En un futuro distópico devastado por una ola de calor, solo nueve ciudades quedan en pie, obligadas a competir cada tres años en el brutal Torneo de las Cuatro Tierras. Cada ciudad envía un representante que debe enfrentar ecosistemas artificiales —hielo, desierto, sabana y bosque— en una lucha por la supervivencia. Ganar significa salvar su ciudad, mientras que perder lleva a la muerte y la pérdida de territorio.
Nora, elegida de la ciudad de Altum, debe enfrentarse a pruebas físicas y emocionales, cargando con el legado de su hermano, quien murió en un torneo anterior. Para salvar a su gente, Nora deberá decidir hasta dónde está dispuesta a llegar en este despiadado juego de supervivencia.
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La cuarta tierra
Los pasos de Nora y Marcus resonaban en el frío suelo de la tercera tierra mientras eran llevados por los soldados de los Padres de la Patria. Cada uno de sus movimientos estaba siendo transmitido a las Nueve Ciudades, dejando claro el mensaje: nadie desafía a los Padres de la Patria sin pagar un precio alto. Los esposos les apretaban las muñecas, y cada tirón les recordaba su condición de prisioneros.
---Estas esposas duelen, y pican mucho ---dijo Marcus, su voz impregnada de dolor y frustración.
---Tienes razón, duelen bastante. Estos hijos de perra están haciendo esto para que los de las Nueve Ciudades vean qué ocurre con los que se atreven a desafiarlos. Pero no podemos ceder, Marcus ---contestó Nora, mirándolo a los ojos con determinación---. No ahora, cuando tanta gente ha puesto su fe en la rebelión.
Marcus asintió, apretando los dientes. Sabía que Nora tenía razón. No importaba cuán dolorosa fuera su situación, la resistencia de ellos dos significaba algo mucho más grande para quienes los observaban desde casa. Representaban la esperanza de las Nueve Ciudades, el atisbo de una vida sin la opresión de los Padres de la Patria.
Fueron conducidos hasta un helicóptero, el rugido de las aspas ensordeciéndolos mientras subían. Sabían a dónde los llevaban: la cuarta y última tierra del torneo, el último escenario en el que solo uno de ellos podría sobrevivir. Esta tierra era la culminación de semanas de tormento, las semanas que determinarían qué ciudad, entre Vire y Altum, se quedaría con los recursos y el territorio en disputa.
Vire y Altum, dos ciudades que se habían convertido en símbolos de resistencia en medio del yugo impuesto por los Padres de la Patria. Marcus representaba a Vire, mientras que Nora luchaba por Altum. Ambos se enfrentaban a una situación imposible, pero aún se resistían a ser marionetas en el cruel juego de sus opresores.
Cuando llegaron a la cuarta tierra, los soldados les quitaron las esposas bruscamente y los empujaron hacia el límite del bosque que se extendía ante ellos. Un bosque sombrío, lleno de peligros conocidos y desconocidos, un verdadero campo de supervivencia.
---Gente de las Nueve Ciudades, hoy es el gran día resonó la voz de uno de los Padres de la Patria, amplificada por un micrófono que conectaba la tierra artificial con la transmisión en vivo hacia los hogares de todos. Los representantes de las dos ciudades finalistas se enfrentarán para decidir cuál de ellas se verá obligada a ceder parte de su territorio y recursos. Este es el momento que todos han estado esperando.
Nora y Marcus intercambiaron una mirada cargada de significado. Habían hablado de esto antes, y ahora que estaban allí, no tenían más opción que poner su plan en marcha.
---Ya sabes, Marcus -dijo Nora, en voz baja, acercándose para que solo él pudiera escucharla-. Huye lejos de mí, y yo haré lo mismo. Nos perderemos el uno del otro y no nos enfrentaremos. Eso es lo que quieren ellos, pero no les daremos ese espectáculo. Sobrevivamos. Sabes que harán lo posible para empujarnos a luchar, pero tenemos que resistir.
Marcus la miró, sus ojos llenos de preocupación y tristeza. Asintió, tocando brevemente el hombro de Nora.
---De acuerdo, Nora. Sobrevive, por favor ---le dijo, con la voz quebrada.
Nora sonrió, aunque la sonrisa no alcanzó sus ojos. No había promesas en ese intercambio, solo esperanza. Y con eso, ambos corrieron en direcciones opuestas cuando la alarma sonó. Las cámaras captaban cada uno de sus movimientos, transmitiéndolo a las masas que los observaban en las Nueve Ciudades. Los habitantes miraban en silencio, algunos con los puños apretados, otros con lágrimas en los ojos, todos temiendo lo peor.
En la ciudad de Altum, Nolan, aún débil por las heridas de los latigazos, estaba acostado boca abajo, luchando por mantenerse despierto frente a una pequeña televisión. Sus heridas aún eran recientes y cada movimiento dolía, pero no podía apartar la vista de la pantalla. En ella, Nora y Marcus corrían, resistiéndose a ceder al control de los Padres de la Patria.
---Admiro mucho a Nora-murmuró Nolan, su voz apenas un susurro---. Incluso estando dentro del torneo, no se está dejando controlar por los Padres de la Patria.
La madre de Nora, sentada a su lado, asintió mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.
---Mi niña siempre ha sido así. Cuando su hermano murió, intentaba ayudar a su padre en todo. Tomó el lugar de Eli sin pensarlo dos veces, y siempre ha tenido una voluntad fuerte ---dijo, su voz llena de orgullo, pero también de temor.
Lena, estaba allí para cuidar de Nolan. Ella se acercó, colocando una mano en el hombro del joven.
---No hables mucho, Nolan. Debes quedarte quieto. Esas heridas aún están frescas, y se pueden pegar a las sábanas ---le advirtió, pero había preocupación en su mirada también.
Nolan asintió, pero sus ojos no se apartaban de la pantalla. En ella, Nora seguía corriendo, adentrándose en el espeso bosque que conformaba la cuarta tierra del torneo.
Después de correr durante horas, Nora llegó a un claro donde un gran árbol sobresalía entre los demás. Estaba agotada, su cuerpo temblaba por el esfuerzo, y sentía los pulmones arderle por la falta de aire. Se apoyó contra el tronco, su respiración rápida y entrecortada.
---Demonios, corrí mucho... y solo me queda media botella -susurró, sacando una pequeña botella de agua de su mochila. La destapó y bebió un sorbo, cerrando los ojos mientras intentaba recuperar el aliento.
Se permitió un momento de calma, su mente viajando hacia aquellos que amaba. Imaginó el rostro de su madre, las risas de su padre, y la voz suave de Nolan. Quería tener un momento de paz en medio de todo el caos, aunque fuera solo un instante. Pero ese pequeño respiro se interrumpió por un sonido extraño. Abrió los ojos de golpe, mirando alrededor con alerta. En uno de los árboles cercanos, algo se movía.
--¿Qué demonios...? -susurró, frunciendo el ceño cuando vio a las criaturas. Eran monos. Monos de aspecto salvaje, sus ojos llenos de una furia casi primitiva. Estaban agitados, y se movían de una rama a otra con rapidez, acercándose cada vez más a ella.
---¿Qué carajos? ¿Aún existen esas criaturas? Se suponía que estaban extintas, solo en la selva... murmuró, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Entonces lo entendió: los Padres de la Patria habían soltado a los monos allí. Estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de forzar el enfrentamiento o simplemente acabar con ellos.
Los monos avanzaron hacia ella, balanceándose de rama en rama. Nora intentó levantarse, pero los monos llegaron más rápido. Uno de ellos le arrebató la mochila, mientras otro intentaba quitarle la botella de agua. Nora forcejeó con ellos, tirando con fuerza.
---¡Suelten eso, malditos! ¡Eso es mío! ---gritó, jalando la botella.
Pero los monos eran demasiados. Uno de ellos la tomó por la camisa, y con un tirón brusco, la lanzó desde la rama hacia el suelo. Nora cayó pesadamente, y todo se volvió oscuro. La transmisión captó el momento exacto de la caída, y en las Nueve Ciudades se escucharon gritos ahogados y exclamaciones de horror. La imagen de Nora inmóvil en el suelo llenó las pantallas, y el silencio se extendió por todas partes.
Durante largos segundos, no hubo movimiento. La gente contuvo el aliento, temiendo lo peor. Entonces, de repente, Nora se incorporó, respirando con dificultad, tosiendo mientras intentaba tomar aire. Había sobrevivido. A duras penas, pero estaba viva.
Mientras tanto, en el otro lado del bosque, Marcus caminaba lentamente, cuidando cada paso para no hacer ruido. Había encontrado una pequeña manada de lobos durmiendo cerca, y sabía que debía evitar cualquier tipo de confrontación. Sabía que los lobos eran artificiales, creados por los Padres de la Patria para esta tierra, pero eso no los hacía menos peligrosos.
En el helicóptero de la rebelión, el equipo discutía frenéticamente. Estaban a solo dos horas de llegar a la tierra artificial, pero cada minuto contaba.
---¿Esta es toda la velocidad que puede alcanzar este helicóptero? -dijo Marcos, con frustración evidente en su voz.
---Cálmate, Marcos. Mira, ambos se están alejando el uno del otro, están tratando de evitar el enfrentamiento - --respondió Lara, una mujer de cabello oscuro, su rostro excesivamente maquillado, mientras observaba la transmisión.
---Eso no es lo que me preocupa, me preocupa que los padres de la patria pongan demasiados obstáculos para que muera algunos de los dos, ya que no se enfrentan alguno de los dos va a morir si en dos u horas no llegamos---