Rafaela es una Reina que no acepta un "NO" por respuesta ante su mandato. Heredó el Reino a temprana edad y con puño de acero decidió gobernar cada rincón y a cada uno de sus súbditos. Ante una trampa impuesta por su mano derecha se ve obligada a requerir la ayuda de los Reinos vecinos entre ellos, el próximo Rey de Moon Blanc llamado Adrián.
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Capítulo 8 : Sabotaje
La Reina como todos los días volvió a su rutina de mañana, mismo despertar, mismo desayuno, misma reunión… Pero esta vez era una discusión en la cual Adrián también estaba involucrado. En la sala de reuniones donde la Reina siempre se disponía para hablar con sus consejeros, el joven Rey decidió entrometerse, enojado al borde de gritar en todo el palacio, la Reina al ver en el estado en cómo entro preguntó qué sucedía por qué le extrañaba verlo en ese estado, a lo cual Adrián ordenó que todos los consejeros salieran. Al retirarse todos los consejeros cerró la puerta con seguro lo cual alarmó a Rafaela.
— ¿Puedo saber qué es lo que te molesta ahora?... —pregunto viendo como él se acercaba sin siquiera pestañear.
— Todas mis cartas las has quemado, ¿No te da vergüenza meterse con los objetos de alguien más?... ¿O es que acaso estás celosa?
— ¿Disculpa?.
— ¿Ahora finjiras demencia?.
— Pero yo no he quemado ninguna de tus cartas… Te he dado tu espacio y aún así eres un mal agradecido. —frunció las cejas mientras cruzaba los brazos.
— ¿Estás molesta por qué quise una concubina?.
— Te recuerdo que fuiste tú el que juró lealtad a mi persona…
— Tú crees que… ¿En verdad estoy interesado en mantener mi lealtad contigo después de lo que has hecho?...
— Pero… Yo-
— Pero tú no eres la persona que quiero, eres toda una tirana, el apodo te queda...
La Reina no dijo nada, ni pronunció un sonido, solamente pasó al lado de él en silencio. No sabía ni lo que había pasado y ahora solo podía salir de ahí, caminando de nuevo por los pasillos su vista se nublo.
“Claro… Debi anticiparme a que en algún momento me diría estás cosas, debo calmarme, no importa si a mí me molestó lo que él me acaba de decir… Pero… “ —se detuvo de caminar mirando al cielo por una de sus ventanas.
“Entonces… Yo para él… No significó nada ¿verdad?”. —terminó sacudiendo la cabeza.
“No, esto es así, es solo un matrimonio de la realeza sin amor, esto es solo para poder soportar hasta que yo pueda de nuevo tomar el control sobre Belmont”.
La Reina intentaba salir de estos pensamientos que la atormentaban, tratando de convencerse que no habría una oportunidad entre él y Adrián.
“Esto es una farsa… Un año… Debo resolver esto en un año…”. Se decía para sí misma, lo que intento decirle en su momento ahora es una promesa que planea realizar, cueste lo que cueste.
Un poco dolida, fue hasta la puerta principal de su palacio, no quería ver a nadie, no quería hablar con nadie hasta que abrió esa puerta. Y se dirigió a uno de sus carruajes, antes de subirse en uno de ellos, Adrián la veía desde una de las ventanas. Él sabía que había cometido un error pero ya no le importaba eso, ya solo deseaba que lleguen las fiestas de otoño, cada año la Reina daba un gran baile donde la nobleza era invitada a un baile real, en el cual podían utilizar máscaras para confundirse entre la multitud.
La Reina se dirigió a buscar nuevos sirvientes, ya no le importaba si la veían en el carruaje y sin guardias, solo quería distraer sus pensamientos. Al finalizar la tarde logró contratar a tres personas más, al llegar al palacio el mayordomo y Anna la esperaban en la puerta principal. Ambos se veían muy preocupados, pues el comportamiento de la Reina era extraño, jamás había reaccionado así.
Y aquella alma silenciosa volvió a ingresar a su palacio, Adrián estaba también con ambos sirvientes, se veía aún molesto, evitarlo fue la mejor opción, ella no se metió nunca con nada personal de él, y apenas llevaban seis meses juntos. Lo único que pudo hacer es mirarlo de reojo.
En la noche, ella estaba en su cama, entre las sábanas de algodón se preguntaba si las decisiones que está tomando son las mejores mientras caía lentamente dormida. En sus sueños, tuvo una visión de su madre y padre, que me dejó un sabor amargo, se despertó llorando, y entre sollozos ya no pudo volver a dormir…
Cuando el sol dio sus primeros rayos de la mañana ella ya estaba vestida, a punto de planear la fecha del baile enmascarado en otoño, y como es de costumbre, Anna llegó para ayudarle a vestirse pero tal fue su sorpresa cuando la vio por segunda vez en este estado, la primera fue cuando sus padres fallecieron.
“Si la recuerdo… Vi ese rostro serio que decía a gritos no me molestes… Y aún que lo vi primeramente cuando el Rey y la Reina de Belmont fallecieron, jamás vi esos ojos gélidos viéndome fijamente, es una sensación que te recorre el cuerpo… Prefieres mirar al suelo… Desde ese día… Empezó a gobernar con mano dura… Era horrible verla cada día en ese estado…”. —Anna no podía dejar de recordar esa mirada.
La Reina pasó de largo de Anna hasta la sala de reuniones, los consejeros incluyendo a su mano derecha notaron el cambio, Valen quien siempre estaba con una sonrisa burlona, se sorprendió haciendo que está ya no esté en su rostro… quien más ha estado al lado de la Reina comprende como si se hubiera devuelto el tiempo para ella sin que ésta se de cuenta.
— Doy inicio a la sesión del día de hoy… —dijo seriamente sin apartar la mirada de los papeles en su escritorio.
Adrián por otro lado seguía en su habitación, viendo como en su escritorio aún se encontraban las cenizas de sus cartas… Cartas donde escribió parte de su alma, y que en algún momento se las enviaría a Alice, pero ahora solo podía estar enojado con la Reina pues ella es la “culpable”, desde el inicio estaba en desacuerdo con que él tuviera a alguien más… “¿por qué se tiene que molestar alguien que solo se casó conmigo por intereses?” . —Murmuró para sí mismo.
Todo el palacio se siente tenso, todos están pendientes de lo que ocurre a su alrededor y aunque son pocas personas, Anna noto que algo no iba bien en ambos, pero debía investigar qué pasó realmente aun si la Reina luego la regañara.