En un pequeño pueblo rodeado de majestuosos paisajes rurales, donde los días comienzan con el canto de los pájaros y las noches se adornan con un manto de estrellas, vive Ricardo Correia Smith, o simplemente Rico Gaucho, un vaquero que hizo fortuna montando toros. Su mundo cambió drásticamente cuando su esposa falleció en un accidente de tráfico y su hija quedó en silla de ruedas. Reconocido por todos como el rey de los rodeos, esconde muy bien sus miedos.
En la agitada gran ciudad, está María Flor Carmona, una talentosa médica de temperamento fuerte y combativo, que nunca permite que la ofendan sin responder. A pesar de ser vista como una mujer fuerte, guarda en su interior las cicatrices que le dejó la separación de sus padres. Obligada a mudarse al campo con su familia, su vida dará un giro radical. Un inesperado accidente de tráfico entrelaza los caminos de ambos.
¿Podrán dos mundos tan diferentes unirse en uno solo?
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Capítulo 4
José Luis entra en la oficina con el sombrero en la mano y se sienta frente a Rico.
Mientras conversan sobre qué hacer con el anuncio para contratar a una nueva niñera, una de las camionetas de la hacienda se acerca al ventanal, y Maciel, el capataz de la hacienda, llama un tanto nervioso.
— Patrón.
— ¿Qué pasó esta vez, Maciel? — pregunta Ricardo, más irritado de lo que deseaba.
— Forzaron la cerca de nuevo.
Rico frunce el ceño: no es posible que no tengamos un minuto de paz. — Van hacia la camioneta.
— ¿Las cámaras no grabaron quién lo hizo? — pregunta José Luis, sintiendo una rabia creciente.
— Fuimos a ver qué había pasado con las cámaras y descubrimos el destrozo en la cerca.
— Voy a llamar al comisario. — dice José Luis, tomando el teléfono.
— ¿Perdimos algún animal? — pregunta Rico, apoyándose en la ventana de la camioneta.
— No, señor. En cuanto identificamos el problema en las cámaras, fui a comprobar y ya contabilizamos los animales que estaban en el pasto norte y no echamos en falta ninguno.
— Lleve a algunos hombres allí hasta que llegue el comisario y estén preparados para hacer la reparación.
— De acuerdo, patrón. — Maciel pone la camioneta en marcha para cumplir las órdenes del patrón.
José Luis termina la llamada.
— El comisario está en camino. ¿Cuáles son las órdenes? Parece cosa de los hermanos Peixoto. — Elías y Juan Carlos Peixoto son rivales tanto en la arena como en la hacienda vecina.
— Probablemente quieran causar algún malestar, dado que el rodeo se acerca. — Rico se rasca la cabeza.
— Si perdemos algún animal en este momento, no tendremos tiempo de entrenar a otro para sustituirlo en el rodeo. — dice José Luis, disgustado.
No tarda mucho en llegar el comisario: Lionel Smith.
— ¿Problemas con las cercas otra vez?
— Exactamente, es la cuarta vez en menos de seis meses.
— Siempre cerca de una competición, se está convirtiendo en una rutina.
— Vayamos al lugar. —
La compañía de rodeo de los hermanos Peixoto no consiguió ganar ningún campeonato el año pasado y acusa a la compañía de Rico de hacer trampa. La relación, que ya no era la mejor, llegó a un nivel insoportable; los hermanos Peixoto tienen la fama de conseguir lo que quieren no por talento, sino por trampas.
— Dicen que los Peixoto están casi en la ruina debido a las pérdidas en el último campeonato.
Los gastos de mantener una compañía activa son grandes; si no hay victoria, no hay premio, ni invitaciones para hacer publicidad.
Y para mantener a los mejores jinetes y amazonas, hay que pagar los sueldos que, dependiendo del nivel, son altos.
En el lugar, los hombres del comisario hacen la inspección.
— Puede que estén debilitados ahora, pero ya lo dice el refrán: "En un río con pirañas, el caimán nada de espaldas" — dice Rico.
— No se puede confiar, patrón.
— De ninguna manera. Ordenen a los peones que estén atentos. Vamos a poner seguridad día y noche hasta que termine el rodeo.
La ciudad se está preparando lo más rápido posible para recibir a los turistas que vienen de todo Brasil y de algunas partes del mundo. Rico supervisa los últimos preparativos de la arena con Sandro Torres, el alcalde de la ciudad. Los animales llegan de todas partes de Brasil y se acomodan con antelación para que no estén estresados el día del evento. El Valle de los Viñedos ganó notoriedad desde que Rico, el gaucho, se convirtió en campeón nacional, y la cosa no hizo más que crecer cuando pasó a ganar sus títulos mundiales.
Este será el primer rodeo, después de veinte años, en el que no va a participar. Decidió retirarse para cuidar de su hija pequeña después de que su mujer, Daniela, muriera hace poco más de un año, y no quería hacer nada que pudiera poner su vida en riesgo.
Adondequiera que miraras en la ciudad, se podían ver puestos, remolques, camiones y autobuses.
Muchas familias viajaban kilómetros para participar en la mayor fiesta de rodeo del sur de Brasil y, quién sabe, conseguir una foto con el rey Rico, el gaucho.
Su compañía de rodeo es la número uno de Brasil, seguida por la de los hermanos Peixoto. Sabía que la competencia sería dura este año, sobre todo porque los hermanos Peixoto, competidores de renombre nacional, habían anunciado la participación de cinco nuevos participantes; juraron a todos que batirían el récord de Rico.
Rico era conocido por su técnica impecable y por no haber sido nunca derrotado en una competición de monta de toros. Había pasado un año desde su retirada y nadie había conseguido superar sus récords.
Rico y José Luis eran socios en la compañía de rodeo. José Luis era el administrador y él el artista. Les iba bien financieramente, sin embargo, sabía que en esta vida todo pasa y que algún día aparecería un hombre mejor que él, pero por ahora iba a disfrutar del título de mejor del mundo.
Para él, el rodeo era más que una competición; era una celebración de la vida en el campo y de las tradiciones sureñas que unían a la gente y mostraban la fuerza de la comunidad rural.
Rico aún recuerda el primer toro que montó, un gigante llamado Huracán, y cuando se abrió la puerta, el animal salió en una carrera furiosa. Pero Rico, aún un niño, con movimientos precisos y firmes y mucha determinación, consiguió mantenerse sobre el toro, conquistando la admiración de la multitud y una alta puntuación de los jueces.
En el último campeonato nacional, la batalla entre Rico y Elías Peixoto se intensificó. Se alternaron en los primeros puestos, con montas cada vez más desafiantes. El punto álgido del evento fue el último día, cuando ambos competidores se enfrentaron a los toros más temidos.
Elías Peixoto realizó una monta perfecta, dejando a la grada eufórica. Todo parecía indicar que se llevaría el título nacional de ese año.
Sin embargo, en el juego, nada es predecible. Al montar a Furia, el toro más salvaje y peligroso de todos, Rico ejecutó una monta que pasaría a la historia. Con una combinación de técnica y coraje, no sólo consiguió mantenerse sobre el toro durante el tiempo necesario, sino que lo hizo con un estilo que dejó a todos boquiabiertos, lo que le garantizó la plaza en el mundial. La grada vibraba y se ponía en pie, al grito de "tetracampeón".
Cuando se anunciaron las puntuaciones, Rico fue declarado gran campeón nacional.
Dos meses más tarde, se convertiría en tetracampeón del mundo. Al levantar el trofeo, se lo dedicó a Daniela y al hijo que aún estaba en su vientre. Lo que no sabía era que nunca más volvería a ver a su esposa ni conocería a su hijo.
En la hacienda vecina, Antonio Peixoto y sus dos hijos, Elías y Juan Carlos Peixoto, conversan con su capataz. Cuando un peón entró jadeando, dijo: — Patrón, nos han descubierto antes de que pudiéramos completar el trabajo.
— ¡Maldita sea! Rico, el gaucho, es una piedra en nuestro zapato desde hace años.
— Patrón, ya intenté sobornar a un empleado de allí, pero no funcionó; todos son leales a Rico — dice Pedreira.
— Tenemos que debilitarlos, si no vamos a acabar perdiendo la hacienda. ¿Cuál es el secreto de tantos premios que tenemos que descubrir?
— La gran verdad es que tenemos que atraer a uno de ellos a nuestro lado — dice Pedrosa.
— Estén atentos, la oportunidad llegará.