Entre La Razón Y La Piel

~Allison

_____________

Estaba intentando apagar mis gemidos para que nadie de afuera pudiese escuchar. A pesar de que sabía que era poco probable, igual tenía que prevenirlo. Se sentía demasiado bien pero él imbécil seguía pidiendo que parara una y otra vez. ¿Y por qué no me quitaba el mismo si tanto quería que lo hiciera? Estaba saltando en sus piernas con más fuerza, sintiéndolo dentro de mí. No sabía si besarlo o deleitarme con su rostro derretido por la excitación.

—Mierda, mierda... No hagas eso. —Me quedé por mi segunda opción. Tenerlo así me prendía más—. Y no me veas así, estoy perdiendo la razón.

Tomé sus dos manos y las puse sobre mis piernas, podía notar como estaba reprimiendo sus sentidos y no podía estar más embelesada.

—Te mueves demasiado —dijo—. Me estás torturando.

Quería que dejara de decir eso. No entendía por qué no podía simplemente dejarse llevar al igual que yo. Sentía que lo estaba arruinando.

—¿Aún quieres que pare?

—No —dijo de inmediato con un murmuro—. Necesito que sigas. —Lo besé, y él respondió a mis labios, pero entonces, cuando se desprendió de mí dijo algo que me descolocó, y estaba segura de que lo decía en serio, pese al estado en el que estaba—. Te odio. Te odio tanto...

Y no supe por qué, pero sentí una molestia en el pecho, que en el momento se dejaba nublar por el deseo.

Solo alcancé a decir.

— Perdóname —Sin saber por qué.

—Pides perdón... pero sigues. Continúas castigándome —Ahí estaba de nuevo. Me lo repetía una y otra vez—. Pero te sientes tan bien. Me vas a terminar matando, no vayas tan rápido.

—¿Quieres que vaya más lento? —pregunté, queriendo obedecer a sus peticiones.

—Sí. Quiero seguir sintiéndote... por un buen rato.

Acepté, y bajé levemente la velocidad, dándome tiempo para llenarme la cabeza con ideas que estaban ensombreciendo el momento.

—Vas a odiarme mañana, ¿verdad? —cuestioné, no queriendo saber la respuesta verdaderamente, no del todo.

—No eres fácil de soportar.

—Pero yo no quiero eso —le dije, con toda la sinceridad que la situación me permitía decir.

Había atenuado mis movimientos más de lo que había planeado.

—Es que... eres egoísta. Y una maldita.

Me detuve absolutamente, dejé de moverme.

—¿Lo dices de verdad? —Y en ese instante supe que no debí haber preguntado—. Yo sé que siempre dices esas cosas pero, dime si ahora lo estás diciendo en serio. Por favor —Un “lo necesito” estaba implícito en la oración”.

—Es en serio —respondió e inesperadamente cambió su voz, podría decir que casi escuche una risa sarcástica en ella—. No te soporto, eres molesta.

No dije nada, de hecho desvié la mirada. Sentía un malestar en el estómago y una incomodidad al darme cuenta exactamente en cómo me encontraba, y lo inquietante que sería zafarme de allí.

—¿Qué ocurre? —cuestionó—. No me digas que te sorprende escuchar eso de mí.

—¿Sabes algo? Creo que... sí fue un error haber hecho esto. Tú de verdad me aborreces, y no es lo que yo quiero.

—Sí, pero —apretó mis muslos con sus manos, mirándome suplicante—. Aún quiero esto. Aunque te odie, quiero seguir sintiéndote.

Y repentinamente, ahora fue él quien empezó a moverse.

—No, Liam. Para —intenté levantarme agarrando sus hombros, pero me regresó de un sentón. Yo sí tenía la voluntad de apartarme, pero no tenía ni de cerca su fuerza—. Vas a lastimarme si sigues.

No le importó un carajo.

Con una mano me sostuvo, rodeándome de la cintura para impedir que me quitara y pasó la otra bajo mi falda, frotando. Yo estaba soltando jadeos, pero genuinamente ya no quería esto.

—Mierda... estás tan mojada.

—D-detente, por favor...

Hacía que subiera y bajara mi cuerpo mientras me tocaba. Y cuando se hubo aburrido, me sacó de encima con tosquedad. Lo miré estando de pie, no sabía qué estaba haciendo. No tardó en tomar acciones, sosteniendo mi hombro para empujarme hacia la mesa, elevar mis piernas y embestirme. Cuando quise levantarme, me lanzó de nuevo, tomando mi cuello con agresividad, me estaba ahogando.

—Te odio, joder. Eres una maldita mocosa engreída.

No pude responder. Se sentía excesivamente bien pero no lo quería de ese modo, tan confundida me sentía que ya no intenté levantarme de nuevo cuando me soltó. Empujaba su cuerpo con fuerza contra el mío, pasando su mano por todo mi cuerpo hasta tomar mi mentón y poner su pulgar en mi boca. Me estaba mirando con demasiada rabia, pero ya no dije nada, parecía que estaba descargando toda la frustración que tenía acumulada.

En un movimiento rápido, tomó su teléfono y empezó a grabarme, pasando nuevamente su mano por todo mi cuerpo como si estuviera acariciando un adorno que tenía que venerar. Levantaba mi blusa y regresaba a tocar mis labios, excitándose con ello. Me importó una mierda, solo estaba concentrada en cómo se movía contra mí.

Un momento después, llegó al climax, pero aún estaba atolondrado y yo igual.

Acomodé mi ropa e intenté ordenar todo. Después, metí las cosas en mi bolso. Era muy tarde, rogué que nadie hubiera pasado demasiado cerca de la puerta. Ni siquiera me percaté del momento en el que dejé de medir el ruido.

Él claramente estaba satisfecho, se le notaba en el rostro. Y yo. No lo sé, pero no me sentía tan bien como él.

Empecé a recoger mi cabello cuando él recogía sus cosas.

—Ali... eso…

—¿Ali? —lo miré, incrédula.

—Oh, solo. Se me escapó.

Terminé de amarrarme el pelo.

—¿Así me llamas cuando sueñas conmigo? —sonreí, queriendo apaciguar el mal sabor del ambiente.

Me tiró la sonrisa de un segundo. Una falsa.

—Ahórrate tus bromas, Allison.

—¿No soñarás con lo que acaba de pasar?

Terminó de cerrar su maletín de un tirón.

—Ni siquiera intentes meterme esa idea en la cabeza —avanzó hasta la puerta—. Y es mejor que no vayas a pensar en volver a hacer esto.

— ¿Por qué no?

Tomé mi bolso y lo seguí. Abrió la puerta. De inmediato sentí el aire chocar contra mi rostro y el calor que se había encerrado en la habitación escaparse por el umbral.

—Porque no ha cambiado el hecho de que te detesto. Y más te vale no olvidarlo.

—¿A qué te refieres con “más te vale”? —salí del salón.

Cerró la puerta tras de nosotros.

—Porque no quiero que te hagas ideas extrañas en la cabeza. No quiero que te ilusiones ni esperes algo más de esto. Que haya pasado algo así no quiere decir que he cambiado de opinión y de repente vaya a sentir algo por ti.

Lo miré, repitiendo en mi mente cada palabra de lo que acababa de pronunciar. Cuando terminé de darme cuenta, mi expresión se endureció con brusquedad, y me giré violentamente.

—Ali —me llamó, y al ignorarlo, trotó hasta llegar a mí—. Allison.

—No me llames así, no me gusta —dije con rudeza — ¿Qué quieres?

—Solo entender —caminó a mi lado, no volteé a verlo—. No habías reaccionado así antes, ¿por qué lo haces ahora? ¿Qué ocurre?

Inspiré, me planté, exhalé.

—Ya te lo dije hace un rato. No quiero que me sigas odiando.

—¿Qué...? Allison, solo porque estamos —se comió sus palabras—. No voy a cambiar de parecer de repente.

—Bien.

Fue lo único que dije y continué mi camino.