UNA LUNA PARA EL ARCHIDUQUE

Alessa se quiso acercar a Renan y preguntar por qué se había burlado de ella, pero fue sujetada del brazo por su padre, quien le dio una mirada amenazante y luego advirtió.

—No te atrevas a arruinar el momento de gloria de la familia, si te atreves a hacerlo, haré desaparecer la tumba de tu madre y jamás sabrás donde están sus restos — dijo el Duque mientras ella derrama lágrimas de dolor, vergüenza y solo baja la cabeza sin saber que las cosas serían más complicadas.

El emperador dio su aprobación como si no supiera de esto e inmediatamente hizo otro anuncio que dejaría a Renan y Alessa conmocionados.

—También tengo otra grata noticia, el Duque Duncan está con bendiciones de los dioses hoy, su segunda hija, la debutante Alessa Duncan ha sido solicitada como prometida del gran Archiduque Draco Weerwolf, del Archiducado del Norte — dijo el emperador mientras miraba a Alessa quien está petrificada, claro que sabe quien es, todos saben de quién se trata, el cruel y despiadado Archiduque, quien no se ha casado, ya que sus prometidas desaparecen, tiene 3 concubinas que son extranjeras, las cuales a pesar de sus títulos nadie sabe quienes son, sin embargo, también se le atribuye que anda con muchas mujeres.

Renan se puso pálido y miró a su madre desconcertado mientras ella solo asiente, indicando que no dejaría a esa joven cerca, no permitiría que Alessa arruinara su gestión como emperador.

Cuando Renan estaba a punto de protestar, la alta figura de un hombre con espalda ancha y cintura afilada se acercó, era notablemente más destacado que todos, no solo en tamaño y porte, también su vestimenta, aunque es en su totalidad negra, lleva telas caras que incluso los nobles más prominentes del imperio no podrían pagar, pero lo que a todos les asusta es la máscara que cubre su rostro, y en realidad, todos son solo rumores sobre él, nadie lo conoce en realidad, dicen que la gente que lo rodea es extraña, incluso los pobladores de su archiducado no se mezclan con otros territorios.

El emperador con una mueca de miedo miró al hombre quien solo miraba la situación en silencio.

—Archiduque, es un gusto verlo, déjeme presentarle a la señorita Alessa Duncan — dijo nervioso, todos murmuraban lo irrespetuoso que era el Archiduque con el emperador, no había hecho ninguna reverencia, sin embargo, el emperador le permitía todo, a él lo dejaba tratarlo como le daba la gana y no lo reprendería de ninguna manera.

La emperatriz, por otro lado, estaba tan molesta que vomitaría sangre en cualquier momento, odia a ese hombre con todo su ser, si no fuera porque el odio de ese hombre hacia ellos es mayor, que no quiere reclamar el trono, sabe que lo conseguiría solo con abrir la boca, es un peligro par ella, para su hijo.

El duque Duncan se acercó a Alessa, quien está petrificada, no sabe qué hacer, quiere salir corriendo.

—Archiduque, estoy tan feliz por nuestras familias… — pero el hombre no lo dejó terminar, así que tomó a la niña del brazo sin decir nada, arrastró a Alessa fuera del lugar sin emitir sonido.

Magenta, sonrió, divertida, estaba feliz de que ese estorbo haya sido por fin alejado, está segura que ese troglodita la asesinará igual que al resto de sus prometidas.

Mientras tanto, Alessa es llevada a un carruaje con finos enchapados en oro, es realmente lujoso, pero la niña derrama lágrimas, de un momento a otro pasó de ser la futura prometida del príncipe heredero a la prometida muerta del Archiduque del norte.

De la carreta, una mujer de mediana edad se bajó para mirarla de pies a cabeza, su semblante serio y rígido hizo temblar a Alessa.

—Lady Duncan, iremos a su residencia por sus objetos de valor, ¿alguna petición? — dijo la mujer con seriedad mientras la sigue escudriñando, Alessa es soltada por el hombre que en un ágil movimiento se subió a un caballo que lo esperaba e inició galope a toda velocidad dejándola totalmente desconcertada.

Alessa parpadeo para tragarse las lágrimas, no entiende nada.

—No lo sé, yo…, no lo sé — dijo ella confundida y adolorida, Renan la había dejado por Magenta, lo entiende, pero ella esperaba al menos un aviso, un anuncio.

Alessa se bajó con la mujer en su residencia, los empleados la miran con pena, vieron el carruaje del archiducado del norte y ya se imaginaban algo así, se desharía de la más hermosa niña que había en esa casa para no opacar a Magenta que es la hija de la duquesa.

Celia salió a recibirla con lágrimas en los ojos, un mensajero había llegado hace unos minutos indicando lo que pasaba y las pertenencias de la joven deberían estar listas, y ella estaba muy triste, quiere ir con ella, de todas formas sin ella ahí será peor que la muerte.

—Mi señorita, ya lo sé, me he enterado de todo, iré con usted, la acompañaré si es incluso a la muerte — dijo Celia con seguridad mientras la mujer que la acompaña levanta las cejas, era mucho drama para su gusto.

—Celia, no es necesario, no quiero que te pase nada, es mejor que yo vaya sola — dijo Alessa entre lágrimas.

—No, no…, de ninguna manera, iré con usted, nos hemos criado prácticamente juntas, aquí no tengo nada, sin usted, estoy a la deriva — dijo Celia tomando las manos de Alessa, mientras que la nueva prometida del archiduque mira a la mujer que la acompaña expectante.

—¿Puedo llevar a mi doncella? — dijo suavemente mientras la mujer levanta una ceja y luego asiente, no tendría más concesiones con ella, de todas formas, deberá saber lo que pasa primero, algo era muy extraño con esta nueva prometida.