Una tarde como cualquiera, Andi escuchó el grito de una niña que le decía "papá" a su esposo. En ese momento, ella sintió que el amor era egoísta y cruel. Pero nadie sabia que ese encuentro cambiaría sus destinos.
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Tristezas
Diana, no podía tirar una vez el ancla para detener a Andi para que no se llevara a la niña, porque sus recursos se habían salido de control.
Andi con el corazón partido y desprendendiendo miles de lágrimas sujeto a la niña entre sus brazos y la levantó para llevársela.
—¿Qué te pasa? ¡Pensaste que podías venir a mi casa y llevarte a mi hija así como si nada! ¡Suéltala!...— gritó Diana a Andi.
—No, no, no... no podés ser tan forra Diana, ¿no te das cuenta que tu hija se está muriendo delante de malditos ojos? Ni se te ocurra detenerme porque te juro que te voy a hacer mierda— gritó Andi a Diana y se subió al auto con la niña.
Kevin tomó el volante y aceleró el coche. Andi intentaba que la niña reaccione, pero nada funcionaba. Kevin por el espejo retrovisor observaba como Andi lloraba por la niña. Hay tristezas que no vienen haciendo ruido, solo pesa por dentro convirtiéndose en pequeños monstruos enemigos listos para atacar en cualquier momento.
Endulzar las verdades a veces pesa más.
—¡Llegamos!— dijo Kevin estacionando el auto.
Andi bajo a la niña y la llevó corriendo a urgencias, una enfermera recepciono a la niña y de inmediato los médicos se la llevaron, Andi y Kevin fueron por detrás hasta la sala de atención donde no podían pasar.
—¿Por qué dejaste que la niña llegue a este estado?— dijo Andi muy enojada golpeando el pecho de su esposo.
Kevin no podía decir nada, solo observaba a Andi mientras lloraba.
—Te mandé para que cuides a Lara, Kevin. ¿Qué pasó?
—No fui un buen padre, lo siento Andi.
—Si las cosas estaban tan mal, ¿por qué no me buscaste?
—Porque pensé que ya no nos querías.
—Todos los días pensaba en ustedes, Kevin.
—Y yo en vos mi amor.
Kevin abrazó a Andi, "te extrañé mucho, mi amor", le dijo. Ambos habían recorrido un largo camino.
—No voy a permitir que Diana vuelva a llevarse a Lara, esa mujer es más cruel de lo que pensaba— argumentó Andi.
—Tampoco lo voy a permitir yo.
—Kevin.
—¿Qué, mi amor?
—No quiero ir contra tu madre, pero si ella está detrás de todo esto, no voy a tener piedad de nadie y voy a arrasar con todo. No voy a perdonar a nadie.
—Estoy cansado de mi mamá, no puedo perdonarle todo lo que hizo conmigo. Has lo que tengas que hacer Andi; yo solo no puedo, te necesito. A veces siento que me falta el aire.
Kevin empezó a temblar, sus musculos estaban muy tensos y lloraba como un niño. Andi abrió su corazón y lo abrazó con mucho cariño.
—¡Tranquilo, Kevin! Vamos a estar bien— dijo Andi, con la voz suave.
—Gracias por llegar a mi vida y salvarme de toda esa mierda donde viví por muchos años. Sos un ángel hermoso.
Andi contemplaba su fragilidad, nunca vio a un hombre sufrir tanto. Secó las lágrimas de sus ojos con pequeños besos, hasta llegar a sus labios. Andi si querer se había enamorado de ese hombre fuerte y frágil a la vez. Estando con él, su soledad era neutra.
—¿Cómo está nuestra hija, Kevin?— Diana de la nada apareció arruinando el momento.
Andi se paró frente a ella y le dio un golpe en la cara— Enferma de mierda!! Cómo se te ocurre estar aquí después de lo que has hecho.—le gritó Andi.
—Te guste o no Lara es mi hija y me la voy a llevar— respondió Diana muy molesta.
—Si no quieres que arruine tu vida por completo es hora que desaparezcas, porque te juro que voy a hacerte mierda Diana.
—Qué ridícula te vez jugando a ser la madre de una niña que no te corresponde. La verdadera madre soy, yo, te guste o no esa verdad.
—La policía está en camino, si no quieres que te atrapen empieza a correr…
—¿Que?
—Te denuncié por asesina y maltrato infantil. Tengo muchas pruebas.
—¡Hija de puta!
—Más hija de puta vos, que lo único que hizo fue arruinar la vida de Lara desde un principio. ¿Para qué pariste si no sabes ser madre?
—No tienes derecho a mencionar eso.
—Y vos no tenés el derecho de estar aquí. ¡Fuera!...
—Me voy, pero no vas a lograr quitarme lo que es mío.
—No hay nada aquí que sea tuyo, puedes irte tranquila.
Diana no se sentía tan valiente para ir a afrontar a Leticia, decidió desviar su camino a la casa de su amante. Fue prudente y discreta con la relación que tenía con el hermano de Kevin. Nunca supo con certeza porque se había involucrado con Alberto, el hermano menor de Kevin.
No tenía que tocar la puerta; simplemente sacó una llave del bolso y abrió la puerta. Tiró el bolso en el sillón y se sacó los zapatos. Escuchó el agua de la ducha e imaginó que Alberto estaría ahí, pero una hermosa mujer de ojos claros y cuerpo muy esbelto tomaba una ducha.
Diana enfurecida fue a la habitación, Alberto estaba acostado en la cama después de haber tenido un buen sexo con la joven que usaba el baño.
—¿Qué se supone que estás haciendo, Alberto? Sos un boludo de mierda.
—Hola, Diana. ¿Cómo estás?. Vos no sabes saludar.
—No estoy para tus payasadas. ¿Quién es esa mina?
—Es Natalia.
—Dile que se vaya.
—La que se va, sos vos. Y antes de irte por favor deja las llaves en la entrada.
—Estás loco si puedes tratarme como tu puta. Quien se va es esa mujer.
—Diana, no me hagas perder la paciencia por favor.
—Ok, me voy, pero iré directamente donde tu mamá y le contaré todo lo que has estado haciendo a sus espaldas.
—Sabía que no eras de fiar, en cualquier momento ibas a usar todo lo que te conté en mi contra.
El burro hablando de orejas.