Dayana, una loba nómada, se ve involucrada con un Alfa peligroso. Sin embargo un pequeño bribón hace temblar a la manadas del mundo. Daya desconcertada quiere huir, pero termina en... situaciones interesantes...
NovelToon tiene autorización de Adriánex Avila para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Cap. 23 Colmillos de leche
Dayana estaba boca abajo sobre la cama, mientras Caterina aplicaba la pomada en sus nalgas hinchadas y enrojecidas. No entendía por qué no se curaba más rápido; tal vez era porque ese lobo rabioso tenía algún poder sobrenatural sobre ella.
—Dayana, después de esto debes alistarte —dijo Caterina entre risas, burlándose suavemente de su amiga, quien parecía no terminar de aceptar que las cosas ahora eran diferentes
—La Luna madre dijo que hay una cena esta noche y debes estar presente. Hay que traer al bebé para acostarlo y que puedas asistir.
Dayana dio un pequeño suspiro de resignación.
—Sí, sí, lo entiendo… Pero me voy a desquitar con ese tipo. No puede pasarse de listo; esto no debería ser así. —hizo una pausa y añadió con indignación
—Además, apenas tengo 23 años. ¡Yo era una cachorrita cuando ese desgraciado me atrapó! Ni siquiera había cambiado mis colmillos de leche, y resulta que me convierte en su pareja y me pone un hijo. ¡Esto no es justo!
Infló las mejillas, frustrada, mientras Caterina negaba con la cabeza con una sonrisa compasiva.
—Amiga, solo te voy a decir una cosa, resignación. No tienes nada más que hacer.
Un golpe en la puerta las sacó de su conversación. Era Alicia, la nana, quien entró y las miró con un poco de pena.
—Lo siento, Luna Dayana, pero tienen que alistarse para la cena. Ya se le está haciendo tarde. Voy a traer al bebé; todavía está con el Alfa —dijo apenada, saliendo de inmediato.
No quería mirar a Dayana a los ojos por haber dejado al pequeño con Lycas, pero, al fin y al cabo, era su hijo. Dayana sabía que no podía detenerlo, aunque quisiera. De todas formas, ese desgraciado la sacaría a ella primero antes que al bebé.
Esa noche, en el gran comedor, Dayana entró con un vestido elegante, pero cómodo que Octavia le había facilitado. Al llegar, solo estaban presentes Lycas y Octavia, quienes la observaron con atención. Lycas, sentado en la cabecera de la mesa, le hizo una señal para que se sentara a su lado. Con frustración contenida, Dayana obedeció; ya había experimentado sus castigos y no le parecían nada graciosos.
Mientras se acomodaba con cuidado —aún le dolían las nalgas—, entró Ariadna, pálida y temblorosa. Se sentó al lado de su hermana, mientras Octavia ocupaba el lugar a la derecha de Lycas. Las hermanas estaban cabizbajas, y Ariadna aún sudaba de dolor; sus heridas no habían terminado de curar, pero había insistido en estar presente. No permitiría que Dayana creyera que había caído por completo.
—Comencemos —anunció Lycas, tomando su servilleta para dar inicio a la cena.
Octavia asintió, pero las hermanas no dejaban de mirar a Dayana con odio asesino. Fue entonces cuando Selene abrió la boca, como siempre, para lastimar y ofender.
—Si la omega necesita ayuda, podría darle cursos de etiqueta. Estoy segura de que no sabe cómo usar siquiera los cubiertos. En el mundo salvaje, no creo que vean estas cosas —dijo con altanería.
Ariadna sonrió levemente, satisfecha por el comentario. Así su hermano verá lo insuficiente que es esa omega, pensó.
Pero Dayana la miró y levantó una ceja con serenidad.
—No sé si lo sabes, pero en el mundo humano hay muchas más reglas de etiqueta y protocolo. Yo he tomado muchos cursos sobre eso. Una mujer independiente que trabaja tiene que aprender de todo, no solo estirar la mano a su hermano mayor para que le compre hasta los calzones.
Selene se levantó de un salto, tumbando su silla con estruendo. Pero antes de que pudiera decir algo, Lycas emitió un gruñido tan potente que todo se paralizó. Miró a Selene y Ariadna con una frialdad que les heló la sangre.
—Ustedes dos, fuera. Tengo que hablar de cosas importantes, no de estas niñerías —ordenó con severidad.
Ambas se retiraron de inmediato, pero cuando llegaban a la puerta, Lycas añadió.
—Y no cenarán esta noche. No se lo merecen.
Salieron con la cabeza baja y los ojos rojos, a punto de llorar. Parecía que Lycas tenía una debilidad por esa omega insignificante, y se sentían terriblemente amenazadas.
Después de que las hermanas del Alfa salieran del comedor, Lycas habló con tranquilidad, aunque su tono dejaba claro que no era una sugerencia, sino una orden.
—Dayana, tengo reuniones en las empresas de la manada. Como sabrás, no vivimos del aire. Nuestros negocios con humanos generan los ingresos que nos mantienen. Tú has vivido entre ellos mucho tiempo, así que me ayudarás en esto.
Dayana lo miró confundida, sin procesar del todo sus palabras.
—¿Yo? ¿En calidad de qué estaría en esos compromisos? —preguntó, aún perdida en sus pensamientos.
—Como mi esposa y asesora —declaró Lycas con una firmeza que no admitía réplica.
Ella se quedó paralizada. En ese mismo instante, los cubiertos de Octavia cayeron con estruendo metálico sobre su plato. Ni siquiera ella, que había criado a Lycas y conocía sus audacias, esperaba esto. Lycas no solo estaba reconociendo a Dayana ante la manada, sino que la estaba integrando directamente en el corazón del poder, como su esposa y asesora en tratos humanos. Ese era el papel que Octavia había ocupado hasta ahora, incluso eligiendo a la acompañante de su hijo para dar una imagen sólida y unida a la manada.
El silencio que siguió fue tan denso que podía cortarse con cuchillo. Dayana abrió la boca para protestar, pero la mirada de Lycas fría, determinada, le advirtió que cualquier objeción tendría consecuencias. Octavia, por su parte, recuperó la compostura con elegancia, aunque su mente ya calculaba las implicaciones de este movimiento. La partida había cambiado, y Lycas acababa de jugar una carta que nadie esperaba.
Dayana estaba más confundida que nunca. No se esperaba esta situación para nada.
—Pero Lycas, yo… no sé nada de lo que haces —dijo, temerosa de que todo fuera una trampa para dejarla mal parada.
Lycas esbozó una sonrisa leve, casi burlona.
—No lo pienses demasiado. En estos años tuviste varios trabajos y, sin necesidad de muchos estudios, saliste adelante. Estoy seguro de que podrás con esto… —hizo una pausa deliberada y añadió
—Creo que no eres tan tonta como te ves.
a acabo , no sw siento que falto algo mas..no le dieron el cierre dw vivieron felices para siempre