¿Cruzarías esa línea para que en esta vida lo que tú quieres se cumpla?
Lucía es hija de una cocinera que trabaja para los Salvatore, Dylan el único hijo de esta familia que se enamora desde que era un niño de Lucia.
Obligado a casarse con Estela para que Lucia pueda vivir tranquila.
Un sacrificio valdrá la pena para que la verdad salga a relucir.
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Capítulo 9: La boda
DYLAN SALVATORE
Mi padre me llevó a arrastre prácticamente a su despacho, detrás venía Estela. Mi madre despidió a los invitados.
— Eres un hijo mal agradecido — mi padre me golpeó el rostro — Estela es tu prometida y punto.
— Y te lo digo delante de ella, no la quiero y punto— le grité.
Estela ni se inmutaba. Ella sabía que yo no la quería. Al parecer, ella disfrutaba la situación.
— Pídele perdón — mi padre me tomó del brazo — pídele perdón. No vas a arruinar mi amistad por una estupidez tuya.
— No tengo por qué pedir disculpas. Tú quieres que yo me case pero no quiero. Si tanto la quieres, cásate tú— me dio otro golpe en la cara.
— No me faltes el respeto. No olvides que soy tu papá.
El golpe me mareó un poco. Caí de rodillas. Me toqué la boca, tenía sangre.
— No sabía que eras un padre tan violento. No sabes que eras así.
— En un mes te casarás con Estela.
— No lo haré.
— Bueno, tú decides o te casas con Estela sin renegar o Lucia tendrá un futuro incierto, no entrará a ninguna universidad o su madre o ella no tendrá más trabajo. Sabes que cumplo. Sin mencionar que tu madre también hará algo.
— No serías capaz. Ellas no te han hecho nada.
— Desde que Lucía se fijó en ti, atenta contra mis intereses.
Miré a Estela. Ella tenía una mirada orgullosa.
Más allá de lo que yo quiero, no puedo arruinar la vida de Lucía, ni de doña Elba. Un silencio externo inundó mis oídos, pero podía escuchar el latir de mi corazón.
— Está bien, me voy a casar con una condición. Que Lucía y doña Elba no sean molestadas por ustedes. Déjenla vivir en paz.
— Está bien. Ellas estarán bien, solo si tú cumples.
Estela sonrió y subí una de sus cejas.
Mi madre entró al despacho. Estela se acercó a ella.
— En un mes me caso con su hijo, querida suegra. Estoy feliz.
— ¿Cómo puedes construir tu felicidad sobre el sufrimiento de otro? — le dije.
— Otra cosa hijo. Tendrás 4 guardaespaldas, no saldrás de tu habitación hasta el día de la boda. Dame tu celular — mi padre extendió su mano. Le di mi celular — me entregas tu tablet y tu computador. Hay que evitar las tentaciones.
—Cómo los odio a los tres.
— En un futuro me agradecerás. Lo que hoy tú ves como algo malo, más adelante verás los frutos.
Mi padre llamó a los guardaespaldas.
— Le entregas a ellos tu tablet y el computador — Ellos me escoltaron hasta mi habitación, le entregué tablet y computador.
Ya parezco a Rapunzel encerrado en mi habitación. Me hubiese gustado despedirme de Lucía. Y pensar que la única vez que estuve con ella fue hace dos meses. Me senté a la orilla de la puerta a llorar. Los hombres no lloran, repetían mis pensamientos.
Nunca entenderé como la avaricia actúa en los humanos. Con este matrimonio siento que me están vendiendo solo por unas acciones. No parezco su hijo.
Al día siguiente.
Entró la señora Cristi. Traía en sus manos una bandeja con mi desayuno.
— Buenos días jóven. Su desayuno.
Me levanté de la cama.
— ¿Y Lucía? — pregunté directo sin rodeos.
— Doña Elba y Lucía, se fueron anoche.
— ¿Quién está en la cocina? ¿Sabes dónde fueron? ¿No sabes si van a regresar?
— Joven, creo que debería preguntarle a sus padres. No me quiero meter en problemas.
— Solo responde y te prometo que no te meteré en problemas.
— Ellas se fueron de la casa. No sé dónde están. Es lo único que le puedo decir. Me tengo que retirar joven— Cristi salió de la habitación.
Cerré la cortina de la ventana. Puse el desayuno en la mesa y me acosté. Sentí como una tristeza me invadía el corazón.
Una semana pasó. Era lo mismo, Cristi traía mis tres tiempos de comida y los retiraba intactos. No es que estaba en huelga de hambre, simplemente no tenía energía, era como si no importara nada, mientras Lucía esté bien, no importaba si moría.
A mis padres lo único que les importaba era recuperar sus acciones. Sentía que me hundía en una tristeza.
La puerta se abrió.
— Haga lo que sea necesario con este muchacho — era mi madre.
Odiaba escuchar su voz. Me iré al infierno por odiar a mis padres. Cualquier lugar era mejor mientras fuera estar lejos de ellos.
— Joven siéntese por favor— era un señor con una bata blanca.
Me senté. Él busco en mi brazo derecho una vena, me canalizó. Me puso suero. Me acosté de nuevo. Cerré mis ojos para no ver a mi madre.
—Solo quiero morir— le dije a mi madre— déjame morir en paz.
Me arranqué de un jalón la aguja. Y la aventé contra la pared.
Entraron los guardaespaldas y me sujetaron. Mi madre no dijo nada.
— El doctor me puso algo en el brazo. Solo sentía que mis ojos se cerraban, sentía sueño.
Me desperté cuando escuché la voz de Cristi. No sé cuántas horas o días pasaron.
"Es un pecado lo que hacen con usted, las familias con dinero pueden llegar a ser personas sin corazón. ¿Cómo van a tratar así a su hijo?"
— Cristi.
— Joven.
— Sabes algo de Lucía.
— Ella está bien joven, debería comer algo, tener fuerza y tal vez en un futuro el destino los junta de nuevo.
— ¿Tú crees?
— Si. Pero coma algo por amor de Dios.
—¿Dios? ¿Quién es él? ¿Por qué no me escucha?
— Joven, sé que soy atrevida en decirle esto, Pero cuando usted se independice de sus padres, puede volver a empezar. No todo está perdido. Me retiro porque si me dilato mucho, los guardaespaldas van a entrar.
Cuando me independice, ¿puedo volver a empezar? Esas palabras se quedaron conmigo ese día. Cristi tenía razón. Algún día podré empezar de nuevo. Me senté en la cama y comí un poco.
Dos semanas más pasaron. El día de la supuesta boda llegó. En todas estas cuatro semanas no había visto a Estela, ni a mi padre, mi madre estuvo una sola vez cuando llegó el doctor.
Mi madre entró con un esmoquin blanco en sus manos.
—Hijo, vístete.
Tomé el esmoquin y me metí al baño a cambiarme.
— Recuerda que te casas para que Lucía y su madre estén bien. Si haces algo indebido olvídate de ellas. No sabes de lo que soy capaz.
No dije nada.
Llegué con mi madre a la iglesia. Estela estaba ahí esperándome en el altar con su vestido blanco. Tenía una docena de guardaespaldas vigilando.
El sacerdote nos casó. Ni siquiera me preguntó si aceptaba a Estela como mi esposa.
Estela rebozada de felicidad.
— Pueden darse un beso — el sacerdote lo dijo al final.
— Ni te atrevas a tocarme— le dije a Estela.
Ella se acercó y me besó en la boca. Beso que no fue respondido.
Subió sus manos arriba como señal de victoria.
Cómo detesto a esta mujer. Y a todos estás personas hipócritas que saben que me caso obligado. Todos ellos son personas sin corazón.
felicidades 👏🏾 👍 autora 💕 👏🏾 😊.
No me gusto q el papá muriera tan pronto .
Será q los papás de ella no quieran a la bebe .
Y Lucía esta embarazada 🤰 bebé 👼 👣 🚼 a bordo jaaaaaaaaaaaaaa.
Lo de la mamá si sería un accidente.