Gabriel Moretti, un CEO perfeccionista de Manhattan, ve su vida controlada trastocada al casarse inesperadamente con Elena Torres, una chef apasionada y desafiante. Sus opuestas personalidades chocan entre el caos y el orden, mientras descubren que el amor puede surgir en lo inesperado.
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Primeras Reglas, Primeros choques
Capítulo 5
La primera mañana como “esposos” llegó con la rutina precisa de Gabriel y el caos natural de Elena. Mientras el amanecer iluminaba los rascacielos de Manhattan, Gabriel ya estaba sentado en la mesa del comedor, con su laptop abierta y una taza de café perfectamente servida a su lado.
Elena, sin embargo, salió de su habitación en pijama, con el cabello desordenado y bostezando. Se detuvo al ver la impecable escena frente a ella.
“¿Ya estás trabajando?” preguntó, frotándose los ojos.
Gabriel apenas levantó la vista. “Alguien tiene que mantener este lugar funcionando.”
Elena bufó, caminando hacia la cocina. “Sí, claro, porque tu vida perfectamente ordenada depende de tus reuniones matutinas. ¿Sabes que existe algo llamado desayuno en calma?”
“No necesito calma, necesito eficiencia,” replicó Gabriel, tomando un sorbo de café sin inmutarse.
Elena abrió el refrigerador, que estaba lleno de alimentos orgánicos y cuidadosamente organizados. Hizo una mueca. “¿Esto es comida o la exhibición de un supermercado caro?”
“Todo está ahí por una razón,” dijo Gabriel. “Espero que respetes el orden.”
“¿Orden? ¿Incluso en la comida?” Elena sacó una botella de jugo y dejó la puerta abierta, solo para molestar.
Gabriel suspiró y se levantó, cerrando la puerta con un movimiento preciso. “Si vamos a convivir, Torres, necesito que sigas ciertas reglas. Esto no es un restaurante, y no tolero el desorden.”
“¿Reglas?” Elena levantó una ceja mientras tomaba un vaso de jugo. “Déjame adivinar: ¿también tengo un horario para respirar?”
“Si eso asegura que este arreglo funcione, podría considerarlo,” respondió él con una leve sonrisa irónica.
Elena soltó una carcajada. “¡Increíble! Estoy casada con un robot. ¿Tienes un botón de reinicio o algo?”
Gabriel la miró fijamente, tratando de mantener su paciencia. “No soy un robot, Elena. Soy eficiente. Y si te tomas este acuerdo en serio, todo será más fácil.”
Elena dejó el vaso sobre la mesa, ignorando que no estaba en el lugar correcto. “Escucha, Moretti. Puedo vivir aquí, fingir que somos un matrimonio feliz en público y hasta aprender a tolerar tus obsesiones. Pero no me pidas que deje de ser yo misma.”
Gabriel observó el vaso desalineado sobre la mesa. Su instinto lo obligaba a moverlo, pero en lugar de eso, respiró hondo y cambió de tema. “Esta noche tenemos un evento importante. Necesito que estés lista a las ocho.”
“¿Qué evento?” preguntó Elena, cruzándose de brazos.
“Una cena con inversores. Es parte del trato,” respondió Gabriel.
Elena suspiró. “¿También hay un código de vestimenta o puedo ir en pijama?”
Gabriel ignoró el comentario y se dirigió hacia su habitación. “Un vestido formal será suficiente. Hay varios en el vestidor que puedes usar.”
“Por supuesto,” murmuró ella, mirando cómo desaparecía por el pasillo. “Nada dice ‘bienvenida al matrimonio’ como una lista de instrucciones.”
Horas después, cuando se encontraron en la sala para salir, Gabriel quedó momentáneamente sin palabras. Elena llevaba un vestido rojo que encontró en el vestidor, elegante y llamativo, y su cabello estaba perfectamente peinado.
“¿Qué tal?” preguntó ella con una sonrisa burlona al notar su reacción.
“Cumple con los estándares,” dijo él, recuperando su compostura.
“Qué halagador,” respondió Elena mientras tomaba su bolso.
En el evento, Elena tuvo su primera probada del mundo de Gabriel. Los invitados eran fríos, calculadores, y las conversaciones giraban en torno a cifras y estrategias. Ella hizo su mejor esfuerzo por mantenerse interesada, pero no pudo evitar lanzar comentarios sarcásticos que rompían la seriedad del ambiente.
Al final de la noche, mientras volvían al ático, Gabriel no pudo evitar mirarla con algo que parecía admiración.
“Tienes un talento para incomodar a la gente,” dijo finalmente.
“Gracias,” respondió Elena con una sonrisa. “Es un don.”
Gabriel sonrió levemente, algo raro en él. Quizás, pensó, este matrimonio no sería tan predecible como había planeado.
El primer día juntos ya había sido una batalla, y era solo el comienzo de lo que ambos tendrían que enfrentar.