El Amor Es...

— Necesito que me ayudes a buscar información sobre un bebé que nació hace 26 o 27 años, la madre es la señora Mónica Miller.

— ¿Mónica Miller? ¿Qué bebé? ¿De qué estás hablando?

— No lo sé con certeza, pero hay una historia oscura en el pasado de mis padres y los de Alejandro y necesito aclararlo, es que tengo la sospecha de que ese bebé puede que sea yo.

— No estoy entendiendo nada y necesito que me lo aclares. ¿Qué te hace pensar eso?

Me senté y le pedí que me escuchará atentamente, él lo hizo y de verdad lo sentí interesado en el tema.

— Hay muchas piezas del rompecabezas que encajan, Aurelio. Mi padre siempre ha sido un hombre manipulador y despiadado, y ahora que sé de su pasado, necesito saber la verdad.

El doctor Aurelio se quedó en silencio por un momento, procesando la información que le había dado.

— Lo máximo que puedo hacer por ti, es averiguar en los archivos del hospital para ver si hay algún registro, también buscaré la manera de averiguar más sobre lo que sucedió con los Montalver en el pasado. Te ayudaré en lo que necesites porque también tengo un interés personal en este asunto, por Alejandro obviamente, Felipe. Si hay alguna verdad oculta es hora de descubrirla y enfrentarla, no importa lo que sea.

— Gracias, Aurelio. También necesito hablar esto con Alejandro, pienso que esto es del interés de ambos, siento que con el lograré llegar más rápido a la verdad. Pero voy a descubrir toda la verdad, cueste lo que cueste.

El doctor Aurelio se unió a mí en la búsqueda de la verdad, sin importar las consecuencias que pudiera enfrentar, él estaba dispuesto, manifestó tener un interés especial en el asunto, y supe que era verdad, con su ayuda me sería más fácil averiguar qué pasó. Estábamos decididos a desentrañar los secretos del pasado y encontrar respuestas a las preguntas que habían estado atormentando mi mente durante los últimos meses.

Alejandro se encontraba fuera del país, eso me dijo Aurelio, pero me prometió que se comunicaría con él y lo pondría al día de la situación, así éste regresaría y tomaríamos las medidas necesarias para descubrir la verdad.

Mientras tanto...

— Señor Mendiola, estaba esperando su llamada.

— ¿Estabas esperando mi llamada? ¿No puedes tú tomar el maldito teléfono y llamarme si me necesitas? Espero que tengas algo importante, porque estoy harto de esperar.

— Señor Mendiola, lastimosamente no he logrado averiguar con exactitud donde está la chica y su hijo, pero hay algo muy importante que debe saber y que tal vez nos guíe hacia ellos.

— Habla.

— Alejandro Montalver ha estado haciendo cosas fuera de lo que acostumbraba, de hecho señor, su hijo lo ha visitado en diversas ocasiones.

— ¿De qué estás hablando?

— Su hijo, el señor Felipe, por alguna razón que desconozco, fue a visitar a Alejandro Montalver, no se sabe por qué ni para qué, pero recibí información que el mismo día de esa visita, el avión de Montalver despegó rumbo a Estados Unidos, se dice que él sacó del país a alguien, pero no hemos podido averiguar de quién se trata. Otra cosa, por esos días de la desaparición de la mujer, Gonzalo, el comandante y jefe de la policía, estuvo aquí en el pueblo, él mismo se encargó del asunto de la pérdida del niño, y se supone que fue él quien se encargó del traslado de la mujer, la cual luego desapareció sin dejar rastro. El asunto aquí señor, es que Alejandro Montalver tiene relación estrecha con Gonzalo, y probablemente...

— Espera un momento, lo que dices tiene sentido, recuerdo esos días, yo mismo hablé con Gonzalo y le expliqué la situación, pero el muy desgraciado solo me veía la cara. Necesito que averigües todo, levanta el tapete y déjame ver la suciedad de Alejandro Montalver y de todos los que lo rodean. Si ese imbécil se metió en mis asuntos, se va a arrepentir, y en cuanto a mi hijo ¿Dónde está ahora?

— Según averigüe, acaba de volver a la oficina.

— Tendré una charla con él.

El hombre se preparó para salir, mientras lo hacía maquinaba de qué manera iba a proceder con su hijo, una sombra de odio cruzó por sus ojos, era desalmado y por mantener el control no le importaba acabar con quien fuera, así este fuera su propio hijo.

Felipe.

— Señor Felipe, que bueno que me contestó, escúcheme por favor, ¿Dónde está?

— Estoy saliendo del consultorio del doctor Aurelio Escobedo, ¿Por qué?

— Señor, tiene que ocultarse, hágalo de inmediato, su padre se acaba de enterar de lo que ha estado haciendo. Sabe que está investigando el pasado, que ha visitado a Alejandro Montalver, señor, las cosas se complicaron. Usted y yo sabemos lo peligroso que puede llegar a ser su padre cuando se ve amenazado, así que por favor señor Felipe, cuídese.

Las palabras de mi asistente me dejaron algo frío, resulta que mi padre ya me había descubierto. Sabía que algo así podía pasar, pero no me lo esperaba tan pronto, pues ahora tendría que ir de frente y eso ponía en riesgo no solo mi vida, sino la de todos lo que me pudieran ayudar.

— Está bien, no te preocupes por mí, solo dime ¿Cómo sabes que mi papá?..

— Tengo chuzado el teléfono de su perro, así que sé todo lo que hablan, lo hice para cuidarnos la espalda, señor, y gracias a eso es que puedo decirle que se cuide.

— Entiendo, siempre te he dicho que eres el mejor. Pero ahora quiero que te vayas del país, te depositaré dinero para que estés bien, solo vete pronto por favor.

— No, yo no me voy de aquí dejándolo atrás, estamos juntos en esto señor Felipe, si me voy ¿Quién lo va a cuidar?

— Me cuidaré solo Yiyo, por qué si te quedas aquí y mi padre te hace algo, no me lo podré perdonar, así que si me quieres ayudar, vete por favor.

— Pero señor Felipe...

— Es una orden, aún sigo siendo tu jefe.

No hubo más reproches, esto era peligroso, y no quería cargar con una culpa más en mi alma, suficiente con lo que mi hijo y Lorena tuvieron que pasar.

Alejandro.

Increíblemente habían pasado dos semanas, y Estados Unidos me estaba gustando, pero en realidad no era el país, ni la casa, eran las personas que llenaban e iluminaban mi vida. Sebastián, mi mejor amigo, casi mi hermano, me había abierto las puertas a un nuevo mundo.

A pesar de estar enfermo, sentía que tal vez podía funcionar, había observado a Lorena todos estos días con detenimiento, era organizada, tranquila, inteligente, y una excelente madre, no comprendía como Felipe, ese idiota, pudo haber sido tan cobarde y tonto. Cuando la veía sonreír y disfrutar de cada cosa, me sentía muy mal por todo lo que tuvo que vivir, recordaba cada lesión en su cuerpo del daño que le habían hecho, y juro que deseaba cambiar su historia.

— Señor Alejandro, ¿Está bien? Se ve un poco distraído.

— Discúlpame, solo estaba pensando en ti.

— ¿En mí? ¿Por qué?

— Pensaba en que te ves muy linda cuando juegas y te ríes con Dylan, la felicidad de ustedes me contagia y me hace sentir mucho mejor.

Lorena.

Salir del país y llegar a este mundo nuevo, me había abierto las puertas, no solo de las oportunidades, sino de mi vida, me sentía libre, feliz, y sobre todo, sentía que podía con todo.

Con Sebastián había aprendido muchísimas cosas, él era paciente, divertido, un muy buen maestro, me sentí muy cómoda y a gusto con él. Pero se tuvo que ir, y me quedé muy triste, pues lo extrañaba y mi pequeño Dylan también, de hecho, hasta me preguntó si Sebastián podía ser su papá, al parecer le gustaba mucho Sebastián, y bueno, a quien no.

Es vergonzoso, pero tengo que admitir que a mí me gustaba, tal vez es porque él era distinto, y eso me hacía soñar, pero era solo eso, sueños. Ahora estaba aquí con el señor Alejandro, quien vino a reemplazar a Sebastián, no sé por qué ellos tienen la idea de que yo no podré sola.

El señor es un hombre muy guapo, un poquito más que Sebastián, hablando físicamente, pero en personalidad, Sebastián es mucho mejor, pues el señor Alejandro no sonríe, siempre tiene cara de amargura. No le quitó que sea una excelente persona, un hombre bueno y generoso que me acogió a mí y a mi hijo, y nos ha protegido y cuidado, pero mantiene sus límites y hay que respetarlos.

Pero hoy se veía pensativo, estaba concentrado mirándonos jugar a mi y a Dylan, y hasta una pequeña sonrisa creí haberle visto, cosa que me dejó sorprendida, nunca lo había visto sonreír. Así que por curiosidad me acerqué y le pregunté si estaba bien, pero su respuesta me dejó sin palabras.

— Bueno, me alegra mucho que se sienta bien con nosotros, nunca dejaré de darle las gracias por esta oportunidad que nos ha dado a mi niño y a mí.

— No me agradezcas más, me haces sentir como un Cristo.