¿Podría un hombre marcado por la sangre cambiar al encontrarse con una mujer que veía la esperanza en todo?
¿O el pasado de ambos sería demasiado fuerte para escribir una nueva historia?
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Cap. 24
El peso de los números
Lucifer entró a su oficina privada en el piso 33 de la Torre Adam. Cerró la puerta tras él, se dejó caer en su sillón de piel negra y encendió un cigarro. El humo se mezclaba con la luz tenue que entraba por los ventanales. Su mirada estaba fija en la pantalla de su laptop, pero su mente ya estaba en otra parte.
—William, tráeme los estados financieros final de los últimos seis meses. Y que estén completos —ordenó sin levantar la vista.
—Sí, señor —respondió William desde el intercomunicador.
Minutos después, se escuchó el golpeteo en la puerta.
—Adelante.
William entró con una carpeta gruesa en las manos.
—Aquí están los informes que pidió —dijo, colocándolos sobre el escritorio.
—Déjalos ahí. Puedes salir.
—Sí, señor. Con permiso.
Lucifer comenzó a revisar los documentos. Su ceño se fruncía cada vez más. Pasó las hojas, hizo anotaciones, y finalmente se detuvo. Cerró la carpeta con fuerza.
—William, vuelve a entrar —ordenó.
—Sí, señor.
William entró con paso firme, pero sabía que algo no estaba bien.
—¿Disfrutaste tu trabajo estos seis meses? —preguntó Lucifer, sin rodeos.
—Sí... claro, señor.
—¿Estás familiarizado con estos estados financieros?
—Sí, señor. Los revisé personalmente.
Lucifer se recargó en su silla.
—¿Entonces los entiendes o eres un idiota?
William guardó silencio.
—¿Sabes que esta empresa gastó más de cincuenta millones de pesos en seis meses? ¿Para qué?
—Lo siento, señor. Admito que no fui minucioso.
Lucifer se levantó. Caminó hacia él.
—William, eres el hijo de uno de mis hombres más leales. Te he cuidado desde que eras niño. Te enseñé a negociar cuando apenas sabías dividir. ¿Y ahora me entregas esto?
William bajó la mirada.
—No malversé fondos, señor. Lo juro.
—No me interesa si lo hiciste o no. Me interesa que no lo detectaste. ¿Dónde estuviste? ¿Dormido? ¿Distrayéndote?
William no respondió.
—¿Estás aburrido de ser mi asistente? Porque hasta Aris podría hacer esto mejor que tú.
Lucifer lo miró con dureza. William, a pesar de su inteligencia, no tenía el carácter para confrontar a empleados corruptos. Era brillante, sí, pero demasiado blando.
—¿Quién está detrás de esto? ¿Quién está drenando mi empresa?
—¿Se refiere a alguien en específico?
—¿Quién es la sanguijuela aquí, William?
Silencio.
Lucifer se giró y volvió a su escritorio.
—Está bien. Hoy te vas a casa. Y no vuelves. ¿Entendido?
—Señor, por favor... solo una oportunidad. Seré más cuidadoso.
Lucifer lo miró sin decir nada.
—Sal. Y muéstrame por qué debería darte esa oportunidad.
William se quedó unos segundos en la puerta. Luego salió. Su rostro estaba pálido. Los empleados lo miraban con preocupación.
—¿Viste a William? Parece que lo acaban de correr —susurró una recepcionista.
—No puede ser. Es la mano derecha del jefe.
Lucifer lo observó desde su oficina. Sabía que William no había robado, pero también sabía que no tenía el valor para señalar a los culpables.
—Aris, ven a mi oficina —ordenó por el intercomunicador.
—Sí, señor.
Aris entró, con la espalda recta y la mirada firme.
—Mañana dile a la chica esa... la terca, la que vino ayer. Que venga a la oficina.
—¿Eva?
—No me importa cómo se llama. Solo dile que venga.
—¿Va a trabajar aquí?
Lucifer lo miró con sarcasmo.
—Mi asistente.
Aris se tapó la boca para no reír.
—¿Está seguro, señor? No tiene estudios. Y ya tiene a William.
—Digamos que ahora tengo dos asistentes. Uno más útil que el otro.
—¿Y qué diferencia hay entre Eva y William?
Aris se arrepintió de la pregunta apenas la formuló.
—Dile que venga con su currículum. Y que no vuelva a mi departamento. No quiero mujeres ahí.
—¿La traigo yo o viene sola?
—Que venga sola.
—Entendido, señor.
—Puedes irte.
Aris salió. Lucifer se quedó en silencio, mirando la ciudad desde su ventana.
—Voy a poner un cebo. William es demasiado tonto para enfrentar esto —murmuró.
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En su departamento, William se sentó en la cama, con los informes aún en la mochila.
—No puedo dejar Adam Company. Si me alejo de Lucifer, mi vida se vuelve vulnerable. Y él... él es lo único que me protege —susurró, con los ojos llenos de rabia contenida.
Te felicito
espero que ese tipo le diga a Eva que su padre la vendió a el para pagar la deuda que tenia con el aver si con eso ya habré los ojos y se da cuenta que ellos no la quieren y solo la ven como un objeto que pueden usar del cual desacerse
y así ella se aleje y corta lazos con esa gente que si la buscan con escusas barata no los escuche ni les de dinero que solo se preocupe por ella y su hermano que se ve que la quiere y se preocupa por ella