.
—Tendrás el nombre de tu salvador—dijo sorprendiendo a todos—¡Te llamarás Jeremy!
Ante la mirada estupefacta de las enfermeras y las demás personas reunidas en el lugar, Serena seguía acunando con alegría al niño, sin percatarse de que el padre de la princesa consorte la analizaba sin poder creer que hubiera una noble tan fuera de lo común como ella.
jajajajaja jajaja
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