NovelToon NovelToon
Yo Te Elegí.

Yo Te Elegí.

Status: En proceso
Genre:Amor a primera vista
Popularitas:3.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Mel G.

Romina, una chica que no conoce el significado de amistad y familia, empieza a conocerlo a través de algunas personas que llegan a su vida. Pero cuando todo realmente cambia, es cuando conoce a Víctor, al hermano de la chica que comienza a ser su amiga, pero lo conoce, en un secuestrado, dirigido por el.

NovelToon tiene autorización de Mel G. para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

UNA PROMESA ROTA.

...Victor:...

El punto de encuentro era una bodega vacía, justo en la frontera entre las ruinas del viejo imperio de Guerra y la zona neutral que Paolo había dejado como “tierra de nadie”.

No llevé armas. Ni equipo. Solo a mí mismo. Porque si Leoncio Guerra quería matarme, ya lo habría hecho.

Lo vi apenas crucé la puerta de lámina oxidada.

Estaba apoyado en un pilar de concreto, con el rostro medio cubierto por sombras. Su barba era más espesa, sus ojos más duros… pero la energía era la misma: la de un hombre que ha vivido más con sangre que con aire.

—Luján —gruñó, sin moverse—. Gracias por venir.

—Cuando alguien como tú llama a las tres de la mañana, se responde.

Asintió. Me hizo una seña para acercarme. Lo hice.

—La situación se ha torcido —dijo, directo—. Creí que podíamos con ellos. Pero han empezado a escarbar más de lo que esperaba. Están buscando conexiones humanas, vulnerabilidades… Amor, Luján. Buscan amor.

Sentí un nudo formarse en mi garganta. Mi instinto ya sabía hacia dónde iba esto.

—¿Y a ti qué te preocupa?

Leoncio inspiró hondo. Como si no quisiera decirlo, pero supiera que tenía que hacerlo.

—Hay alguien. Una mujer. Bueno… una niña cuando la dejé. Nunca supo quién era yo. Su madre murió después de que nació. Nunca le dijé quien era en verdad no quería arrastrarla. Yo… nunca pude acercarme. Ni siquiera cuando me enteré que la habían criado con otro apellido. Un apellido que no le pertenece.

Se me paralizó el cuerpo.

—¿Cómo se llama?

—Romina… Romina Corjan.

El eco de su voz fue un disparo silencioso. Sentí que se me apretaba el pecho.

No dije nada.

—Sé que ese nombre significa poco para ti —continuó él—, pero es mi hija. Lo único que he amado en este mundo de mierda… sin que ella lo supiera. Y ahora… esos cabrones la podrían encontrar solo porque la sangre me traiciona.

Mi mandíbula se tensó. Cerré los puños.

Él no lo sabía. Aún no lo entendía.

—¿Qué pasa? —me miró por fin, frunciendo el ceño—. ¿Qué es esa cara?

—Romina no es un nombre cualquiera para mí —murmuré.

Se quedó en silencio.

—No estás diciendo lo que creo… —susurró, más tenso.

Lo enfrenté. No podía ocultarlo más.

—Romina Corjan… es mi esposa, Leoncio.

El silencio que siguió no fue humano. Fue absoluto.

Sus ojos se abrieron, incrédulos. Dio un paso atrás, como si le hubiera disparado.

—No… no puede ser…

—La conocí sin saber quién era. La amé sin saber lo que cargaba. Ni lo que yo mismo arrastraba. Y si hubiera sabido que mi pasado regresaría a devorarla… —Mi voz se quebró un poco—. Juro por lo que más quiero que nunca me habría atrevido a tocarla.

—¡Es mi hija, Luján! ¡MI SANGRE! —gritó con los ojos encendidos—. ¿Y tú… tú estás con ella? ¿Te acostaste con ella sin saber quién era?

—La cuidé. La protegí. La elegí cuando ni tú ni nadie más estaba —respondí con voz firme—. Y si estás aquí por ella, más te vale entender que yo también daría la vida por mantenerla a salvo.

Nos quedamos frente a frente. Dos hombres marcados por un mundo podrido, unidos por una misma mujer, sin haberlo planeado.

—¿Ella lo sabe? —preguntó.

—Sabe que no es una Corjan, pero no sabe más, no ha querido investigar. Y no puede saberlo. No ahora. No así.

Leoncio se cubrió el rostro con una mano, respirando hondo. Estaba devastado. No por celos. Sino por culpa.

—Tengo enemigos que matar, y ahora sé que tengo algo más que proteger. A mi hija… y a ti, por alguna jodida ironía del destino.

—No me protejas a mí —dije—. Protejámosla a ella.

Él me miró de nuevo. Y esta vez, asintió.

— Entonces aléjate.

La bodega se volvió fría, el aire comenzó arder con sus palabras y la tensión entre nosotros.

—¿Quieres que me aleje de ella? —le pregunté, incrédulo, dando un paso al frente—. ¿De verdad crees que voy a dejarla sola, sin protección?

Leoncio me miró con ojos duros, la mandíbula apretada.

—¡Es una locura quedarte cerca, Luján! —explotó—. No entiendes lo que hay allá afuera, no sabes de lo que estamos hablando. Tu presencia solo la pondrá en la mira.

—¿Y tú crees que alejarme es menos loco? —respondí, con la voz al borde del grito—. ¿Qué hago? ¿Le doy la espalda a la mujer que amo y dejo que el peligro la alcance?

Leoncio se acercó, la voz más baja, pero cargada de una gravedad que me heló la sangre.

—Mira lo que me pasó a mí, Luján. Mira lo que le pasó a Paolo.

No hizo falta que dijera más.

Sentí el peso de esas palabras aplastándome.

—Si sigues cerca de ella, eso es exactamente lo que le espera. Y no estoy dispuesto a perder a nadie más.

—¡No es solo una advertencia, es una amenaza! —grité—. Yo la amo, y eso no lo vas a cambiar.

—Yo también la amo —replicó, con voz quebrada—, pero a veces amar significa alejarse para proteger.

Nos quedamos en silencio, respirando agitadamente, sin ceder.

—Haré lo que creas necesario —dije finalmente, la voz rota—, pero no esperes que lo haga sin luchar.

—Eso no te lo pediré —murmuró—. Pero no me falles, Luján. Por ella.

Miré al hombre que, sin saberlo, me había puesto en la posición más difícil de mi vida.

—No lo haré —prometí—. Por ella.

...****************...

...Romina:...

Lo escuché llegar antes de verlo. La cerradura, sus pasos… el peso contenido de alguien que arrastra más que su propio cuerpo.

Estaba en la cocina, con una taza de café que ya se había enfriado. Me giré cuando entró. Lo vi detenerse en el marco de la puerta como si dudara de estar en el lugar correcto.

—¿Te fuiste sin avisar? —pregunté, intentando sonar ligera.

Él asintió apenas. Dejó las llaves sobre la barra. No me miró.

—Tenía que hacer unas cosas.

—¿Tan temprano?

Silencio.

Me acerqué. Toqué su brazo. Estaba tenso. Como si algo dentro de él peleara por no salir.

—¿Pasó algo?

—No. —Se soltó con delicadeza. No con frialdad, pero tampoco con la calidez de siempre.

Sentí un escalofrío. Como si el aire entre nosotros se hubiera quebrado y no supiera cómo juntarlo.

—Víctor… —lo llamé, buscándole los ojos—. ¿Estás bien?

—Estoy cansado —respondió—. Solo… necesito un poco de espacio hoy, ¿sí?

Esa palabra. Espacio. Como una herida sin sangre. Como una alarma sin sonido.

Asentí, aunque todo mi cuerpo gritaba que algo estaba mal.

Él se dirigió a la habitación. Ni un beso. Ni una caricia. Nada.

Me quedé sola en la cocina, con la taza fría entre las manos y un nudo en la garganta.

Sabía que me amaba. Lo sabía con cada parte de mí.

Pero ese día, algo se había roto en el aire.

Y no entendía por qué.

...****************...

Han pasado tres días.

Tres días desde que volvió con esa sombra colgada en los hombros. Desde que empezó a desaparecer estando aquí.

No ha dicho una palabra hiriente. No me ha gritado. No me ha mentido.

Pero tampoco me ha mirado como antes.

No me despierta con besos. No me arrastra contra su pecho por las noches. No bromea. No toca mi espalda en la cocina como solía hacerlo, como si sus manos tuvieran memoria propia.

Solo pequeños silencios.

Pequeños vacíos.

—¿Te vas otra vez? —pregunto una mañana, al verlo vestirse en silencio.

—Sí —dice, sin mirarme, abrochando los botones de la camisa.

—¿Trabajo?

Asiente. No agrega nada más.

Intento no sonar desesperada, pero siento que algo me está resbalando entre los dedos.

—¿Quieres que prepare algo para la cena?

—No llegaré a cenar —responde, como si lo hubiera ensayado.

—¿Y mañana?

—No lo sé, Romina.

Romina.

Ya no me llama “mi mujer”, ni “bruja”, ni “peligro mío”, ni siquiera Romi como antes.

Solo mi nombre. Como si eso bastara para mantenerme cerca.

Cuando se va, me quedo sentada en la cama. Me abrazo las piernas, y solo entonces me permito que me tiemblen los labios.

No quiero pensar mal. No quiero suponer lo peor. Pero hay un hilo invisible que se tensa cada vez más entre nosotros, y siento que el nudo se acerca.

Una parte de mí grita que lo confronte, que lo enfrente de frente como hago con todo.

La otra… tiene miedo de escuchar lo que no estoy lista para oír.

...****************...

Nunca pensé que ese día fuera a cambiarme la vida.

Solo fui al laboratorio porque Aurora me había insistido, como cada año: “hazte análisis, Romina, uno nunca sabe”.

No lo hice por sospechas. Ni por síntomas.

Pero mientras esperaba los resultados, una vocecita interior me empujaba a revisar con más detalle. Así que, en un impulso silencioso, marqué en el formulario: prueba de embarazo en sangre.

Por si acaso.

Por el “algún día” que Víctor y yo empezamos a soñar.

Por ese bebé del que hablábamos en las madrugadas, entre risas y caricias.

Me fui sin darle más vueltas.

Horas después, mientras regresaba a casa, recibí la llamada.

—Señorita Corjan, su beta HCG está elevada. Está embarazada. Felicidades.

Me detuve en seco, justo frente al ascensor del edificio.

El mundo dio media vuelta.

Estaba embarazada.

De Víctor.

De nosotros.

Me llevé las manos al vientre, temblando de emoción.

Subí corriendo.

Casi tropecé al abrir la puerta del departamento, una sonrisa tonta en la cara, el corazón desbocado.

Pero la sonrisa murió al ver las maletas junto a la puerta.

Y a Víctor, de pie, con la chaqueta puesta, mirándome como si no pudiera sostenerse por dentro.

—¿Qué… qué haces? —pregunté con un hilo de voz.

No respondió.

—¿Te vas?

Silencio.

Sentí cómo se me partía algo dentro.

—No puedes hacerme esto. No sin explicación. No después de todo lo que dijimos. Lo que soñamos…

Él bajó la mirada.

Ni siquiera me tocó.

—No me odies —susurró—. Solo… cuídate.

—Víctor… —di un paso hacia él, el nudo en mi garganta me cortaba el aire—. Si me amas, no te vayas.

Sus ojos se llenaron de algo. Algo parecido al dolor más puro.

—Por eso me voy —dijo, apenas audible.

Y salió.

Cerró la puerta.

Y conmigo, dejó también la noticia más hermosa de nuestras vidas.

Jamás le dije que estaba embarazada.

Porque ya no tuve a quién decirle.

1
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play