EL PADRE DE LAS DOCE PRINCESAS BAILARINAS

EL PADRE DE LAS DOCE PRINCESAS BAILARINAS

CAPÍTULO 1

Sus ojos celestes observaban con admiración y temor el enorme cuadro que hacía parte de una serie de muchos retratos en aquel corredor, antes de poder ingresar al cozo de entrenamiento. Extasiada por la belleza y autoridad que el protagonista de aquel cuadro mostraba, aun cuando solo fuera una mera pintura y su inspiración hubiera muerto hacía tiempo.

Con una sonrisa extendió su mano, para solo atreverse a tocar el marco dorado de la pintura, todo mientras era observada por varios de sus compañeros y superiores de la guardia real. Todos sabían su historia, y si bien habían respetado a más no poder al padre de aquella insolente mujer, todos detestaban que ella estuviera pisando un lugar que solo los hombres deberían pisar.

—Papá, sé que esto no es lo que querías—dijo en un susurro—pero he logrado cumplir con la tradición... espero que me ayudes en la decisión qué deseo tomar.

La mujer, quien pese a tener el cabello recogido, deslumbraba bajo el sol con su cabellera rubia, casi rojiza, caminaba con la frente en alto y con una marcada sonrisa, ignorando las malas caras de los demás miembros de la guardia real. Cuando al fin logró llegar a la oficina del comandante, colocándose recta, tocó tres veces la enorme y pesada puerta de roble.

—Serena, adelante—dijo el comandante.

El hombre, quien una vez fue el mejor amigo de su padre, sonrió con ternura a la única hija superviviente de su gran amigo. Tras darle un cordial saludo, hizo que esta se sentara frente a su escritorio. El hombre sabía muy bien la razón por su visita, él también estaba emocionado por ese momento.

—¡Felicidades, Serena!—expresó pasándole una carta con el sello real—¡La reina regente te ha dado de baja con honores!

—Eso quiere decir, señor...—susurró emocionada mientras recibía el sobre—¿Qué yo soy...?

—Sí, Serena—sonrió con gusto—¡Ya eres libre! ¡Has cumplido con satisfacción el servicio militar obligatorio!

La mujer sonrió mientras leía la carta, con sus callosas y maltratadas manos. Sus lágrimas poco a poco inundaban el fino papel. Su emoción era tanta, que no le importó mostrarse débil a su hasta entonces superior. Desde que había quedado huérfana, desde que había perdido a su único hermano, había luchado para cumplir el único requisito que la corona exigía para seguir manteniendo el título nobiliario a todos los pertenecientes a la nobleza.

—Ahora solo te queda cumplir con el rol que el título de tu padre conlleva—le dijo el hombre.

—¿Quién dijo miedo, mi señor?—fue lo único que le dijo—¡Gracias por todas sus enseñanzas!

Luego de un efusivo abrazo, el comandante observó irse a su antigua subordinada. Sonriendo, se acercó a su pequeño bar y tomó un poco de whisky, a modo de festejar la baja con honores de Serena. Ahora lo único que tenía que hacer era preservar el legado de su familia y tener su propia descendencia.

La mujer, quien ahora daba pequeños saltos, una vez salió del despacho del comandante, fue rumbo a los aposentos de los guardias, sin percatarse de que un hombre con bata blanca y bastante gordito pasaba a su lado. El hombre, al ver de reojo aquella mujer vestida con uniforme de soldado, volteó un momento para verla antes de irse.

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Una vez llegó al palacio de la princesa consorte, luego de haber examinado a varios de los guardias heridos, el médico real fue recibido amablemente por los custodios del lugar. Entrando con respeto a los aposentos de la esposa del príncipe heredero, fue abrazado con calidez por tres niños, los cuales provocaron que se cayera de espalda.

—¡Mi espalda!—dijo el hombre al sentir la caída.

—¡Niños!—la voz de una mujer resonó por lo alto en la habitación.

Los tres príncipes, evitando un regaño de su madre, ayudaron al hombre a levantarse; sin embargo, estos se amarraron como osos pandas a sus piernas, por lo que el hombre no podía caminar muy bien.

—Saludos, su alteza—dijo el hombre inclinando su cabeza.

—Padre mío, mientras estemos solos no es necesario formalidades—extendió la mano su hija—tu nieta quiere verte, por cierto.

El hombre, quien no podía negarse ante la mirada tierna de sus tres nietos mayores, caminó con cuidado hasta el sofá donde se encontraba su única hija y observando con una sonrisa a la cuarta hija de esta, se quedó tranquilo al verla en mejor estado tras el duro embarazo que el mismo supervisó.

—Pensé que te irías a descansar después de ver a los soldados—respondió al verlo sentarse frente a ella—¿ocurre algo?

—Solo quería verla, su alteza—dijo sinceramente.

La princesa, con una sonrisa triste, observó al hombre que no solo era su padre, sino que había salvado la vida de su propia nieta. Sabía muy bien que aquel hombre cuarentón, alabado por todos por sus conocimientos médicos, se sentía solo en su mansión.

"Si tan solo él se enamorara de nuevo"

Fue lo que pensó la mujer tras ayudar a su hija a soltar unos gases, luego de tomar leche. Pidiendo ayuda a las criadas, observó de reojo lo que estaban haciendo sus hijos mayores, hasta que su primogénito hizo algo que le llamó la atención.

—¡Maxi!—lo regañó su madre.

El niño había tomado una sábana blanca y se había hecho una bata rudimentaria como la de su abuelo. Con ayuda de sus dos hermanos, se subió a un pequeño taburete y quedó en frente de ambos, mientras los otros dos niños sostenían pequeñas hojas detrás de ellos.

—¡Soy el doctor corazón!—expresó Maxi—es para mí un gusto presentar, a mi primer cliente, la empresa que he creado.

—¡SERVICIO CASAMENTERO DEL PRÍNCIPE MAYOR!—gritaron sus dos hermanos menores.

El niño dio un pequeño salto al casi caerse de la butaca, para luego darse cuenta de que la faltaba algo. Fue así que logró sacar de su pantalón y bigote falso que se lo puso con ayuda de un poco de cinta.

—Al ser nuestro abuelo y primer cliente, el servicio será completamente gratuito—espetó inflando un poco su busto—Tanto mis agentes como yo garantizamos satisfacción.

—¿En serio el príncipe me ayudará gratis?—preguntó el hombre siguiéndoles el juego—¿cómo puedo yo, un simple hombre, ser poseedor de tal honor?

—¡Claro que cobraremos!—gritó Samuel, el segundo hijo—el abuelo tendrá 12 hijas...

—¡¿Cómo?!—el hombre se sonrojó.

Su hija, quien estaba un poco divertida, escupió un poco su té al escuchar las barbaridades de los nietos de su padre. No obstante, al ver como su padre se estaba divirtiendo, pese a que claramente se mostraba avergonzado, no quiso regañarlos aún.

—Una vez el abuelo se case y tenga doce hijas, como el sagrado libro lo dicta—expresó Maxi sacando un libro de cuentos de hadas—mamá tendrá una familia grande y no llorará porque el abuelo se sienta solo.

Preocupada ante la declaración de su hijo, observó como su padre, con mirada larga, leía el libro de cuentos de hadas. Si bien era una versión un tanto antigua, en específico el cuento en el que sus nietos se basaban, al parecer estos querían que fuera él, el padre de las protagonistas de las "Doce princesas bailarinas".

—Agradezco a mis príncipes el tener en cuenta a este viejo maltrecho como yo—respondió con dulzura.

—¡Padre, solo tienes 40 años! ¡No eres ningún viejo!—lo regañó su hija, antes de mirar a su doncella—Gloria, lleva a mis hijos de regreso a sus aposentos.

—¡Piénselo, abuelo!—gritó Maxi antes de irse—¡Resultados garantizados!

Tras salir los trillizos, el médico real dio un pequeño sorbo de té mientras ocultaba su sonrisa. Estaba contento de que, pese a ser un hombre feo y que realmente fuera alguien humilde, sus pequeños nietos aún lo tuvieran en su corazón. Irene, al ver la paz que la compañía de una familia le traía a su solitario padre, y tras lo ocurrido con sus hijos, supo enseguida lo que debía hacer.

—Sir Jeremy Williams—lo llamó con autoridad—arrodíllese.

Tomándolo por sorpresa, el hombre se arrodilló con cuidado, esperando alguna orden de la princesa consorte. La mujer, al ver como su padre estaba expectante, suspiró antes de hablar.

—Por el poder que se me ha conferido al ser usted designado como mi médico personal—habló Irene—le ordeno tomarse unas vacaciones de tres meses, donde deberá participar en todos los bailes debut en la capital y escoger a su futura esposa.

—¿Cómo?—quedó pálido.

—¡Buena suerte escogiendo a su futura esposa!—fue lo único que dijo su hija con una sonrisa.

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Después de hablar por varios minutos con su hija, Jeremy salió sin siquiera su botiquín, con una cara tan pálida como el blanco de la leche. Distraído, se tropezó con varias personas, hasta por fín llegar a su despacho, en la torre médica del palacio. Sorprendiendo a varios de sus asistentes, incluyendo a su único discipulo.

—¡Señor!—gritó al verlo tan mal—¡¿Qué ocurre?!

El joven trigueño y cabello rizado ayudó a su maestro a sentarse y poder recuperar un poco de energía, mientras colocaba unos paños frescos en su rostro.

—Debo...—dijo asustado.

—¿Debe?—preguntó confundido.

—¡La princesa quiere que me case!—expresó masajeándose las sienes—¡¿Puede haber alguna mujer que quiera casarse con alguien tan feo cómo yo?!

El asistente del médico real se quedó petrificado ante el miedo irrisorio que el hombre estaba mostrando, si bien era cierto que su jefe no era el más guapo de todos, tenía una buena posición y era el padre de la princesa consorte, ¡Estaba seguro de que alguna mujer podría enamorarse de su estatus!

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Comments

MarlingJCF

MarlingJCF

Miy interesante inicio

2024-09-26

0

Topy71 🇦🇷

Topy71 🇦🇷

Ojo, que es el primer cliente, no fallen, si no el negocio no prospera 🤭🤣

2024-05-05

2

Topy71 🇦🇷

Topy71 🇦🇷

Pobre abuelo, con nietos así escapaaaaaa....😁😂😂😂😂
Pero que tiernos, parece que lo super quieren 😍

2024-05-05

2

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