En el antiguo jardín de la mansión, la mesa de té estaba meticulosamente dispuesta para dos, mientras el sol de la tarde bañaba el escenario con suavidad. El hombre, impecable en su apariencia pero distante en su mirada, apenas prestaba atención a la dama frente a él. Sus cabellos rubios danzaban con la brisa, pero su expresión reflejaba tristeza y resignación. Con voz serena pero cargada de pesar, ella deslizó un documento sobre la mesa, diciendo: "Espero que encuentre a alguien que lo ame en la medida en que usted no lo considere una molestia."
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Capitulo 4
La mansión Beamount parecía envuelta en su rutina matutina habitual, con sirvientes y criados yendo y viniendo, preparando el desayuno y ocupándose de las labores diarias. Lucian, como de costumbre, se alistaba para partir hacia el palacio real. Pero esta mañana, la normalidad fue interrumpida por un hecho inusual.
Al dirigirse hacia la salida, Lucian notó la ausencia de Edith en el lugar habitual donde solía despedirlo. Si bien no era una costumbre estricta que ella estuviera presente, la falta de su presencia llamó su atención de manera inesperada. Una ligera sensación de desconcierto se apoderó de él mientras subía al carruaje.
Justo cuando estaba a punto de partir, una extraña sensación lo hizo voltear hacia la ventana de la habitación de Edith. Allí, entre las cortinas apenas entreabiertas, captó un destello de movimiento. Al mirar más de cerca, se encontró con los ojos de Edith, observándolo desde la distancia.
El contacto visual repentino tomó a Lucian por sorpresa, y durante un breve instante, se encontraron atrapados en una conexión tensa. Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, Edith apartó la mirada y se retiró de la ventana, dejando a Lucian con una sensación de intranquilidad y confusión.
Frunció el ceño, reflexionando sobre el extraño comportamiento de Edith. ¿Por qué lo observaba desde lejos en lugar de despedirlo como de costumbre? La pregunta flotó en su mente mientras el carruaje se alejaba, dejando la mansión Beaumont detrás y a Edith en su misterioso silencio.
Después de observar a Lucian partir desde la distancia, Edith se sumergió en las responsabilidades de la mansión Beaumont. Se sintió liberada al ocupar su mente con las finanzas y la administración de la casa. Revisó presupuestos, ordenó compras necesarias y clasificó las variadas cartas de los vasallos.
El día pareció transcurrir rápidamente mientras estaba ocupada, y encontró que era menos tedioso cuando su mente estaba enfocada en las responsabilidades de la casa en lugar de en Lucian. Cuando finalmente notó que los últimos rayos de sol se despedían, Edith se levantó de su escritorio y se dirigió a la sala principal.
Allí, un elegante piano ocupaba un rincón destacado. Edith se sentó frente a él, ocupando el lugar de alguien que iba a tocar. Con cuidado, una mano se posó en las teclas, seguida por la otra, y comenzó a tocar una suave melodía.
El sonido del piano llenó la mansión Beaumont, pero el ambiente se cargaba de melancolía. A pesar de la delicadeza con la que tocaba, la música parecía teñida de tristeza, como si el piano estuviera expresando los sentimientos que Edith guardaba en lo más profundo de su corazón.
De repente, la melodía se detuvo bruscamente. Edith quedó inmóvil, su mente divagando en un recuerdo.
Había oído de alguien de la mansión que a Lucian le gustaba mucho la música del piano.
- Edith: [aprendí a tocar porque a él le gustaba... ¿Por qué lo sigo haciendo?]
Reflexionó, refiriéndose a Lucian. La presencia reciente de él en la mansión se filtraba en su mente, y la última nota de la melodía resonaba con una extraña intensidad.
Lucian, que había regresado hace un momento, logró escuchar el último fragmento de la melodía. Aunque le pareció exquisita, la tristeza que emanaba de la música le incomodaba. La brusquedad con la que Edith había detenido la canción contrastaba con la suavidad de su ejecución, y esa discrepancia lo perturbó más de lo que hubiera esperado.
Lucian se encaminó hacia la sala donde Edith tocaba el piano, sintiendo una inexplicable urgencia por confrontarla. Sin embargo, antes de que pudiera abrir la boca para decir una palabra, Edith se levantó de repente y se retiró, pasando junto a él en un silencio gélido.
Un aire frío pareció golpear el rostro de Lucian mientras veía a Edith alejarse sin mirarlo siquiera. Incrédulo ante lo que acababa de suceder, su mirada se dirigió al lugar donde ella había estado sentada apenas unos momentos antes. Una imagen fantasmal de Edith sonriéndole y preguntándole qué canción quería que tocara se dibujó en su mente.
- Lucian: Eso es lo normal...
Murmuró para sí mismo, tratando de hacer sentido de la situación. Sin embargo, un escalofrío continuaba recorriendo su espalda, recordándole lo irreal de la escena que acababa de presenciar. Lo irónico de todo era que Edith no había actuado de manera diferente a cómo él solía actuar diariamente con ella.
Lucian se quedó parado en la sala, con la mirada perdida en el vacío, nunca había tenido esa sensación, la sensación de haber hecho algo mal y no saber de que se trataba.
Después de salir apresuradamente de la sala de estar, ignorando por completo a Lucian, Edith regresó desesperada a su habitación. Al cerrar la puerta tras de sí, se derrumbó, dejando que la angustia que había contenido durante tanto tiempo finalmente saliera a la superficie.
Su respiración era agitada, como si hubiera estado conteniendo el aliento desde que salió de la sala. Edith se sentía abrumada por el peso de las emociones que la embargaban. ¿Por qué todo debía ser tan agobiante? Ya no podía soportarlo, incluso las pequeñas interacciones como la que acababa de tener con Lucian la estaban atormentando.
Se preguntaba una y otra vez por qué debía ser así. La contradicción entre su deseo de alejarse de Lucian para protegerse y el profundo amor que sentía por él, que la impulsaba a querer estar siempre cerca, era un tormento constante para Edith.
Era una situación insostenible. Cada momento que pasaba con Lucian parecía llevarla más al borde de la desesperación, pero al mismo tiempo, la idea de separarse de él le causaba un dolor insoportable.
Edith sabía que no podría soportar mucho más tiempo así. La lucha interna entre su necesidad de protegerse y su deseo de amar a Lucian estaba desgarrándola por dentro, y no sabía cuánto más podría resistir antes de colapsar por completo.
A medida que pasaban los días, la actitud inusual de Edith continuaba, y Lucian se encontraba cada vez más perturbado por ello. Lo que al principio parecía simplemente una anomalía pasajera se había convertido en una constante.
Cada vez que se encontraba con la mirada distante de Edith o la notaba retirándose sin una palabra, se preguntaba qué podría estar pasando por su mente. Nunca antes había dedicado tanto tiempo a reflexionar sobre las acciones de Edith, y encontrarse a sí mismo cuestionándolas era una experiencia desconcertante para Lucian.
En el silencio entre ambos, las palabras no dichas resonaban más fuerte que nunca. Lucian, sintiéndose incómodo con la persistencia de esta nueva dinámica, buscó entender el motivo detrás de la actitud de Edith. Cada día que pasaba con esa tensión lo empujaba más cerca del límite de su paciencia.
Lucian recibió una invitación para asistir a un lujoso banquete en el palacio real, y vio en ello la oportunidad perfecta para deshacerse de la extraña actitud que Edith había adoptado últimamente.
Lucian extendió la invitación hacia Edith con un gesto cuidadoso, como si estuviera ofreciendo algo más que un simple pedazo de papel. Observó atentamente su rostro en busca de alguna señal de su reacción mientras ella recibía la invitación entre sus manos delicadas.
Una sombra de expectativa se deslizó furtivamente por la mente de Lucian mientras aguardaba una respuesta. Él, que siempre se había esforzado por mantener sus expectativas bajo control, se sorprendió al darse cuenta de que, en ese momento, esperaba ver una dulce sonrisa y una expresión de agradecimiento en el rostro de Edith. ¿Acaso eso no era una expectativa? Se preguntó a sí mismo, aunque apenas tuvo tiempo para reflexionar antes de recibir la respuesta de Edith.
Sin embargo, en lugar de la reacción cálida que esperaba, la expresión en el rostro de Edith parecía tensa y distante. Aunque aceptó la invitación, la manera en que lo hizo dejaba entrever que lo hacía más por obligación que por deseo genuino. Una sensación amarga recorrió la garganta de Lucian, como si el sabor del desencanto se hubiera instalado en su boca.
- Lucian: [¿Pero eso debería estar bien? Después de todo, todo se resume a las obligaciones]
Se dijo Lucian, mientras veía a la apresurada Edith retirarse de su oficina, tratando de convencerse a sí mismo de que no importaba el motivo detrás de la aceptación de Edith. Sin embargo, la sensación de malestar persistía en su interior.
Y si es cierto que se dice que con la clase se nace y en algunas ocasiones se hace...¡Usted, francamente desertó de las dos!.🤨😒