Grei Villalobos, una atractiva colombiana de 19 años, destaca por su inteligencia y un espíritu rebelde que la impulsa a actuar según sus deseos, sin considerar las consecuencias. Decidida a mudarse a Italia para vivir de forma independiente, busca mantener un estilo de vida lleno de lujos y excesos. Para lograrlo, recurre a robar a hombres adinerados en las discotecas, cautivándolos con su belleza y sus sensual baile. Sin embargo, ignora que uno de estos hombres la guiará hacia un mundo de perdición y sumisión.
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Capítulo 23 Un amor en silencio
Dylan Vannecelli
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Observar cómo Luker se dirige a Dulce de manera tan despectiva me llena de ira. Esa mujer merece ser tratada como la joya más delicada y valiosa que es; ella debería ser tratada como una reina. Ver cómo sus ojos reflejan tristeza y se humedecen, a punto de llorar, acelera mi corazón. Me dan ganas de enfrentarme a Luker, golpearlo y obligarlo a que pida perdón, a que bese sus pies. Sin embargo, no puedo hacer nada por ahora; aprieto la mandíbula mientras la veo salir, cerrando la puerta tras de sí.
Me dirijo a la ventana para observarla. Sé que todos los días viene a esta empresa a traerle el almuerzo a Luker, siempre tan puntual. Se desvive por él y por sus comodidades. Es evidente cuánto lo ama, mientras él la maltrata, se muestra indiferente y la engaña con su amante, la secretaria. La veo detenerse en la puerta, así que aprovecho la oportunidad y le pregunto a Luker si aún la quiere, si tienen algún problema. Él me responde que no la quiere. Miro a Dulce, que se lleva una mano a la boca mientras llora, y aprieto la mandíbula y el puño; me duele verla sufrir por alguien que no la merece. Si tan solo posara su mirada en mí, si me diera la oportunidad, haría que el mundo estuviera a sus pies.
Han pasado tres años desde que la conocí, en el cumpleaños de Luker, donde me la presentaron junto a mis hermanos. Desde ese instante, sentí que mi corazón fue atravesado por su sonrisa. Sabía que ella era para mí, pero al enterarme de que estaba casada con Luker, decidí alejarme y respetar su relación con el amigo de mi hermano. Sin embargo, nunca la he sacado de mi mente ni de mi corazón. Estos tres años he estado enamorado de ella en silencio. A veces la observaba de lejos solo para verla, y eso, en parte, me hacía feliz.
Pero, ¿por qué debo seguir reprimiendo este amor que siento por ella, cuando Luker no la quiere y solo la hace infeliz? Ella merece un hombre que la ame de verdad, que la trate como a una reina, como a una diosa. Yo quería ser ese hombre; ya no puedo detenerme más. La voy a conquistar; la haré mi señora Vannecelli, y no me importa lo que deba hacer para lograrlo, incluso si tengo que jugar sucio. Al verla alejarse, encuentro una excusa para ir al baño, con la intención de seguirla. Cuando salgo, tomo el ascensor y, un minuto después, sus puertas se abren rápidamente camino hacia la salida, donde hay varios árboles y jardines. La sigo y la observo rodear un árbol; al acercarme, la encuentro sentada en el suelo, llorando. Respiro profundamente e intento sonar tranquilo, aunque estoy nervioso, y me coloco frente a ella.
—Señorita Dulce.
Ella levanta la mirada, limpiándose las lágrimas con las manos. Le ofrezco un pañuelo, duda en aceptarlo, pero al final lo toma y se limpia las lágrimas.
—Gracias, Dylan —me dice mientras se levanta, aunque ofrezco mi ayuda, ella no la acepta.
—Señorita, ¿podría decirme por qué lloraba? ¿Por qué está tan triste?
Ella se queda en silencio y toma su bolso.
—Gracias por el pañuelo, pero debo retirarme —me responde, devolviéndome el pañuelo.
La veo alejarse y miro hacia el suelo, donde dejó el tupper con comida, así que lo recojo y corro hacia ella.
—Señorita Dulce, se le quedó esto —le digo, entregándoselo.
Ella lo recibe, y en esos segundos en que nuestros dedos se tocan, mi corazón late con fuerza.
—Gracias, Dylan. ¿Te gustan los provolones?
—Sí, me encantan —le respondo. Ella me sonríe levemente.
—Yo los preparé; sería una pena que se perdieran. ¿Te gustaría probar los que hice? Son deliciosos —me ofrece.
Me estaba ofreciendo probar la comida que había preparado con esmero, aunque sabía que era para Luker y que él la había rechazado. Solo me lo ofrecía a mí para que no se desperdiciara. Me hizo sentir una pequeña ilusión, ya que tendría la oportunidad de probar su comida.
—Sí, gracias.
—No tienes que agradecer; si volvemos a vernos, dime si te gustaron. Cuídate, Dylan —se despide, y me regala una pequeña sonrisa antes de subirse a un auto y marcharse.
—Claro que volveremos a vernos, no pienso rendirme contigo tú serás mi esposa—dije con firmeza.
—Ya hasta hablas solo... ¿Cómo estás tan seguro de que ella será tu esposa? Si ya está casada, deja esa obsesión enfermiza que tienes con ella y búscate a otra. Ella es de Luker, es nuestro amigo —me dice Noan.
Lo miro arqueando una ceja.
—Aclaremos algo: él no es mi amigo, es amigo de Matteo, solo trato con él y nada más. No puedes hablarme de obsesión enfermiza cuando tú estás en la misma situación con Amelia. Te recuerdo que desde la escuela has estado obsesionado con ella, la sigues a todos lados y tienes tu cuarto lleno de fotos suyas y de los sitios que visita. Tienes un juego enfermizo con ella, así que no tienes derecho a decirme nada.
—La diferencia, hermano, es que yo le pondre fin a ese juego; ella estará en mis manos. Pero a diferencia de ti, Dulce está enamorada de Luker y no lo dejará. Ya escuchaste a Luker, que tampoco la dejará. Así que no tienes oportunidad, la única forma en que la tendrás es dejándola viuda.
—No sería una mala idea, hermano.
Sonrió levemente mientras me dirigía hacia a mi carro. No me importa enfrentar cualquier obstáculo para estar con Dulce, la mujer que amo; estoy decidido a conseguir que esté a mi lado de una vez por todas.