Rubí huye a Nápoles buscando escapar de Diego Salvatore, un pasado que la asfixia con su enfermiza obsesión. En Italia, creyendo encontrar un respiro, se topa con Donato Valletti, un capo mafioso cuyo poder y magnetismo la atrapan en una red de intrigas y deseos prohibidos.
Donato, acostumbrado a controlar cada aspecto de su mundo, se obsesiona con Rubí, una flor exótica en su jardín de sombras. La seduce con promesas de protección y una vida de lujos, pero la encierra en una jaula dorada donde su voluntad se desvanece.
Diego, consumido por la culpa y la rabia, cruza el Atlántico dispuesto a reclamar lo que cree que le pertenece. Pero Nápoles es territorio Valletti, y para rescatar a Rubí deberá jugar con las reglas de la mafia, traicionando sus propios principios para enfrentarse con el mismísimo diablo.
En un laberinto de lealtades rotas y venganzas sangrientas, Rubí se convierte en el centro de una guerra despiadada entre dos hombres consumidos por la obsesión.
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Capítulo 7
El nuevo día llegó con un brillo especial, como si el sol supiera que hoy sería un día diferente. Abrí los ojos y me estiré, sintiendo la emoción burbujear dentro de mí. Después de una noche llena de risas y baile, sabía que lo que nos esperaba era aún más emocionante. Me levanté de la cama y me dirigí a la cocina, donde el aroma del chocolate caliente y el tocino llenaba el aire. Camila estaba allí, concentrada en preparar el desayuno, y su sonrisa iluminó la habitación.
—¡Buenos días, Cami!— dije, mientras me sentaba en la pequeña isla de la cocina.
—¡Buenos días, Rubí!— respondió, mientras me servía una taza de chocolate caliente. El primer sorbo me llenó de energía y calidez.
Justo en ese momento, Sofía apareció con el cabello despeinado y aún sobándose los ojos, como si estuviera en un mundo de sueños.
—¡Buenos días!— dijo, y nosotras le respondimos al unísono.
—¡Qué bien huele, Cami!— añadió Sofía, mientras su estómago hacía ruidos que nos hicieron reír.
Después de que Camila sirvió los platos, nos sentamos a disfrutar del desayuno. La conversación fluyó de manera natural, llena de risas y anécdotas de la noche anterior.
—Chicas, ¿qué haremos hoy?— pregunté con emoción, sintiendo que el día prometía ser especial.
—No lo sé, ¿qué quieres hacer?— preguntó Camila, mientras llenaba su plato con tocino crujiente.
—Yo quiero ir al centro comercial. Me gustaría comprarme algo de ropa— dijo Sofía, y ambas nos unimos a su entusiasmo.
—¡Claro que sí! Nos urge algo nuevo— respondí con una sonrisa, imaginando las posibilidades de encontrar algo fabuloso.
Mientras disfrutábamos del desayuno, la puerta sonó de repente. Camila se apresuró a abrir, y su expresión de sorpresa me hizo levantar la vista.
—¿Quién es?— pregunté, mientras me acercaba, intrigada por la reacción de mi amiga.
El hombre que estaba en la puerta resultó ser Marcos, luciendo elegante como siempre. Su presencia llenó la habitación con una energía instantánea. Con una sonrisa encantadora, nos hizo una invitación que nos dejó a todas atónitas.
—Señorita Rubí— dijo, mientras yo me acercaba para escuchar mejor. —Nos es un placer invitar a todas ustedes a la casa de mi amigo para disfrutar de un día en la piscina y de este maravilloso sol. Por supuesto, me encantaría que usted Camila me acompañara, y también la señorita Sofía por su puesto—
Las palabras de Marcos causaron una mezcla de sorpresa y emoción en nosotras. La idea de pasar el día en su casa, disfrutando del sol y la piscina, era simplemente e irresistible. Me sentí como si estuviera en un sueño.
—¡Sí!— me apresuré a decir, deseando que el día se volviera aún más increíble. —Pero primero tenemos que hacer unas cosas—
Marcos asintió con una sonrisa y nos ofreció un coche con un chófer a nuestra disposición para llevarnos a donde quisiéramos antes de ir a casa de ellos. Cuando se fue, Camila lo miró embobada, y no pude evitar reírme mientras cerraba la puerta.
—¡Dios mío, qué emoción!— exclamé. —¡Les dije que nos volverían a buscar!—
Camila seguía en su mundo, pero era hora de concentrarnos en lo que realmente importaba.
—Chicas, tenemos que ir al centro comercial no solo a comprar ropa, ¡sino también trajes de baño!— dije, sintiendo que el día se volvía cada vez más emocionante.
Después de terminar el desayuno, nos dirigimos a nuestras habitaciones para prepararnos. La energía era contagiosa, y cada una de nosotras estaba ansiosa por elegir el atuendo perfecto. Me miré en el espejo, pensando en qué ponerme. Decidí optar por un vestido ligero y colorido, algo que me hiciera sentir fresca y cómoda para el día. Sabía que el clima sería perfecto para una tarde en la piscina.
Mientras me vestía, escuché el sonido del agua corriendo. Sofía ya se había metido a la ducha, y el sonido de su canto resonaba por toda la casa. No pude evitar sonreír; siempre tenía un buen sentido del humor, incluso en la mañana.
Cuando terminé de vestirme, me di un último vistazo en el espejo. Me sentía lista para el día, con la emoción reflejada en mi rostro. Salí de mi habitación y fui a la de Camila, donde la encontré eligiendo entre varios bikinis.
—¿Te gusta este?— preguntó, sosteniendo un bikini de colores vibrantes.
—¡Es perfecto!— respondí, animándola. —Te quedará increíble. ¿Vas a usarlo hoy?—
—Sí, creo que sí— dijo con una sonrisa. —Quiero lucir bien para Marcos—
Me reí y le di un abrazo rápido. Ambas sabíamos que había una chispa especial entre ellos, y era emocionante ver cómo se desarrollaba.
Después de que Camila se duchó y se vistió, Sofía salió de su habitación con su propio atuendo veraniego. Llevaba un crop top y unos shorts que la hacían lucir fabulosa.
—¿Lista para la aventura?— preguntó, mientras se ponía sus sandalias.
—¡Totalmente!— respondí, sintiendo que la emoción se intensificaba.
Finalmente, todas listas y emocionadas, nos dirigimos a la puerta. Antes de salir, revisé que teníamos todo lo necesario: dinero, teléfonos y, por supuesto, muchas ganas de disfrutar.
Al salir, el sol nos dio la bienvenida, iluminando nuestro camino. El chófer de Marcos nos estaba esperando, y nos subimos al coche con una sonrisa. El trayecto al centro comercial estuvo lleno de risas y charlas sobre lo que planeábamos comprar. Hablamos de trajes de baño, ropa nueva y, por supuesto, de lo que nos esperaríamos en casa de ellos.
Cuando llegamos al centro comercial, el bullicio y la energía del lugar nos envolvieron. Las tiendas estaban llenas de ropa colorida, y la música sonaba alegremente. Nos dividimos en grupos, cada una con una misión: encontrar el bikini perfecto y algo de ropa nueva.
Pasamos horas probándonos diferentes atuendos, riendo y compartiendo opiniones. Camila encontró un traje de baño que le quedaba increíble, mientras que Sofía se decidió por un vestido que resaltaba sus curvas. Yo, por mi parte, elegí un bikini que me hacía sentir segura y lista para disfrutar del sol.
Después de hacer nuestras compras, nos sentamos en una cafetería del centro comercial para descansar y recargar energías. Pedimos unos batidos y nos sentamos a charlar sobre lo que habíamos encontrado.
—No puedo creer lo emocionada que estoy por ir donde ellos— dije, sintiendo que el día se volvía aún más especial.
—Yo tampoco— dijo Camila, sonrojándose un poco. —Espero que todo salga bien—
—Claro que sí, Cami. Solo diviértete— le dije, tratando de animarla.
Después de un rato, decidimos que era hora de regresar al auto. Ya era casi medio día y hasta ahora el día había sido increíble, y no podía esperar a ver qué más nos deparaba.
Con nuestras bolsas llenas de nuevas adquisiciones y una sonrisa en el rostro, salimos del centro comercial listas para disfrutar de un día inolvidable...