Obligada A Amarte

Punto de vista de Sergio

Que Diana y Marcelo estuvieran solos en una isla privada era una señal clara para el desastre. Esos dos podían llegar a enamorarse, y mis planes de recuperar a Diana se verían comprometidos, no solo mi ego.

Por eso, mi primer plan para desestabilizar la relación había comenzado de inmediato. Le di las coordenadas del lugar a la prensa con la intención de que los atraparan siendo lo que realmente son: una farsa, dos extraños forzados.

Aunque el plan no salió como esperaba —el helicóptero fue neutralizado rápidamente, me informaron—, las fotografías que me fueron entregadas mostraban que habían avanzado demasiado en su relación de pareja. Las imágenes tomadas mostraban a Diana en una pose comprometedora y a Marcelo sin camisa cerca de ella. La siguiente imagen los mostraba muy íntimos: ella abrazada a él, ocultando su rostro en el pecho, y él protegiéndola con una ternura insoportable. Y una última imagen, obtenida de otro sujeto que no iba en el helicóptero, los mostraba besándose de manera apasionada.

Lancé las fotos por el aire. La furia contenida en mi interior gritaba venganza. Tenía que vengarme de esos dos. Una relación como la que se mostraba en esas fotografías no se da de un día para el otro. Estaba seguro de que ellos se entendían mientras Diana y yo andábamos. ¡Esa era la razón por la cual ella nunca quiso entregarse a mí! ¡No era una mojigata, sino una traidora! Ya tenía quien la consolaba por las noches. La imagen de ese imbécil Villavicencio tocando lo que yo consideraba mío me hacía arder la sangre.

Tomé mi teléfono e hice una llamada, la que cambiaría el juego por completo.

—Pongan en marcha el plan. Quiero resultados antes de que esa luna de miel falsa termine. —Fue una orden directa, llena de odio y ganas de acabar con esos dos. No me importaba si mi plan afectaba a Diana; ella se lo había buscado.

Me senté en el sofá, cerrando los ojos. El Plan A falló, pero el Plan B era infalible. Ahora solo tenía que esperar a que el castillo de naipes de Villavicencio se derrumbara por sí mismo, y yo estaría allí para atrapar a Diana entre los escombros.

Punto de vista de Marcelo

El acuerdo al que llegamos Diana y yo había relajado la tensión en el dormitorio. Ella se había acostado de espaldas a mí, y yo me mantuve de mi lado, pero la cama ya no se sentía como un campo de batalla. Era una tregua incómoda, pero bienvenida.

Me desperté con el primer rayo de sol entrando por las paredes de cristal. Diana seguía dormida, su cabello esparcido sobre la almohada. Por primera vez en meses, no sentía el peso de la úlcera ni la necesidad de fumar. La paz era extraña.

Me levanté en silencio, puse algo de ropa deportiva y salí a correr por la playa. Necesitaba liberar la energía acumulada, la confusión que Diana había inyectado en mi vida. Intentar conocernos. La idea era absurda. Yo era un Villavicencio, ella, una Betancourt. Mi matrimonio era una estrategia, no un experimento romántico.

Al regresar, exhausto, mi teléfono corporativo, que había mantenido apagado para la farsa de la luna de miel, vibraba sin parar. Era una urgencia.

Entré a la casa y descolgué. Era Rodrigo, mi jefe de comunicaciones, con la voz tan tensa que apenas lo reconocí.

—Marcelo, ¿dónde estás? Necesitas ver esto. El escándalo es monumental.

—Estoy de luna de miel, Rodrigo. ¿Qué clase de "monumental" podría ser? ¿Más paparazzis?

—Peor. Mucho peor. Hace dos horas, la prensa lanzó una exclusiva sobre Luis Vega.

Mi cuerpo se tensó. El padre de Diana.

—¿Qué tiene que ver con nosotros?

—No es Luis Vega. Es Diana. Hay un reportaje masivo que alega que Diana... que no es la hija legítima de Luis Vega, sino una bastarda, producto de una infidelidad de Olivia Betancourt, la madre. Dicen que Luis Vega la usó como anzuelo para acceder a las cuentas de Olivia.

Sentí el frío del aire acondicionado, pero por dentro ardía. ¿Una bastarda? ¿Usada? Era la clase de golpe bajo que solo un psicópata como Luis Vega haría, pero... ¿por qué ahora?

—¿Qué pruebas tienen?

—Una prueba de paternidad que Vega realizó hace años. Los documentos se filtraron. Y hay más: dicen que la madre de Diana, Olivia Betancourt, era una... una estafadora y que los Villavicencio son sus víctimas. Tu boda no aparece como un romance, sino como un secuestro encubierto para vengarte de la madre. El mercado está en pánico, Marcelo. Tus acciones están cayendo.

La cólera me subió por la garganta. No por las acciones, sino por Diana. Mientras yo intentaba crear un puente, su propia familia (el hombre que la crio) la estaba destrozando. Giré hacia el dormitorio. Diana no sabía nada.

Colgué la llamada. El plan de venganza de Villavicencio no había comenzado por mi mano, sino por la de Sergio o Luis Vega. Y la primera víctima ya estaba dormida, a solo unos metros.

Punto de vista de Diana

El ruido de un teléfono me despertó. Parpadeé, desorientada. Había dormido profundamente, sin rastros del terrible sueño que había tenido. Miré a mi lado. El lado de Marcelo estaba vacío, la sábana revuelta.

Escuché su voz en la sala. Era baja, áspera, y estaba llena de una furia que nunca le había escuchado. No era la arrogancia habitual, sino una rabia fría y peligrosa. Se movía junto a la pared de cristal, de espaldas a mí.

Me levanté, poniéndome la bata de seda que Marcelo había enviado a comprar.

Mientras caminaba hacia la sala, escuché las últimas palabras de su conversación:

"...No, no la despiertes. Nadie le dirá nada todavía. Quiero que preparen el jet. Volvemos en dos horas."

¿Volver? ¿Terminar la luna de miel abruptamente?

Me detuve en el umbral. Marcelo colgó, su puño cerrado golpeando la palma de su otra mano con una violencia silenciosa. Cuando se dio la vuelta, sus ojos eran témpanos de hielo. No era el depredador sexy que me había besado; era el despiadado hombre de negocios, de nuevo.

—¿Qué ocurre, Marcelo? ¿Por qué volvemos? —pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.

Su mirada me atravesó. No había deseo, ni burla. Solo un juicio helado.

—Ocurre que alguien acaba de publicar tu pasado, Diana. Y no te ves muy bien en la foto. Prepara tus cosas. Esto acaba de volverse más interesante.

Me quedé inmóvil. Mi pasado. Luis Vega. El plan de Sergio había golpeado. Y ahora, yo no era solo la esposa incómoda de Marcelo; era el problema que él tenía que limpiar.