Grayce pensaba que conocía el amor, pero su matrimonio con Seth se ha convertido en una prisión de desprecio y agresión. Cuando la misteriosa Dahlia, supuesta amiga de la infancia de Seth, entra en escena, las traiciones comienzan a salir a la luz, desmoronando la fachada de su vida perfecta.
En su desesperada búsqueda de libertad, Grayce se cruza con Cassius, un hombre cuya arrogancia y misterio la obligan a cuestionar todo lo que creía sobre el amor y la lealtad. ¿Puede un contrato con alguien tan egocéntrico y desafiante realmente salvarla de su pasado oscuro? ¿O solo la llevará a un nuevo abismo?
Lo que comienza como un acuerdo frío y calculado, se transforma en una pasión ardiente e inesperada, desafiando las sombras que han dominado su vida.
¿Hasta dónde llegará Grayce para reclamar su propia felicidad?
¿Podrá Cassius ser la chispa que ilumine su camino o será solo otra sombra en su vida?
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Capítulo 1
Grayce observaba a través de la ventana de la cocina, sus ojos se encontraban perdidos ante aquel horizonte que se extendía más allá de su jardín desordenado. Mientras el viento soplaba suavemente, alterando las pequeñas hojas de los árboles que se alineaban uno a uno, como protectores silenciosos a lo largo de la gran calle. Era un día como todos los anteriores, pero para grayce, cada día solo era una repetición de los anteriores, era como un ciclo de monotonía que se sentía interminable y la mantenía encerrada en su mente.
En el aire había una presión que la molestaba, no entendía si era solo su ausencia lo que la inquietaba o si quizás, era el inesperado regreso de su esposo, Seth, quien cada vez que llegaba parecía venir con una energía que, en el pasado, para ella era demasiado atractiva, pero que con el paso del tiempo, le resultaba demasiado irritante. En lo que era el comienzo de su relación, Grayce tenía su propia percepción crítica acerca de los hombres. Quizás era una barrera que había creado con el paso de los tiempos para cuidarse de las decepciones; o tal vez era una herencia de las historias de experiencias de mujeres que había oído cuando apenas era una niña, relatos de engaños, traiciones y corazones rotos.
—Grayce, ¿estás en casa? —inquirió, Seth, su voz resonando por todo el pasillo, haciéndola interrumpir sus pensamientos. Tenía el mismo tono habitual de siempre, alegre, con su chispa de optimismo que la hacía cuestionarse y fruncir el ceño. Ella se volvió hacia él y se limitó a mirarlo por unos minutos, intentando ocultar su creciente frustración.
—Estoy de vuelta —Contestó, teniendo su voz lo más neutral que podía. Mientras él se adentraba en la cocina, en ese preciso instante, la imagen que tenía de su esposo se tambaleó. Seth era un hombre bastante atractivo, con una sonrisa única que podía iluminar cualquier habitación en la cual se encontrara, pero lastimosamente, para ella, aquella sonrisa ya no era tan especial como lo era antes, ya que esa sonrisa muchísimas veces escondía a la perfección un notable desinterés que la hacia sentir, pequeña, insignificante y invisible.
—¿Qué planes tienes para hoy? —Le preguntó Seth, mientras se servía un vaso con agua. Y esa era la gota que derramó el vaso, porque su despreocupación era algo que la irritaba demasiado, mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir.
—¡Planes!, ¿Qué estás diciendo? Sólo estoy intentando sobrevivir a este día como con todos los anteriores —, murmuró Grayce. Ya que le era imposible poder contener su sarcasmo. Seth se limitó a mirarla, confundido, y ella por un momento se sintió demasiado culpable. Estaba claro que su intención no era herirlo, pero la creciente frustración que tenía acumulada le salía por los poros.
—Oh, vamos, no puede ser tan malo. Podríamos dar un paseo más tarde —, agregó él, mientras le dedicaba una sonrisa.
—¿Y eso para qué? Para que vengas y me relates sobre todo lo que te pasa en el trabajo, como si todas esas cosas vayan a importarme. Te has dado cuenta de que ya estoy cansada de escuchar y tener las mismas conversaciones todos los días —, le reprochó, con un tono de voz mucho más fuerte de lo que había planeado. Mientras la atmósfera en la cocina se volvía insoportable.
—¿Y qué pasa contigo? Nunca dices, ni compartes nada respecto a todo lo que te pasa —, agregó seth, mientras su voz comenzaba a subir de tono. Grayce sólo podía sentir cómo su corazón se aceleraba, como si quisiera salirsele del pecho. Porque esto era un ciclo interminable el cual parecía que nunca tendría un fin.
La frustración en su pecho empezaba a acumularse, como un volcán estando en la espera de su momento para poder estallar.
—Sí, Seth, tienes toda la razón en algo — agregó—. Quizás no tenga nada interesante que decir o contar porque siempre me la paso la maldita mayor parte del tiempo encerrada en esta casa y mi vida solo se ha convertido por completo en una patética y aburrida rutina que nunca se termina, Seth. ¡Los días se repiten, Davenfort! Y tú, con tu descarado optimismo, solo me haces recordar todos los días lo encerrada y asfixiada que me siento —, Explotó Grayce, mientras sentía cómo la sangre le hervia y como la frustración se desbordaba en su interior como un huracán incontrolable.
Seth solo podía observarla, mientras su reacción que hace unos momentos era de sorpresa ahora había cambiado a una de un desánimo total. —Grayce, mi intención no era tratar de hacerte sentir de esa manera. Solo intentaba que al menos pudieras ver algo positivo de lo que tenemos.
—¡Positivo! Jaja. ¿Dices lo positivo? —agregó mientras reía amargamente. —Dime Seth, ¿Qué se supone que es lo positivo? ¿Un matrimonio que en vez de eso, solo parece y se siente como una prisión dorada? —preguntó.
Grayce se había dado cuenta de que sus palabras podían herir a Seth por completo, pero ya era muy tarde, porque por más que quisiera, no podía callar. Durante todo este tiempo se había sentido atrapada hasta el punto de que en algún momento necesitaba desahogarse y tal vez liberarse, aunque eso solo fuera a costa de su relación.
—Grayce, te lo pido, no digas algo como eso. Estamos juntos, vamos, eso tendría que ser mucho más que suficiente —, recalcó Seth, mientras su voz se tornaba mucho más suave, casi suplicante.
—¿Suficiente? Es en serio, Seth. En este momento ser suficiente no es lo que necesito. Quiero mucho más que eso. Necesito una relación, no solo una rutina —, contestó, mientras sentía cómo la impotencia la consumía y como las lágrimas de su frustración amenazaban con salir. Era un dilema que ha estado alimentando durante todos estos años: su deseo de más frente a la cruda realidad de su vida.
Seth se limitó a suspirar, como si solo el peso de sus palabras lo hubieran golpeado. —No sabía que te sentías de esa manera. ¿Porque no me dijiste nada de esto antes?
—Sí te lo dijera, ¿Crees que habría cambiado algo? ¿Acaso tus tantas promesas vacías de jurar hacerme feliz el resto de mi vida, han cambiado algo? Las palabras siempre son fáciles de decir, Seth. Pero lo que verdaderamente cuenta, son las acciones —, agregó, sabiendo que cada una de sus palabras eran un clavo más en el ataúd de su matrimonio.
Pero era evidente que para Seth esto era algo difícil de entender. Porque siempre se encontraba la mayor parte del tiempo, lejos de casa y cada vez que volvía, sus excusas siempre eran las mismas de siempre “¡Tuve mucho trabajo, Grayce!, ¡Estoy muy cansado!”
Seth se aproximó hacia Grayce y la sostuvo suavemente por los hombros, intentando poder apasiguar la tempestad que veía a través de sus ojos. Sin embargo, justo en ese preciso momento, su teléfono comenzó a sonar, rompiendo así el inquietante momento que se había creado entre ellos. Seth solo se limitó a mirar la pantalla de su celular y mientras lo hacía, solo pudo suspirar antes de responder.
—Hola, ¿con quién hablo? —, preguntó, con un tono de voz que Grayce siempre reconocia como su supuesta voz de "trabajo".
Grayce solo pudo dar un paso hacia atrás, mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho. Porque en ese momento, la tensión en la cocina comenzaba a aumentar y Seth solo continuaba con su conversación.
—Sí, comprendo... Sí, puedo estar disponible allí como en media hora... —Seth hizo una pausa, dirigiendo su mirada hacia Grayce, quien ahora sólo se disponía a mirarlo fijamente con una combinación de irritación y resignación. —De acuerdo, nos vemos pronto. —Después de pronunciar aquellas palabras, colgó el teléfono y suspiró pesadamente, mientras volvía a enfocar su atención en Grayce.
—Perdón Grayce, tengo que irme. Ha ocurrido un problema en el trabajo y tengo que volver —, agregó, con un tono de voz que denotaba culpabilidad.
—¿Otra vez? ¿Por qué esto no me sorprende?—Inquirió Grayce, con un visible sarcasmo que le era imposible poder contener. — Todos los días lo mismo. Siempre es lo mismo, Seth. Siempre pones el trabajo primero.
—Grayce, esto no es justo. No estoy eligiendo el trabajo primero y mucho menos esto. Es solo que... —, exclamó Seth mientras intentaba explicarse, pero Grayce lo interrumpió.
—No seth, no es necesario que te expliques. Es bastante obvio. Porque tu trabajo siempre es y será más importante que nuestra relación y nosotros. Esa es la única verdad aquí —respondió, mientras sentía su voz quebrarse con la emoción que sentía en ese momento.
Seth otra vez intentó aproximarse a ella, pero en esta ocasión Grayce retrocedió, elevando una mano para detenerlo.
—No, Seth. No más, ya me canse de todas tus palabras vacías. Así que vete y haz lo que tengas que hacer. Yo seguiré estando aquí, como siempre —, dijo, pero en su voz se podía sentir una profunda tristeza, que hizo que Seth se parara en seco.
—Grayce, por favor, al menos dejame intentarlo —, le suplicó Seth, pero Grayce ya estaba cansada de las mismas palabras y solo se limitó a negar con la cabeza.
—Creeme Seth, no sé cuanto tiempo más podré soportar esto. Sólo recuerda que necesitamos algo más que solo palabras, porque eso no basta —, le susurró lo suficientemente claro, como para que el pudiera oírla, y luego se dio media vuelta, abandonando la cocina sin limitarse a mirar hacia atrás.
Seth solo se quedó allí, sintiendo el inevitable peso de sus palabras aplastarlo y la cruda realidad que lo consumía, acerca de la barrera que se había creado entre ellos. Con un último suspiro, se dirigió hacia la puerta, teniendo en cuenta que aquella conversación que acababan de tener no sería la última de ese tipo.