Recuperando La Felicidad

Narra Ada

Una semana ha pasado desde mi conversación con la supuesta abuela, y aún no puedo dejar de pensar en todo lo que descubrí. He estado buscando sin descanso en la casa, revisando todo lo que pudiera ser de utilidad para entender más sobre mi padre, mi madre y, sobre todo, esa mujer, Sofía. Fue en una caja escondida en la habitación de Sofía donde encontré papeles que contenían muchos números y un testamento de mi padre. Lo que descubrí me sorprendió: si mi Padre muere, cosas que ya hizo, Sofía quedaba con todo. Pero aún no entiendo qué pasa si soy yo quien muere. Algo no cuadra y necesito averiguarlo.

Bajo las escaleras absorta en mis pensamientos, cuando de repente escucho la voz de Adolfo, quien está hablando por teléfono en la sala.

📱: "Sí, está bien. Necesito que averigües hasta cuándo hay plazo para reclamar el fideicomiso del exesposo de mi mujer."

📱 Desconocido: "Según lo que he averiguado, después de que ella termine el colegio y empiece la universidad, ese dinero se desembolsa a una cuenta que le crearon desde su nacimiento."

📱: "¿Y qué se puede hacer para que ese dinero quede para mi esposa?"

📱 Desconocido: "A menos que ella muera o se declare interdicta, ella tendrá el manejo total de la plata."

📱: "Bueno, gracias, amigo. Nos vemos."

Adolfo cuelga y sale de la casa. Me quedo parada en el pasillo, procesando lo que acabo de escuchar. "Resulta que quieren ese dinero. Por eso me han soportado todo este tiempo", pienso. Pero me surge otra pregunta, ¿por qué no intentaron quitarme la vida cuando era pequeña? Algo no encaja.

Mientras camino hacia la cocina, aún inmersa en mis pensamientos, el timbre de la puerta suena. Tomo una galleta, me la meto a la boca y voy a abrir la puerta. Me sorprendo al ver a Álex frente a mí. ¿Qué hace aquí?

—¡Hola, Ada! —dice, mirándome con una expresión que no sé cómo describir. No es una mirada mala, pero es una mirada que transmite cariño de una forma extraña.

—¿Qué haces aquí? —le pregunto, aún sorprendida.

—Yo... vine a agradecerte por lo que hiciste el otro día, gracias, Ada... —pausa, y entonces, con algo de nerviosismo, añade—: También quiero saber si, ¿quieres salir conmigo?.

Me quedo completamente sorprendida por su invitación. No esperaba que me lo pidiera.

—Está bien si no quieres salir, lo entiendo... Igual, gracias por salvarme la vida —dice, como si fuera a dar media vuelta y marcharse.

Pero hay algo dentro de mí que no me deja dejarlo ir.

—¡Alex, espera! —lo llamo, y lo veo girarse, con una ligera angustia en su rostro.

—Está bien, nos vemos el domingo. Escríbeme, ********* (mi número). Tú decides el lugar. Nos vemos luego —me dice, sonriendo un poco. Luego se da la vuelta y camina hacia su auto. Justo cuando está a punto de entrar, voltea por última vez y me regala una pequeña sonrisa. Yo le respondo con otra y cierro la puerta.

Corro hacia mi habitación y agarro mi celular con nerviosismo. Llamo a Amelia, mi amiga, para contarle lo que acaba de pasar.

📱: "¡Amelia! ¡Amelia! ¡Alex me invitó a salir! ¿Qué hago?"

📱 Amelia: "¿Quééé? Me imagino que aceptaste su invitación, ¿no? Ada, no vayas a rechazarlo, es hora de que empieces a tener citas. ¿Para cuándo es?"

📱: "Amiga, por supuesto que acepté, pero no sé qué hacer. ¡Ah! Y es el domingo."

📱 Amelia: "Bueno, espera a que te escriba. Y ven antes de la hora. Yo te arreglo. Dile que te recoja en mi casa, ¿vale? Bueno, amiga, tengo que terminar un examen, el profesor ya me está llamando. ¡Chao, te amo!"

Cuelgo y me quedo sentada un momento, mirando el teléfono en mis manos. No puedo evitar sonreír un poco, pero también me siento muy nerviosa. ¿Qué voy a hacer? Esto es todo nuevo para mí, pero sé que quiero disfrutarlo.