A sus 19 años, arina de lucas parece ser una estudiante común: bonita, callada y aplicada. Trabaja en la cafetería de su abuelo y aparenta ser una joven más de preparatoria. Pero bajo esa máscara se esconde la futura heredera de un poderoso imperio criminal. Entrenada en artes marciales, fría cuando debe serlo y con un corazón marcado por el rechazo de sus propios padres, dirige en secreto a los hombres de su abuelo, el único que la valora.
Del otro lado está ethan moretti, de 21 años. Inteligente, atractivo, respetuoso y aparentemente un estudiante modelo. Sin embargo, también arrastra un legado: pertenece a otra familia mafiosa rival, dirigida por su abuelo, que pretende heredarle el trono del poder. A diferencia de la chica, sus padres sí conocen la verdad, aunque intentan disimularlo bajo la máscara de ejecutivos ejemplares.
Lo que ninguno sospecha es que sus vidas están unidas por un destino retorcido: enemigos en la sombra, pero vecinos en la vida real.
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capitulo 24
El resto de la clase pasó entre lecturas forzadas y comentarios nerviosos de sus compañeros, pero Ariana apenas podía concentrarse. Cada vez que cruzaba la mirada con Ethan, él sostenía su mirada demasiado tiempo, como si no le importara que todos notaran la tensión que había entre ellos.
Al sonar el timbre, los alumnos salieron en tropel. Ariana recogió sus cosas con rapidez, pero el profesor los detuvo en la puerta.
—Ariana, Ethan, no lo olviden. Quiero que ensayen varias veces antes de la presentación. Esa escena necesita química, y ustedes parecen… tenerla de sobra —comentó con una sonrisa socarrona.
Ethan ladeó la cabeza hacia Ariana, como si el comentario fuera un regalo para él.
—¿Escuchaste, Julieta? Tenemos química.
Ella bufó, saliendo del salón sin mirarlo.
—Lo único que tenemos es un trabajo, Moretti.
Pero él no se quedó atrás. Caminó a su lado, ajustándose la chaqueta con calma.
—Trabajo, química, tensión… llámalo como quieras. Igual vas a tener que verme fuera de clase.
Ariana se detuvo en seco y lo miró de frente.
—No creas que porque… —hizo una pausa, recordando inevitablemente la noche en su apartamento, la cercanía, las palabras que ninguno de los dos olvidaba— …voy a dejar que juegues conmigo.
Ethan sonrió despacio, con esa seguridad que la desesperaba.
—¿Jugar contigo? No, Ariana. Eso ya lo hicimos… y sé que quieres volver.
El calor subió a sus mejillas, y antes de que pudiera contestar, él le arrebató el cuaderno y escribió algo rápido en una hoja. Se la devolvió.
—Ensayo. Hoy. Biblioteca vacía, después de clase. No llegues tarde.
Ella lo miró con desconfianza, pero la hoja temblaba en su mano.
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Más tarde, en la biblioteca vacía…
El silencio reinaba entre los estantes. Ariana estaba de pie junto a la ventana, fingiendo leer el guion, cuando escuchó los pasos firmes de Ethan acercándose.
—Llegaste —dijo él, como si lo hubiera dudado.
—Es un trabajo, no te confundas.
Él dejó su mochila en una mesa y se acercó sin prisa, hasta quedar frente a ella.
—Perfecto. Entonces actuemos. —Tomó el libro y abrió justo en la escena del balcón—. Empieza, Julieta.
Ariana tragó saliva, sabiendo que ese “ensayo” no sería normal. Leyó su parte con voz baja, intentando mantener la distancia, pero Ethan rompió toda frontera al responder, acercándose demasiado, su voz grave reverberando en el silencio de la biblioteca.
—“Con las alas ligeras del amor salté las tapias…”
Ariana retrocedió un paso, chocando con la pared. Ethan se inclinó, sosteniendo el guion en alto como si fuera excusa para arrinconarla.
—No es tan difícil, Ari. Solo tienes que dejar de actuar como si no sintieras nada cuando estoy cerca.
Ella lo fulminó con los ojos, aunque el corazón le latía con fuerza.
—Yo sí siento algo, Ethan… repulsión.
Él rio bajo, inclinando apenas la cabeza.
—¿Repulsión? —repitió, divertido—. Y aun así… dormiste conmigo.
El comentario la golpeó como un rayo; Ariana apretó los labios, intentando no demostrar la sacudida que esas palabras le provocaban. Ethan sonrió con descaro, su risa suave llenando el silencio de la biblioteca.
—Sabes que no puedes borrar eso, Julieta.
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Ariana apretó más fuerte el guion contra su pecho, como si ese pedazo de papel fuera un escudo.
—Eso… eso no significa nada —dijo con voz firme, aunque en sus ojos había un destello de nervios—. Fue un error.
Intentó girar hacia la derecha, pero Ethan movió el brazo y le cerró el paso, apoyando la mano en la pared. Ariana dio un paso hacia el otro lado, y él repitió el gesto con el brazo contrario, arrinconándola sin tocarla, pero dejándola atrapada en ese espacio reducido.
—Un error… —repitió, inclinándose lo suficiente para que su respiración rozara su mejilla—. No lo llamaste error esa noche.
—Cállate —susurró Ariana, con la voz más temblorosa de lo que quería admitir.
Ethan sonrió, esa sonrisa peligrosa que jugaba entre burla y deseo.
—No voy a callar lo que tú misma sabes. Por más que digas repulsión… tu cuerpo me recuerda otra cosa.
Ella apretó los puños, alzando la mirada con rabia, intentando recuperar el control.
—Eres un arrogante, un manipulador.
—Y aun así, no puedes apartarte de mí —contestó él, bajando la voz hasta convertirla en un murmullo grave que le erizó la piel.
Ariana intentó escurrirse por debajo de su brazo, pero Ethan bajó un poco más, inclinándose hasta quedar a centímetros de su rostro. Sus miradas se entrelazaron, intensas, desafiantes, cargadas de todo lo que ninguno de los dos se atrevía a decir.
El silencio se volvió tan denso que parecía que el tiempo se había detenido.
Ariana respiró hondo, queriendo gritarle, empujarlo, escapar… pero sus piernas no se movían. Ethan, en cambio, parecía disfrutar cada segundo de su resistencia.
—Vas a tener que ensayar conmigo muchas veces más —dijo él finalmente, con un tono grave y satisfecho—. Y cada vez será más difícil escapar.
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Ethan inclinó más el rostro, bajando la voz hasta un susurro que quemaba en el oído de Ariana.
—Te recuerdo algo, Ari… aunque me tengas repulsión, fuiste tú misma quien, por tu propia cuenta, entró a mi apartamento.
Sonrió con descaro, como si esa verdad fuera la carta que siempre lo pondría en ventaja.
Ariana lo miró fijo, con el corazón acelerado, tragándose el nudo en su garganta. Sus manos temblaban de rabia, pero su voz salió firme, cortante como un cuchillo:
—Sí, entré. Y créeme, Moretti, si pudiera retroceder el tiempo, jamás volvería a cometer ese error.
Ethan la observó en silencio unos segundos, evaluando cada palabra, cada destello de furia en sus ojos. Y luego, en lugar de molestarse, sonrió aún más, satisfecho, con esa expresión arrogante de alguien que siempre obtiene lo que quiere.
—Perfecto —murmuró—. Eso es lo que me gusta de ti, Julieta… que aunque intentes escapar, siempre terminas dándome algo más.
Ariana aprovechó ese instante de pausa para empujarlo con fuerza en el pecho, liberándose por fin del cerco de sus brazos. Caminó hacia la mesa donde había dejado sus cosas, respirando agitada.
—Ensayaremos, Ethan, pero nada más. Y si intentas confundirme otra vez, te arrepentirás.
Él no respondió. Solo la observó mientras recogía sus cosas, con esa sonrisa torcida que mezclaba diversión y triunfo.
Cuando Ariana salió de la biblioteca, Ethan se dejó caer contra la mesa, riendo por lo bajo.
—Qué mujer más interesante… —susurró para sí, con un brillo peligroso en los ojos.
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Ariana salió de la biblioteca como si el suelo le quemara bajo los pies. El corazón todavía golpeaba con fuerza en su pecho, recordándole cada palabra, cada sonrisa arrogante de Ethan, y sobre todo… la forma en que la había arrinconado.
Avanzó por el pasillo medio vacío, apretando el libro de literatura tan fuerte que los nudillos se le pusieron blancos. Sentía que si alguien la veía en ese momento, descubriría la confusión que llevaba dentro.
Se detuvo de golpe junto a una ventana amplia, dejando escapar un respiro entrecortado. La tarde se colaba en el salón, bañándola en una luz dorada que no coincidía con el caos que llevaba dentro.
¿Cómo demonios me deje arrinconar por él?
Se mordió el labio con rabia. Ethan Moretti no debería tener ningún poder sobre mí… pero lo tiene. Maldita sea, lo tiene.
Se apoyó contra el marco de la ventana, cerrando los ojos un segundo. El recuerdo llegó inevitable: ella entrando sola al apartamento de Ethan, todavía mareada, con la lengua más suelta de lo normal. La sensación de cruzar ese umbral voluntariamente la perseguía como una marca imposible de borrar.
—¡Maldición! —exclamó en voz alta, golpeando el cristal con la palma abierta.
Una estudiante que pasaba por el pasillo la miró con cara rara, pero Ariana se encogió de hombros y siguió hablando para sí, como si necesitara sacarlo de su pecho.
—Maldito seas, alcohol… por tu culpa terminé en ese lugar. Por tu culpa… ahora no creo zafarme de él.
Apretó los ojos con fuerza, sintiendo un nudo crecerle en la garganta. Y lo peor… es que no fue solo el alcohol. Si fuera tan simple, no estaría aquí temblando cada vez que me mira.
Dejó escapar una risa nerviosa y amarga.
—Genial, Ari, perfecta estrategia: meterte en el apartamento del tipo más arrogante, más peligroso y más insoportable que conoces. Bravo. —Se aplaudió a sí misma en burla, con un gesto de fastidio—. Y ahora él tiene ese recuerdo guardado como su arma favorita contra ti.
Se apartó de la ventana y comenzó a caminar en círculos por el pasillo vacío, como si estuviera discutiendo con su propia sombra.
—“Aunque me tengas repulsión, tú misma entraste a mi apartamento” —repitió en voz baja, imitando el tono de Ethan con un gesto exagerado—. ¡Ahhh! ¡Qué rabia me da! —Se sujetó el cabello, jalándolo un poco—. Si tan solo pudiera arrancar esa sonrisa de su cara…
Pero entonces, en un destello de sinceridad, la verdad le atravesó como un cuchillo. Se llevó la mano al pecho, respirando profundo.
—Lo peor no es que él se ría de mí… lo peor es que yo… yo no lo odio tanto como digo.
El eco de sus propias palabras le pareció insoportable, así que enseguida negó con la cabeza con brusquedad.
—No, no, no. Basta, Ariana. Eso no vuelve a pasar. —Se habló con firmeza, como si se estuviera regañando—. Fue un error, un error que no repetirás.
El timbre de la escuela sonó a lo lejos, y ella volvió a apretar el libro contra su pecho. Caminó hacia la salida con pasos firmes, como si ese sonido le recordara que debía volver a su papel de chica fuerte, fría e intocable.
Pero mientras bajaba las escaleras, no pudo evitar un último pensamiento, casi un susurro en su mente:
¿Y si Ethan tiene razón? ¿Y si nunca logro escapar de él?
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La noche había caído sobre la ciudad. Ariana caminaba a paso rápido, con los audífonos puestos pero sin escuchar realmente la música. Su mente seguía repitiendo una y otra vez la escena en la biblioteca, como un bucle insoportable.
Cada palabra de Ethan aún ardía en su memoria: “Aunque me tengas repulsión, tú misma entraste a mi apartamento.”
Ella apretó la mandíbula.
—Ese maldito… siempre tiene que recordarlo —susurró, con rabia, al llegar a la entrada de su edificio.
Subió las escaleras, abrió la puerta de su apartamento y la cerró de un portazo. Dejó el bolso en el sofá y se dejó caer allí, exhausta, pasándose las manos por la cara. El silencio de su casa contrastaba demasiado con el ruido de sus pensamientos.
—Necesito olvidarlo, necesito… —se detuvo, porque algo llamó su atención.
Sobre la mesa del comedor había un sobre negro. No lo había dejado ella, y eso le erizó la piel de inmediato. Ariana se puso de pie con cautela, mirando alrededor como si alguien pudiera estar escondido en las sombras.
Se acercó lentamente y tomó el sobre. En la parte frontal, escrito con tinta plateada, estaba su nombre: Ariana.
El pulso se le aceleró. Rompió el sello y sacó una hoja doblada en dos. Reconoció la caligrafía elegante, firme, inconfundible.
Leyó en voz baja:
> “Julieta,
el ensayo de hoy fue interesante… pero sé que todavía te contienes.
No olvides que yo no me olvido de nada, y mucho menos de ti.
—Tu Romeo.”
Ariana dejó escapar un suspiro entrecortado, entre rabia y nervios.
—¿“Tu Romeo”? —repitió, apretando la hoja con fuerza—. ¡Qué imbécil!
Pero su pecho ardía de una forma que la enfurecía aún más. Caminó de un lado a otro en la sala, leyendo el mensaje otra vez, como si quisiera convencerse de odiarlo.
—Cree que puede jugar conmigo… cree que puede burlarse de mí solo porque entré a su maldito apartamento.
De pronto, su celular vibró en el bolsillo. Ariana lo sacó rápido, el corazón golpeándole. Era un mensaje de un número privado.
> “Ya sé que leíste mi nota.
No intentes ignorarla, Ari. Nos vemos en el próximo ensayo.
—E.”
—¡¿Pero cómo demonios…?! —exclamó, mirando alrededor de su apartamento como si Ethan pudiera estar viéndola desde algún lugar. La piel se le erizó entera.
Se mordió el labio con fuerza, sintiendo una mezcla peligrosa de miedo, tensión… y esa atracción que la desesperaba.
—Estás jugando un juego peligroso, Moretti —murmuró en voz baja, apretando el celular contra su pecho—. Y lo peor… es que no sé si puedo ganarte.
Se dejó caer otra vez en el sofá, con la hoja en una mano y el celular en la otra, maldiciéndose por la forma en que su corazón latía solo al leer su nombre.
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Continuará...