Una famosa Agente de las fuerzas especiales reencarna en un mundo lleno de magia, incertidumbre y tal vez un poco de romance... ¿Podrá adaptarse a su nuevo mundo? o ¿su nuevo mundo se adaptará a ella?...
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Capítulo 18
Capítulo 18
Había pasado varios días meditando sobre todo lo que había sucedido, y finalmente decidí hacerle una propuesta al Duque. Sabía que tenía que jugar con sus reglas, pero también quería asegurarme de que mi futuro estuviera en mis manos, al menos en parte. Tomé una decisión y me dirigí a su oficina.
Al llegar a la puerta, me encontré con los mismos guardias y si, aquel que me habían impedido el paso la última vez, también estaba allí. Él es un hombre alto con una mirada siempre desafiante, me miró como si hubiera cometido el peor de los crímenes al atreverme a aparecer de nuevo. No pude evitar soltar un suspiro de frustración.
—¿De nuevo tú? —dije, poniendo los ojos en blanco.
El guardia, cuyo nombre ahora supe que era Gerard, me miró con la misma actitud de desdén que había mostrado la última vez. Parecía que algo en mi presencia lo alteraba, o tal vez era su naturaleza de "lame botas" del Duque. Sea como sea, mi paciencia con él ya había alcanzado su límite.
—No puedes pasar, Duquesa —me dijo, su tono firme, como si no le importara lo que tenía que decir.
—¿A ti te parece que una Duquesa debe pedir permiso para ver a su esposo? —respondí, con la voz cargada de sarcasmo.
Gerard no movió ni un músculo. De hecho, lo único que hacía era mirarme con esa expresión arrogante, que se suponía que debía intimidarme. Pero, en realidad, solo me irritaba aún más.
—¡Gerard, por el amor de Dios! —Exclamé, ya perdiendo la paciencia—Deja que pase. ¿Acaso no tienes algo mejor que hacer que pararme frente a una puerta? —
La tensión era palpable. Gerard empezó a hablar y en un abrir y cerrar de ojos ambos nos encontrábamos gritando… Por qué cada encuentro con este hombre termina a los gritos… Hasta que, la voz de Julio, que estaba en las cercanías, interrumpió la escena.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó, con una sonrisa burlona, como si disfrutara la situación.
Gerard se hizo a un lado sin decir una palabra más. Julio, con su acostumbrada risa ligera, me miró como si estuviera viendo una obra de teatro. Siempre había algo divertido para él cuando yo me encontraba con obstáculos.
—Parece que nos has dado otra función interesante, Duquesa —comentó, todavía riendo.
Al final, Gerard cedió y me permitió entrar, ya que Julio se interpuso, sino creo que alguien iba a terminar con una daga clavada y no iba a ser yo.
Cuando la puerta se abrió, pude ver al Duque en su despacho, sentado en su escritorio. Esta vez, no me sorprendió como la última vez, y en lugar de acercarse y tomarme por sorpresa, simplemente me miró desde su asiento.
—¿Tienes algo que decir, Duquesa? —preguntó, alzando una ceja.
Me acerqué a su escritorio, pero esta vez con una postura más relajada. No quería que pensara que iba a ser una conversación tensa.
—Tengo una propuesta para ti, Duque —respondí, manteniendo la calma.
Él asintió, como si ya supiera que algo estaba por ocurrir.
—Sigue —dijo, invitándome a hablar.
Lo que sucedió a continuación fue una de esas situaciones que me hicieron sentir que, por fin, las cosas estaban cambiando. En lugar de darme una orden o mostrar su habitual seriedad, el Duque se levantó de su silla y se dirigió a un pequeño sofá en un rincón de la oficina. Lo vi tomar una jarra de té y acercarse, con la intención de servirnos ambos una taza.
—¿Te gustaría sentarte aquí? —me preguntó, señalando el sofá frente a él.
Al principio me sorprendió, ya que normalmente los nobles esperan que una doncella sirva el té. Pero al ver la actitud relajada del Duque, no pude evitar sonreír internamente. Era una pequeña, pero significativa, muestra de su humanidad.
—¿No se supone que una doncella debería servir el té? —pregunté, con un tono juguetón.
Él soltó una risa, lo cual fue un alivio para la atmósfera tensa que habíamos creado previamente.
—No soy tan inútil como para esperar que todo lo hagan los demás —respondió, con una sonrisa divertida. Estaba claro que, en ese momento, el Duque parecía mucho más relajado de lo habitual.
Me senté junto a él, sin perder mi compostura, aunque había una leve sensación de novedad en la atmósfera. Había algo en el ambiente que me hacía sentir menos incómoda, más... normal.
—Bien —dijo, mientras nos acomodábamos y él servía el té—. ¿Cuál es tu propuesta? —
Me tomé un momento para pensar en mis palabras. Tenía que ser clara y directa, pero también sabía que debía ser cuidadosa en cómo lo planteaba.
—Quiero quedarme aquí más tiempo, Duque. Pero necesito algo a cambio —comencé, mirándolo directamente a los ojos. Quería que supiera que no estaba haciendo esto sin un motivo claro.
El Duque me miró con atención, sus ojos reflejaban interés.
—Dime —dijo, esperando a que hablara.
Sonreí con ligera confianza, tomando la taza de té con tranquilidad mientras me preparaba para decirle lo que realmente quería. Sabía que el siguiente paso definiría lo que iba a ocurrir en los próximos días.