🔥 JUEGOS PICANTES: Volver A La Soltería 🔥
Cuatro mujeres.
Un pacto:
Nada de lágrimas por idiotas.
Solo risas, copas en alto…
Y nuevas reglas en la cama.
El juego cambió.
Y ellas están listas para ganar.
JUEGOS PICANTES: Volver a la soltería.
Una novela para reír, gozar y recordar quién manda.
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24. Un tesoro.
Narrador omnipresente.
—¡Ahhh! —grita Marilyn, sobresaltando a las otras mujeres.
Leticia lanza un chillido ahogado mientras se trepa a la silla con una agilidad sorprendente.
Lola empuña el palo de escoba como si fuera una espada, lista para atacar, y Monic se esconde detrás de ella, sosteniendo el recogedor como si fuera un escudo.
Marilyn se muerde el labio y baja la cabeza, sintiéndose avergonzada por el alboroto que ha causado.
—Perdón, señora Leticia, señora Monic y Lola… Es que acabo de encontrar una máquina completamente nueva para hacer café, ¡y tiene todo lo que necesitamos!
Las tres se miran entre sí y bajan la guardia.
Lola frunce el ceño. Detesta tanta sumisión; todas están en el mismo barco.
—Oye, Marilyn, se supone que aquí todas estamos al mismo nivel. Así que deja de decir "señora Leticia", "señora Monic" —dice, imitando su tono de voz con una mezcla de burla y reproche.
Marilyn aprieta los labios. Toda su vida ha mantenido distancia con sus patronas. No llamarlas "señora" se siente como cruzar una línea peligrosa.
Mira de reojo a Leticia y Monic, buscando su aprobación. No es capaz de sostenerles la mirada.
Ellas habían sido sus patronas. Habían tenido el poder de despedirla con una sola palabra. ¿Cómo dejar atrás ese hábito tan arraigado?
Leticia baja de la silla, da un paso adelante y le sonríe con calidez.
—Lola tiene razón, Mary. Ya no somos tus patronas, ahora somos socias de la vida. Llámame por mi nombre… o dime Leti, como mis amigos más cercanos.
Marilyn traga saliva.
—Gracias, se… Leticia.
Lola rueda los ojos y le dedica una pequeña sonrisa burlona.
—A mí también dime Monic. No soy más que tú.
Marilyn siente un cosquilleo extraño en el pecho. Por primera vez en mucho tiempo, siente que pertenece a un lugar. Es una sensación nueva, pero agradable.
—Gracias… Voy a preparar el café —dice, con una pequeña sonrisa.
Leticia comienza a abrir algunas cajas. Sus ojos brillan con emoción.
El polvo flota en el aire con cada caja que abre. La madera cruje bajo sus pasos. A pesar del abandono, la casa todavía tiene esa elegancia de otra época, como una joya olvidada entre escombros.
—Lola, esto que hay aquí, ¿de quién es?
Ella entrecierra el ceño y hace una mueca de exasperación.
—Pues obvio que es mío. Son cosas que los clientes dejaron porque no les cabían en sus nuevos apartamentos o las usaron como parte de pago del acarreo.
Leticia sonríe, cada vez más emocionada.
—¿Eso significa que podemos hacer uso de todo lo que hay?
Lola asiente.
—Te das cuenta de que aquí hay una pequeña fortuna. Hay cosas viejas, pero también nuevas —dice Leti, sacando una vajilla de una de las cajas.
—Podemos organizar el lugar y hacer una venta de garaje para reconstruirlo un poco —añade Monic.
—Me parece perfecto, ahora que somos socias.
—No nos ha dicho tu idea, se… Leti —menciona Marilyn.
—Es cierto, pero quiero explicársela a detalle. Así que primero organicemos un pequeño espacio para descansar y reunirnos.
—Estoy de acuerdo con eso. Ver tanto caos me deprime. Además, quiero al menos poder ver a mis hijos, aunque sea de lejos —responde Monic.
—Yo les puedo ayudar… —dice Lola con su sonrisa pícara.
—¿Cómo? —preguntan al unísono.
—Soy amiga de la nana de Leti y Monic. Cuando te estuve investigando, me acerqué a ellas —Lola se encoge de hombros, viendo la expresión de asombro de las mujeres—. Pues por ahí conseguí información de ustedes.
Marilyn baja la mirada y Lola se da cuenta.
—De la bruja de Vars también tengo una conocida en su casa.
—Bueno, chicas, ya tenemos una motivación más. Y si no, en últimas, nos colamos en los colegios. Bobas no somos —Leticia dirige la mirada a Marilyn—. Con tu pequeña algo hacemos para que la puedas ver. Pero ahora debemos organizar un poco.
—Gracias.
—Estoy de acuerdo con la rubia. Desocupemos una de las alcobas y la limpiamos.
—Concuerdo con Lola. Luego seleccionamos lo que hay en las cajas. Veo que muchas tienen icopor y relleno para proteger, eso lo podemos amontonar para echarlo a la basura —añade Monic.
—Ya está el café. Así que primero, un delicioso café mañanero para recargar fuerzas —dice Marilyn mientras sirve la bebida caliente.
—Lola, esta propiedad está en un buen sitio. ¿Por qué está tan abandonada? —pregunta, observando los techos de madera fina con curiosidad.
Lola suspira y juega con la taza entre sus dedos. El recuerdo de su familia la golpea con la misma fuerza de siempre.
Ella, la niña consentida.
La estudiante destacada.
La que lo tenía todo… hasta que lo dejó ir por culpa de Milton.
Su madre se lo advirtió.
"Cuando descubras quién es en realidad, espero que no sea demasiado tarde", le dijo la última vez que hablaron.
Pero sí lo fue.
Su estúpida rebeldía le costó los últimos años de su madre, un peso que todavía lleva en el pecho, una herida que no sabe si algún día podrá sanar.
—Esta casa era de mi mamá. Hasta ayer, mi hermano finalmente me la entregó como parte de su herencia —responde en voz baja—. Supongo que la usaron como bodega. Cuando el lugar se llenó de cajas, lo olvidaron. Nadie volvió por aquí… y bueno, este es el resultado.
Monic entrecierra los ojos, intentando armar el rompecabezas que es la vida de Lola.
—¿Quiénes son tus padres? —pregunta, incapaz de contener la curiosidad.
Lola suelta una pequeña risa sin humor.
—Mi papá es dueño de una de las empresas de mensajería más grandes del país… tal vez del mundo. Con Bairon al frente, ha crecido bastante.
Mónica parpadea. De todas las respuestas posibles, esa no la vio venir.
—¿Y entonces…? —indaga Leticia.
Lola aprieta los labios, como si las palabras le pesaran demasiado.
—Entonces… cometí la mayor estupidez de mi vida —admite en un susurro. Se queda en silencio por un momento, reuniendo el valor para reconocer en voz alta su peor error.
Ellas ya lo sospechan.
—Mamá siempre dijo que él no era más que un vividor y que jamás le daría ni un centavo a un mantenido de mierda… Mucho menos a alguien que ni siquiera era un buen esposo, y mucho menos un buen padre. Pero yo, en mi inmadurez, creí que el amor lo valía todo… y me alejé de ellos.
Mónica frunce el ceño.
—¿Pero tú llevas la contabilidad de su empresa?
Lola asiente con una sonrisa irónica.
—Sí. Papá no permitió que rompiera todos los lazos. A pesar de que fui una ilusa, él no podía verme aguantar hambre. Ni a mí ni a sus nietos.
Su voz se quiebra apenas un segundo, pero es suficiente para que la habitación se llene de un silencio incómodo.
Sus padres, en su inmensa sabiduría, no han hecho más que protegerla del maldito de su ex.
Leticia se acerca y le da un apretón en la mano. Su mirada está cargada de una mezcla de tristeza y rabia contenida.
—Sabes… te tengo envidia —murmura con una sonrisa amarga—. Tu padre ha estado ahí para ti, mientras el mío… el mío me entregó a un maldito perro. Y como si eso fuera poco, ni siquiera defendió mi lugar en la empresa. Al contrario, fue uno de los que firmó esas malditas cláusulas que impedían que una mujer estuviera al frente. Como si yo no fuera capaz. Como si no tuviera derecho.
Lola suspira. Sus pensamientos vuelan hacia su padre, un hombre que, a su manera, siempre estuvo presente.
—Papá es un ángel… —murmura, casi con devoción.
Alguien toca la puerta.
Lola alza una ceja y suelta una risa maliciosa.
—Creo que es para ti, Leticia… El sexy bombero también está urgido de poseer tus huesitos —dice, con una sonrisa burlona.
Leticia le hace muecas desesperadas para que se calle mientras la fulmina con la mirada.
—¡Cállate! ¡Eres insoportable! —gruñe entre dientes—. Marilyn, por favor, abre la puerta —suplica, intentando controlar el pánico. Su rostro se enciende al pensar que podría ser Duván. Y ella, cubierta de polvo de pies a cabeza.
Marilyn reprime una risa y se acerca a la puerta.
Cuando la abre, suelta un jadeo.
—¡Madre mía…!
La máquina capuchinera que encontró Marilyn.