EVOCACIONES DE ARABELA

Hacía mucho calor. La mayoría nos quitamos la sudadera; una se la amarraron a la cintura y otros la aventaron a la orilla de la cancha. Rebeca fue un de las que dejó su sudadera en el pavimento, solo usaba la playera del uniforme, ¿por qué no podía dejar de verla? El blanco resaltaba su piel, su pelo ondeando me hipnotizó.

—Arabela —me habló Marlen—. Tú y yo.

—¿Cómo?

—El maestro acaba de decir en parejas.

—Ah, sí. Y ¿Jessica?

—Ya hizo equipo con Julio.

—¿En dónde estabas?

—¿Por qué?

—Estás ida.

—No sé —suspiré.

—Es por ella, ¿verdad? Sé que me voy a escuchar como la peor amiga, pero ella no se ve muy agobiada.

Volteamos a verla, César la estaba molestando y parecía no incomodarle.

No podía ser que todo este tiempo me estuviera engañando, no, y ¿los besos? y ¿las palabras?, ¿su confesión? Ya no sabía qué pensar. Lo que sí era verdad es que estaba furiosa. Quería ser yo su pareja, quería ser yo la que le hiciera cosquillas y se riera conmigo. Odiaba a César, lo odiaba por el lugar que yo quería tener en la vida de Rebeca y él lo tuviera, lo odiaba a él porque no quería odiarla a ella.

Hicimos estiramientos; poner la mano en la nuca y bajar la cabeza en lateral, estirar brazos, flexionar la pierna, tomar la punta del pie y jalar, saltar agitando las manos, luego toda la clase en pareja.

—Primer ejercicio: sentadillas tomando de las manos a su pareja. Diez repeticiones —indicó el maestro e hizo sonar su silbato.

Había compañeras que tenían buena condición, compañeros que no les costaba nada hacerlo, Marlen y yo no éramos de ese sector.

Rebeca parecía tener mucha fuerza en las piernas. Rebeca, Rebeca, deja de centrarte en ella.

—Siguiente ejercicio: una persona alza las piernas corre en el mismo sitio y la otra en posición de sentadilla le toca las rodillas. Empiecen —El pitido nos dio la señal.

Yo fui la que me quedé estática. Marlen alzó las piernas a gran velocidad, mis dedos apenas y la tocaban, mi atención no dudó en dirigirse a Rebeca. Sus piernas se elevaban con rapidez a no ser por las intervenciones de su tonto compañero. En cada intento César no solo quería tocar las rodillas, quería acariciarle las piernas. Arrugué las cejas sin poder evitarlo hasta que terminó el ejercicio.

—Para el siguiente vamos a hacer un estiramiento: siéntense en el suelo con su pareja, que sus suelas toquen las de su compañero o compañera, piernas bien estiradas y traten de tomarse de las manos.

Los quejidos se escuchaban en lo alto de la copa de los árboles viejos, parecíamos un ganado arreado.

Jessica estaba muy divertida con Julio. Marlen y yo no dejábamos de intentarlo.

—Escuchamos un grito. Todas las cabezas volteamos en dirección, bueno no hacía falta decir, sí, a Rebeca. César le había dado un tirón tan fuerte haciendola caer sentada encima de él. No era una posición en la que quisieras que te vieran con una persona.

César estaba muerto de la risa sosteniendola de las manos.

—Ya suéltame —le dijo.

—A ver, compañero, deja de jugar —Le advirtió el profesor y ayudó a parar a Rebeca.

—Siguiente ejercicio: van a sostener con fuerza a su pareja por el torso y la otra persona intentará correr en lateral, uno, dos, tres —se escuchó el silbato.

Marlen me sostuvo y yo comencé a correr. Las pisadas rebotaban en el concreto caliente.

—¡Ahora alternen! —exclamó el profesor.

Abracé a Marlen por el torso. En definitiva tenía más fuerza que yo, estaba logrando moverme a mayor distancia.

El eco del silbato resonó en el aire.

—César, a dirección —ordenó una voz gruesa.

—¡Maestro! ¡pero es mi novia!

—No so... —intentó hablar Rebeca.

—Será tu novia, pero en mi clase es tu compañera y la tienes que respetar.

—¡Maestro! —remilgó.

—A dirección —señaló con el brazo el profesor.

Todos los ojos estaban puestos en él, pero él puso los ojos en mí, sonrió satisfecho y se fue. Arrugué mi entrecejo. Sí esa mirada fue para mí, lo planeó todo, el idiota quería que viera lo que hacía con ella.

—¿Qué habrá pasado? ¿Qué le hizo? —se acercó Jessica a nosotras. Yo no podía quitarle la vista a la silueta de César marchándose recordando su estúpida sonrisa.

—Bien, tomemos un descanso —sugirió el maestro.

Selene se acercó a Rebeca, escuchaba sus voces, pero no entendía nada, estaban del otro lado de la cancha.

—Habrá sido algo fuerte para que lo mandaran a la dirección —comentó Jessica cuando nos fuimos a sentar a una de las bancas de cemento.

Marlen se puso el dedo índice en medio de la boca haciendo seña a Jessica.

—¿Que dije? — preguntó Jessica. Marlen me señaló.

—Está bien, no pasa nada —dije, pero sí pasaba. Estaba en impaciente por saber lo que César le había hecho, quería ir con ella, y ¿si me ignoraba? y ¿si me insultaba por lo de Marlen?

—O sea ¿cómo?, ¿esa chava es tu novia? —preguntó Jessica con una entonación de no poder creerlo—. Pero... pero... ¿Por qué no has ido a verla? seguro ella quiere tu apoyo —La miré.

—Es que, por mi culpa se enojaron —respondió Marlen.

—Y ¿no lo han arreglado?

—Le dije a Arabela que yo hablaría con ella, pero no me deja.

—Ya veo.

—Chicas ¡ya! —remarqué mis manos a los costados—. Esperen, ahorita vuelvo.

Vi irse a Rebeca y Cuky se quedó sola recargada en uno de los tubos de la portería.

—Amm... Hola —dije.

—¿Hola?

—¿Sabes qué le pasó a Rebeca?

Cuky me veía escéptica.

—¿Por qué no se lo preguntas tú?

—No está aquí.

—Estaba hace un rato.

—¿Puedes decirme?

—¿Estás molesta con ella o algo así?

Me quedé callada.

—¿Tú y ella al menos son cercanas? —se rio.

—Amm ...Solo quería saber. Todas en la clase quieren saber.

—Eres una más de las chismosas.

—¡No!

—Antes ni siquiera me hablabas, desde el juego de botella empezaste a hacerlo, ¿te gusto? o ¿qué?

—No —no entendía de dónde había sacado esa idea.

—¿Ella? —alzó las cejas repetidas veces.

La miré con él entrecejo tembloroso.

—¡Sí te gusta! —habló mientras sonreía—. Oye, ¿que no estás con Marlen?

Negué con la cabeza.

—Bueno, pero ella sí está con César, o al menos eso creo, desde el juego de botella su relación se puso rara. Además de que Rebeca hizo trampa —lo último parecía ser un pensamiento que dijo en voz alta.

—¿Me puedes decir qué le hizo?

—Nada grave entre parejas, le apretó el pecho y eso hizo que Rebeca se desconcentrara.

—Gracias —respondí entre dientes y me di la vuelta para volver con Marlen. Mi estómago comenzó a incendiarse, sí pronunciaba palabra seguro sacaría fuego.

La tocó y ella no quería, el pendejo la tocó para hacerme arder en coraje. Sabía lo que había entre nosotras.

—¿Qué pasó? ¿Qué te dijo? —cuestionó Marlen ansiosa.

—Nada, me dijo que se lo preguntara a Rebeca.

Marlen y Jessica se quedaron viendo. Me senté en medio de ambas.

—Ya no te pongas así, seguro luego arreglan las cosas —Jessica me tomó del brazo y recargó su cabeza sobre mi hombro —. Si ese chavo le hizo algo y ya no es su novio, como me dijo Marlen, entonces ustedes pueden arreglarlo —alzó el rostro, me giré hacia ella y nos vimos fijamente, le mostré una leve sonrisa.

—Gracias por tus palabras, Jess.

Mi nueva amiga estaba muy perdida con lo que estaba pasando. No se comparaba en nada el contexto que tenía con lo que en realidad ocurría.

Terminó la clase y Rebeca nunca volvió. En el receso tampoco la encontré.