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¡Haré que te Arrepientas, Amor!

¡Haré que te Arrepientas, Amor!

Status: Terminada
Genre:Sustituto/a / Amante arrepentido / Completas
Popularitas:29
Nilai: 5
nombre de autor: Aisyah Alfatih

Aluna Haryanti Wijaya, una joven dulce que se casó para proteger el honor de su familia. Su matrimonio con Barra Pramudya, un joven CEO heredero de una poderosa familia, parecía perfecto ante los ojos de todos. Sin embargo, detrás de esa promesa sagrada, Aluna solo sentía frío, soledad y dolor. Desde el principio, el corazón de Barra no le pertenecía. Su amor ya estaba ligado a Miska, su hermanastra. Una chica de apariencia inocente pero de corazón astuto, que desde pequeña siempre quiso arrebatarle todo a Aluna.

Tras un año de matrimonio, Aluna solo recibía miradas vacías de su esposo. Hasta que Miska regresó del extranjero, y todo se desmoronó. Aluna finalmente descubrió la devastadora verdad: su amor no era más que la sombra del amor de Barra hacia Miska.

¿Podrá Aluna mantenerse firme por su amor, o se irá dejando a Barra atrás para seguir con su vida?

NovelToon tiene autorización de Aisyah Alfatih para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 9

Esa noche, el aire de la ciudad se sentía pesado. Una llovizna mojaba las ventanas del lujoso apartamento de Barra, como si envolviera su problemático estado de ánimo. Las luces de la habitación apenas brillaban, proyectando una luz amarilla pálida sobre su rostro. El hombre estaba sentado recostado en el sofá con un vaso de bourbon en la mano, con la mirada perdida a través del ventanal.

En medio de ese silencio, Cleo, su secretaria personal más cercana, entró con cautela. En su mano, el teléfono aún mostraba la última llamada de la Sra. Ratih, la madre de Barra.

"Señor, la Sra. Ratih ha vuelto a llamar. Le pide que regrese a casa de inmediato". Su voz era suave, como si temiera perturbar el fuego que estaba listo para encenderse en cualquier momento.

Barra no se inmutó. Solo levantó el vaso, bebió la mitad de su contenido y luego lo dejó sobre la mesa de cristal con un pequeño golpe.

Cleo respiró hondo. "La Señora también dijo... la joven Señora de repente tiene fiebre alta. Ella casi se desmaya y necesita ser llevada al hospital".

Silencio, solo se oía el tic tac del reloj de pared. Barra cerró los ojos, su mandíbula se tensó. Un poco de culpa intentó colarse, pero su ego era mucho más fuerte. Con un tono plano y frío, dijo:

"Deja que Mamá se encargue. ¿No es ella su nuera favorita? Seguro que Mamá puede cuidarla mejor que yo".

Las palabras salieron tan afiladas, punzantes, pero a Barra no le importó. Para él, Aluna era solo una herida andante, una mujer a la que nunca había amado ni confiado desde el principio. Cleo solo pudo bajar la cabeza. Sabía que Aluna podría estar escuchando directamente esas palabras a través del teléfono, porque Ratih había encendido el altavoz sin querer. Y, efectivamente, en la gran casa de la familia Pramudya, Aluna estaba acostada en la cama de su habitación. Su cuerpo estaba débil, su rostro pálido, un sudor frío le mojaba las sienes. Escuchó claramente la conversación de su esposo con su suegra, aunque la voz temblaba débilmente desde el teléfono de Ratih.

Las lágrimas de Aluna cayeron sin poder contenerlas. Su pecho se apretó, en su mente, los dulces recuerdos de cuando se casó por primera vez con Barra brillaron, la dulce sonrisa que antes imaginaba, el cálido apretón que esperaba que fuera un lugar al que volver. Pero en realidad, todo eso era solo un sueño. Lo que obtuvo fue la frialdad de las miradas, las dolorosas bofetadas y las afiladas palabras que seguían destrozando su corazón. Barra nunca la consideró su esposa y para él ella era solo una carga.

Ratih se sentó en el borde de la cama, tomando la mano de su nuera con suavidad.

"Ten paciencia, hija... Mamá te llevará al hospital ahora. No pienses en Barra por ahora".

Pero Aluna solo pudo cerrar los ojos, dejando que sus lágrimas siguieran fluyendo. En su corazón, se preguntaba cuánto tiempo más tendría que soportar este matrimonio sin amor.

El hospital estaba desierto esa noche. El olor a medicinas era penetrante, mezclado con el sonido del monitor cardíaco que latía establemente. Aluna yacía en la cama del paciente con un tubo intravenoso pegado a su pequeña mano. Su rostro estaba pálido, sus labios secos, pero sus lágrimas seguían cayendo en silencio.

La Sra. Ratih se sentó fielmente al lado de la cama, sosteniendo la mano de su nuera con fuerza. De vez en cuando, se limpiaba el sudor de la frente de Aluna con un pañuelo húmedo. Aunque Ratih sabía que su hijo no amaba a Aluna, el corazón de una madre se rompía al ver el sufrimiento de la mujer que se había convertido legítimamente en parte de su familia.

Poco después, un joven médico entró con rostro serio.

"La condición de la Sra. Aluna es demasiado débil debido al agotamiento físico y mental. Su fiebre es alta debido al estrés excesivo. Por el momento, necesita descansar mucho, evitar la presión y no se le debe dejar sola".

Ratih asintió preocupada. "Está bien, doctor. La cuidaré".

Después de que el médico se fue, Ratih miró a Aluna con lástima.

"Hija, debes ser fuerte. Mamá sabe que Barra es terco, pero eso no significa que estés sola. Mientras Mamá esté aquí, no te sientas abandonada".

Aluna solo se mordió los labios, sus lágrimas se hicieron más intensas. Las palabras de Ratih fueron reconfortantes, pero aún no podían borrar las heridas en su corazón.

Mientras tanto, en el apartamento de Barra.

Barra todavía estaba sentado en el balcón, con un cigarrillo encendido en la mano. Ahora caía una fuerte lluvia que mojaba la ciudad, las luces de la calle brillaban débilmente allá abajo. En la soledad, sus pensamientos volvieron a su infancia.

Recordó a la niña que conoció cerca de la tumba de su padre y a la chica de ojos brillantes que llevaba un lienzo y pinceles de acuarela. La sonrisa de la niña era cálida, diferente a todas las personas que conocía. Desde ese día, la imagen de esa niña se convirtió en un consuelo en cada soledad de su infancia.

Barra estaba seguro de que esa chica era Miska. Y esa certeza lo cegó, cerrando todas las puertas de su corazón para Aluna. Sin embargo, cuanto más fumaba su cigarrillo, más inquieto se sentía. Barra apretó su cigarrillo con más fuerza. La culpa comenzó a infiltrarse lentamente, aunque su ego todavía intentaba negarlo.

En el hospital, Aluna finalmente se quedó dormida con una expresión cansada, mientras que Ratih no soltaba su mano. En su sueño, Aluna soñó con el día en que Barra finalmente la miraría no con frialdad, sino con la calidez que siempre había anhelado.

Pero cuando se despertó, solo vio una habitación blanca, el sonido de máquinas médicas y una silla vacía al lado de la cama donde debería haber estado sentado su esposo. Vio que no había nadie más allí que ella misma que acababa de despertarse. Miró el reloj en la pared de la habitación que marcaba las 7:00, de la mañana.

Sin embargo, vagamente Aluna escuchó a Ratih hablando con alguien por su teléfono.

"Barra, debes venir. Aluna te necesita. ¿Eres tan cruel, hijo? Ella está enferma así, ¿y todavía la dejas sola?" La voz de Ratih sonaba firme pero también débil, conteniendo la decepción.

Al otro lado, la voz de Barra sonaba plana, fría.

[Mamá, no me obligues. Ya te dije, que Mamá se encargue. Ella es la nuera favorita de Mamá. Además, Miska todavía me necesita... su mano no se ha curado por completo.]

Ratih se quedó en silencio, su sangre sintió que hervía. "¡Escucha bien, Barra! La esposa es responsabilidad del esposo. No es responsabilidad de la suegra. Si sigues así, ¡no culpes a Mamá si un día la pierdes para siempre!"

Barra solo resopló. "

[Mamá es demasiado dramática.] Inmediatamente cortó la llamada. Ratih resopló molesta y miró hacia la puerta de la habitación de Aluna.

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